España

Un horizonte de esperanza

La Razón
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La formación profesional (FP) no es sólo desarrollo de competencias para el ejercicio del trabajo; la formación profesional alcanza el hondón de las virtudes humanas y el conocimiento. El hombre fue hecho para trabajar. Los poderes públicos y los agentes sociales, deben tener presente esta necesidad primaria en sus respectivas estrategias y planificaciones.

¿Qué problema tiene el sistema educativo español, en el que la juventud no se siente atraída por la formación profesional, mientras que en otros países ocurre lo contrario? Recuerdo, hace ya bastantes años, en una estancia en Stuttgart (Alemania), en la que trabajé en una empresa de piedra natural Adolf Lauster,que conversé con un chico alemán que también trabajaba allí. Me dijo que él no se sentía atraído por los estudios universitarios porque con la FP tenía una expectativa de vida parecida a los que tenían los estudios superiores, por lo que el esfuerzo por escalar al estadio académico universitario no le compensaba. Comprobé en sucesivas estancias que esta actitud era frecuente.

¿Por qué en España no ocurría este fenómeno?, ¿porque al terminar los estudios primarios se prefería tener como horizonte la universidad? Las razones, a mi juicio, son las siguientes: en primer lugar, la FP no plantea en general un horizonte esperanzador que permita constituir una familia y tener una vida digna. La segunda razón explica la primera ya señalada, y es que en numerosos pueblos de España no ha habido siquiera revolución industrial o, si así fue, ésta ha languidecido por el poco apoyo social encontrado. Los gobiernos de España, por otra parte, no han apostado, ni apuestan, por la investigación, el desarrollo y la innovación. Hoy, cuando la revolución de las infotecnologías está presente, los agentes sociales están a otra cosa.

En aquella época que recordaba de Alemania, los desarrollos de la industria eran la punta del progreso. Un día de verano se presentó en la fábrica un señor con aspecto de obrero pero con una especie de guardapolvo. Con cincel y martillo hacía un modelo para el correo que se habilitaba en las entradas a los chalés. Pregunté quién era y me dijeron: el ingeniero. Saqué la conclusión de que la actitud de un grupo numeroso de alemanes de elegir la formación profesional tenía todo el sentido. Las distancias entre el ingeniero y los obreros no era excesiva, ni en trabajo ni en sueldo. En conclusión: si en este país se apuesta por la investigación y el desarrollo, los planes para impulsar la formación profesional serán un éxito, de lo contrario serán un fracaso.

Antes de entrar en aspectos más concretos, diré que, además del impulso tecno científico necesario, es urgente recordar que sin conocimiento del sentido del trabajo, sin una formación profesional que supere el reduccionismo de las competencias, y se abra hacia el horizonte del entendimiento de los valores esenciales, hacia una ética del trabajo en equipo, no habrá progreso verdadero. Los planes de estudio deben atender las demandas de la sociedad para que sean atractivas a los jóvenes de nuestro tiempo. Deseo centrarme en este momento en un hecho concreto, que puede ser el talón de Aquiles del proyecto de Formación Profesional Básica, proyectado para aquel grupo de alumnos que no aprueban la ESO. Se establecen ciclos de FP que tratan de dar solución a la situación actual de fracaso escolar, y, más tarde, reingresar en el sistema educativo. La Lomce establece los Ciclos de FP que empezarán a implantarse a partir del curso 2014-2015. Se trata, entre otros objetivos, de acceder a la FP básica a los 15 años y así evitar que aquellos alumnos que no tienen las características cognitivas de entrada sigan estando escolarizados. Los ciclos de FP sustituyen a los actuales PCPI (Programas de Calificación Profesional Inicial). El propósito es encomiable, pero debe ser analizado en su proceso, ya que la mayoría de los proyectos fracasan porque no existe calidad en los procesos. El proyecto nuevo trata de garantizar las competencias básicas de aprendizaje («basic skills»), pero cuando se relacionan éstas, surgen las dudas. Desde este planteamiento, los problemas surgirán de nuevo, ya que el fracaso del aprendizaje de numerosos alumnos es sustancia. El fracaso de las competencias básicas se inicia hacia los 11 y 13 años y es aquí donde hay que situar el aprendizaje de las competencias básicas. Superado el ciclo de Formación Básica, se obtendrá un Título Profesional Básico, de la familia correspondiente, pero tengo mis dudas acerca de que permita el pertinente acceso a los Ciclos Formativos de Grado Medio.

En suma, hay que fortalecer y cuidar los primeros años de escolaridad obligatoria, los profesores han de saber que las competencias básicas de Matemáticas y Lengua son los factores que saturan la variable del fracaso o del éxito. Estas competencias exigen un conocimiento lógico sistemático, y cuando el alumno pierde esas nociones acaba por no entender las explicaciones. Los catorce títulos de Formación Profesional Básica resultan atractivos, pero los resultados positivos dependerán de que los alumnos lleguen con anterioridad al comienzo de estos estudios con las competencias básicas.