Desarrollo sostenible
Reconducir la agenda verde
Ajustar los Objetivos de Desarrollo Sostenible a parámetros medibles, base para la reformulación del escenario 2030
Un estudio académico cuestiona la efectividad de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y sugiere reformularlos en diez metas fundamentales. Javier Morillas, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad CEU San Pablo y consejero del Tribunal de Cuentas, ha publicado una investigación titulada «Una visión crítica de los ODS: nuevos objetivos centrales con influencia en la UE para un desarrollo sostenible», donde analiza el impacto de la Agenda 2030 en la economía europea y española.
Según el experto, la Agenda 2030 presenta limitaciones que dificultan la adopción de medidas concretas por parte de los gobiernos, lo que compromete la efectividad de objetivos como la erradicación de la pobreza o el hambre cero. «Las Naciones Unidas no son una entidad académica, sino política y los ODS parecen diseñados por sociólogos y no por economistas por la falta de variables intermedias. En lugar de metas genéricas, hay que fijar objetivos medibles. Es decir, para llegar al fin de la pobreza, ¿qué tenemos que hacer? Para llegar al hambre cero, ¿qué pasos hay que dar? ¿Y para alcanzar unos niveles de salud y bienestar o de educación y de igualdad?», sostiene Morillas, quien aboga por indicadores claros como la estabilidad institucional y la lucha contra la corrupción.
En su estudio, argumenta que el término «desarrollo sostenible» es redundante, ya que el desarrollo, en su esencia, implica sostenibilidad a largo plazo.
Para el economista, la Agenda 2030 debería simplificarse en diez objetivos clave, que tendrían un mayor impacto en la economía global. Uno de sus principales argumentos es que los actuales ODS abarcan demasiadas áreas y carecen de métricas precisas, lo que dificulta su implementación y seguimiento.
Así pues, Morillas propone reformularlos a diez objetivos. El primero sería una mayor atención al sector agrario. En esta línea, destaca que 60 países del mundo no cuentan con censos agrícolas, lo que refleja la baja prioridad otorgada a este sector, a pesar de su papel fundamental en la economía. «La falta de incentivos ha generado un abandono progresivo de las tierras fértiles, lo que aumenta la pobreza y la inseguridad alimentaria», señala. Además, el economista advierte sobre los efectos negativos de la ayuda alimentaria exterior que, salvo en casos de emergencia, puede hundir el mercado local. «Si la ayuda se convierte en permanente desestabiliza los precios y la estructura productiva deñ país. Mucha gente acaba por abandonar el sector porque piensa que si viene gente de fuera y les regala estos bienes ¿para qué van a cultivar? El abandono del campo sin un sector industrial fuerte agrava la pobreza y genera paro encubierto en las ciudades. Excepto en los países rentistas (productores de petróleo), el crecimiento se ha basado en la agricultura en una etapa inicial. Si se cultiva se producen excendentes sobre los que luego se desarrolla un sector manufacturero. Es por esto por lo que reducimos a 10 los objetivos, porque algunos son redundantes. El sector agrario, por ejemplo, afecta a todo: si lo mejoras, reduces el hambre, ayudas a la salud y la educación. La pasa lo mismo a la igualdad de género o a la estabilidad de precios», detalla.
En cuanto al papel de la mujer en las instituciones, el estudio subraya que la participación femenina en la sociedad es un «termómetro» del nivel de desarrollo de un país. Donde hay igualdad de derechos y mejores condiciones educativas y laborales para las mujeres, se observan mayores niveles de prosperidad. De cara al exterior, Morillas propone condicionar la ayuda internacional a la eliminación de prácticas como la ablación, que afecta a más de 150 millones de mujeres en África y Asia.
Controlar la inflación
En tercer lugar, el economista recalca que la estabilidad de precios es un pilar del desarrollo. Un banco central independiente es clave para evitar la inflación, que no solo reduce la capacidad adquisitiva de la población, sino que también desincentiva el ahorro y genera incertidumbre en los mercados. Los países con hiperinflación tienden a sufrir un deterioro de la confianza económica, lo que dificulta la inversión. «La inflación impacta en muchos objetivos y sin embargo no está entre los 17 de la ONU (ahí se ve que no es una organización científica. Controlar la inflación es una condición no suficiente, pero sí necesaria. Un ejemplo, Zimbabue llegó a tener 700% de inflación ¿Nos imaginamos lo que es? Cuando nosotros estamos discutiendo cuando estamos al 3% sobre cómo la bajamos. Tener tanta inflación significa estampillar ceros en los billetes. No hay posibilidad de ahorro ni de inversión en el país . En su lugar hay fuga de los pocos capitales que se generen ya que la gente suele cambiar su moneda a otra más estable».
El cuarto objetivo, según el informe, debería ser la independencia de los tribunales de justicia, ya que los sistemas judiciales sólidos aportan seguridad jurídica y garantizan un entorno favorable para la inversión. En quinto lugar, propone la existencia de registros de propiedad. «En muchas naciones en desarrollo, la falta de registros dificulta el acceso al crédito y reduce el valor de los terrenos. Lo que ocurre es que no hay flujos de inversión hacia los países donde no hay seguridad. La seguridad es necesaria, pero tampoco se habla de ello en los 17 ODS. Y la seguridad también tiene que ver con los tribunales de justicia y la existencia de registros de propiedad. Si vas a un país sin registros, cuando vas a alquilar o comprar un bien, no sabes si es de la persona que te lo está vendiendo o te está engañando. No hay una transparencia, por eso es otro objetivo que hay que establecer. Tiene que haber información transparente para crecer y reducir pobreza. Es otra condición para el desarrollo», detalla Morillas.
Corrupción y educación
En sexto lugar, defiende un marco constitucional estable que combata la corrupción. Morillas señala que «la corrupción desvía recursos de los sectores más pobres hacia las élites, debilita la confianza en las instituciones y genera ineficiencia en el gasto público». Destaca el modelo de Botsuana como ejemplo de buenas prácticas, donde se creó un organismo específico con amplias competencias para combatir la corrupción. «Países poco corruptos como Dinamarca o Noruega tienen un nivel de desarrollo alto».
En séptimo lugar, señala que las universidades y centros de formación juegan un papel clave en el desarrollo económico. Finalmente, propone un octavo objetivo basado en la seguridad, ya que el desorden público ahuyenta la inversión; y un noveno, que sería mejorar la calidad de las infraestructuras de transporte y comunicaciones, dado que la competitividad global depende en gran medida de ello. «Primero hay que acumular el capital suficiente para desarrollar infraestructuras, y cuando tienes posibilidad de abastecer de agua o luz a tus ciudadanos, y a la industria y la agricultura, puedes empezar a diversificar inversiones».
Por último, Morillas plantea la promoción de valores sociales y culturales sólidos, ya que las sociedades con una cultura de responsabilidad tienden a generar entornos económicos más prósperos.
En conclusión, el estudio de Morillas representa una de las críticas más estructuradas a la Agenda 2030 desde el ámbito académico español y podría influir en futuras reformas de los ODS dentro del marco económico de la Unión Europea. «Los Objetivos de Desarrollo Sostenible como tal son loables, pero algo hipócritas porque, como digo, son de carácter finalista. Dime entonces cómo lo has hecho tú que has alcanzado muchos de esos objetivos y no intentes entretenerme sentándome en la mesa de los niños». Si en 2015 los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio se transformaron en los ODS y en algunos casos se desdoblaron ¿Qué pasará a partir de 2030 si no se logran esta nueva lista? Para Morillas, objetivos así pueden estar bien de cara a la gente que no tiene mucho conocimiento de economía, pero no para los economistas.