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«¿Qué narices está pasando?»

Miquel Oliver, estudiante de doctorado y miembro del equipo científico de Baleares, estaba en Hanford cuando se produjo el hallazgo.

Miquel Oliver
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Miquel Oliver, estudiante de doctorado y miembro del equipo científico de Baleares, estaba en Hanford cuando se produjo el hallazgo.

Eran las 11:50 horas del 14 de septiembre. Los mails del Grupo de Gravitación y Relatividad de la Universidad de las Islas de Baleares (UIB), el único equipo español involucrado en el hallazgo de las ondas gravitacionales, comenzaron a inundarse de mensajes técnicos. El título: «Un evento muy interesante en ER8» –el periodo de ingeniería 8, es decir, el periodo actual de pruebas–. «¿Podéis confirmar que la señal no es una inyección de hardware?», escribía en uno de ellos Marco Drago, uno de los miembros de LIGO en Hannover, que tres minutos antes había visto «algo». Traducido en castellano, vendría a ser: «¿Qué narices está pasando?». Así lo relata la investigadora Alicia Sintes, responsable del grupo junto al austríaco Sasha Husa. «Drago se dio cuenta de que estaba ante algo interesante. Estaba viendo una imagen extraordinariamente clara de un evento que se correspondía a la Teoría de la Relatividad General. «Estas inyecciones artificiales son un software que mueve los espejos del detector imitando una señal astrofísica. Como un simulacro», añade. Y no lo era. Una señal del lejano universo acababa de llegar a nuestro planeta. «Empiecen a moverse, que hay trabajo», decía Drago.

Sin embargo, dentro del grupo de la UIB, otro de sus miembros lo vivió más de «cerca». Miquel Oliver, de 28 años y estudiante de doctorado, se encontraba aquel día en el LIGO Hanford Observatory haciendo una estancia. «Yo estaba allí de aprendizaje. Eran las siete de la mañana. Nos despertados y vimos ese aluvión de mails», relata a LA RAZÓN. «Teníamos la duda de si era una inyección de hardware», añade. Jeff Kissel, ingeniero de Controles en Hanford, les dijo que no era un simulacro. «Empezamos a ser conscientes de que era un evento astronómico, no una señal hecha por la mano del hombre». A través de Skype contactó con Sintes. La incertidumbre era total. En Baleares estaban ansiosos de contactar con él. Y por la diferencia horaria, tenían que esperar a que Oliver se levantase.

Poco a poco, se fueron dando cuenta de que estaban «haciendo historia». «Durante los tres meses restantes, nos dedicamos entre todos a verificar las señales. Eran millones de datos.Y comprobamos que los resultados nos daban cinco sigmas; es decir, las posibilidades de que no fuera un evento casual eran del 99%».

¿Participar en un hallazgo histórico le ha cambiado? «He tenido mucha suerte de estar en el momento apropiado. Tienes más ganas de seguir con lo que haces, y también menos dudas. Alicia Sintes llevaba 20 años tras este descubrimiento, Kip Thorne lleva 40... Lo de ayer es la prueba de que todo el trabajo no ha sido en vano. Ahora empieza la astrofísica. Ahora es cuando realmente estamos abriendo un campo hacia la astrofísica. Tenemos la posibilidad de ver el universo desde otro punto de vista», asegura Oliver. No sólo de verlo, sino de «oírlo». «Las ondas gravitacionales son como las ondas de presión que produce el aire. Se parecen mucho a las ondas del sonido», explica.

Alicia Sintes explica que lleva trabajando en las ondas gravitacionales desde 1997, cuando se incorporó al detector de Hannover. La importancia del hallazgo de las ondas copa toda la atención, pero tampoco puede olvidarse que «es la primera vez que vemos un sistema binario de agujeros negros». ¿El resumen? «Hoy es un día muy emocionante... pero mañana tendremos más trabajo, más datos, más análisis. No nos podemos dormir».