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Religión

La Vigilia Pascual de Roma: sin el Papa Francisco

El Pontífice acudió dos horas antes al templo para rezar, pero no participó en la celebración más importante del orbe católico por la convalecencia impuesta

El Jueves Santo, durante la visita de Francisco a una cárcel ASSOCIATED PRESSAP

A las siete y media de la tarde arrancaba desde la basílica de San Pedro del Vaticano la celebración más importante para el orbe católico: la Vigilia Pascual en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo. Una ceremonia a la que no acudió el papa Francisco, que sigue convaleciente de la bronquitis bilateral que padece y que llevó a estar ingresado durante 38 días en el Policlínico Agostino Gemelli.

Aunque hace prácticamente un mes recibió el alta, los médicos les impusieron un reposo de dos meses que le ha obligado a reducir al máximo su agenta institucional. Si bien es cierto que en estos últimos días se ha dejado ver, sus salidas de la residencia de Santa Marta son cortas y espaciadas. De hecho, tan solo una hora y media antes de que diera oficialmente comienzo la vigilia, el Pontífice acudió esta tarde al templo epicentro del cristianismo para rezar. En silla de ruedas, pero sin las cánulas nasales, fue visto y grabado a su salida por un grupo de peregrinos. Sin embargo, participar en una eucaristía como la celebrada esta tarde que puede extenderse durante más de dos horas iría en contra de su lenta pero firme recuperación.

Después de aparecer al finalizar la eucaristía del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro y de acudir a la cárcel Regina Coeli de Roma para rezar junto a los presos en la tarde del Jueves Santo, sí se espera que el Santo Padre se asome a mediodía de mañana a la logia de las bendiciones, esto es, el balcón central de la basílica de San Pedro, para impartir la bendición ‘Urbi et orbi’.Debido a las dificultades respiratorias que le impiden hablar con fluidez, delegaría la lectura de un discurso de relevancia diplomática para la Santa Sede, en tanto que se realiza una radiografía a los principales problemas de la humanidad, con el foco puesto en las guerras abiertas como la de Ucrania y Gaza.

Pero hasta confirmar este extremo, Francisco siguió la Vigilia Pascual por televisión desde su modesto apartamento. Fue el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, quien presidió la celebración y, por tanto quien leyó la homilía que preparó el Santo Padre. “El Cristo resucitado es el giro definitivo de la historia humana”. Bajo esta afirmación vertebró la reflexión papal. Sin embargo, lejos de presentar la resurrección como un acontecimiento revestido de luces de neón, el Pontífice indica en su reflexión que “la Pascua del Señor no es un evento espectacular con el que Dios se impone y obliga a creer en Él. Para Jorge Mario Bergoglio, la luz de la eesurrección “corresponde una fe humilde, desprovista de todo triunfalismo”. Es más, explica que “irrumpe en las tinieblas de la historia sin estrépito, resplandece en nuestro corazón de manera discreta”. En un tono eminentemente pedagógico, el Sucesor de Pedro aclara que “la resurrección es “como pequeños brotes de luz que se abren paso poco a poco, sin hacer ruido, a veces todavía amenazados por la noche y la incredulidad”.

Con este punto de partida, Francisco comparte que “este ‘estilo’ de Dios nos libera de una religiosidad abstracta, ilusa al pensar que la resurrección del Señor lo resuelve todo mágicamente”. Así, en la meditación, se muestra convencido de que “no podemos celebrar la Pascua sin seguir enfrentándonos a las noches que llevamos en el corazón y a las sombras de muerte que con frecuencia se ciernen sobre el mundo”. En esta misma línea, recuerda que “no es una meta que Jesús alcanza por un camino fácil, esquivando el Calvario”. Por ello, el Pontífice indica que “tampoco nosotros podemos vivirla de manera despreocupada y sin dudas interiores”.

A partir de ahí, vinculó directamente esta celebración con el jubileo ordinario que afronta la Iglesia católica este año y que Francisco quiso dedicar a la esperanza. Y es ahí donde realizó un encargo para los cristianos a quienes llamó a convertirse en “constructores de esperanza para el mundo”, mientras “tantos vientos de muerte aún soplan sobre nosotros”. Para lograrlo, ofreció una hoja de ruta: “Podemos hacerlo con nuestras palabras, con nuestros pequeños gestos cotidianos, con nuestras decisiones inspiradas en el Evangelio”. En este sentido, invitó a todos los católicos del planeta a salir al rescate de quienes “carecen de fe”, para “los que se han rendido o caminan encorvados por el peso de la vida”, o quienes “están solos o encerrados en su propio dolor”. Y, por supuesto, puso en primer plano en esta misión a quienes son la opción preferencial de su pontificado: “todos los pobres y oprimidos de la tierra”, las mujeres “humilladas y asesinadas”, los niños “que nunca nacieron” y que son maltratados, así como a “las víctimas de la guerra”.

En este vademécum para la Iglesia, Bergoglio plantea a los creyentes la necesidad de ser “testigos creíbles” para que “el Reino de Dios se abra paso en el corazón de las mujeres y los hombres de hoy”. “No nos desanimemos, volvamos al anuncio de esta noche”, alienta el Obispo de Roma, que apostilla que “la luz resplandece lentamente incluso si nos encontramos en tinieblas”, en tanto que “la esperanza de una vida nueva y de un mundo finalmente liberado nos aguarda”. “Un nuevo comienzo puede sorprendernos aunque a veces nos parezca imposible, porque Cristo ha vencido a la muerte, sentencia justo después el Papa.“Dios, en su gran amor, no nos dejará tambalear ni permitirá que el mal tenga la última palabra”, enfatiza.