Cómo se mide la calidad de sonido

Cómo se mide la calidad de sonido (y por qué no todo es subjetivo)

¿Se puede medir realmente la calidad de sonido, o todo depende del oído de quien escucha? En este artículo te explico qué parámetros técnicos importan, cómo se miden con rigor y por qué las gráficas no siempre cuentan toda la historia. También verás cuándo fiarte de tus sensaciones y cómo evitar errores comunes al mejorar tu equipo

Algunas claves para no perderse eligiendo equipo
Algunas claves para no perderse eligiendo equipoPixabay

En el mundo del audio hay una tensión que nunca desaparece: la que enfrenta a los que confían en las gráficas con los que confían en el oído. A un lado, quienes analizan distorsiones, rangos dinámicos y curvas de respuesta. Al otro, quienes se limitan a decir "suena mejor, y punto".

El debate no es nuevo. Y tampoco es estéril, siempre que se enfoque con inteligencia. Porque no se trata de decidir si mandan los datos o las sensaciones, sino de entender cómo se complementan. Un buen sonido puede medirse, pero también sentirse.

No se trata de escoger bando, sino de saber en qué momento hacer caso a la gráfica y en qué momento escuchar a tus sensaciones. A lo largo del artículo verás cuándo importa lo técnico, cuándo lo emocional, y cómo sacar el máximo partido a tu equipo sin dejarte llevar ni por los mitos ni por el marketing.

¿Por qué importan las mediciones y cómo se mide la calidad del sonido?

Medir la calidad del sonido no es una cuestión filosófica: es una práctica con herramientas, datos y estándares. La industria del audio lleva décadas desarrollando métodos rigurosos para evaluar lo que oímos. Entender cómo se mide el sonido no solo ayuda a elegir mejor, sino también a evitar caer en mitos, exageraciones comerciales o simples autoengaños.

En la práctica, medir la calidad del sonido implica usar equipos especializados para analizar cómo responde un dispositivo ante señales conocidas. Por ejemplo, se puede enviar una onda senoidal pura a través de un amplificador y medir si esa onda sale distorsionada o no. A partir de ahí se obtiene el valor de THD (Distorsión Armónica Total), uno de los muchos parámetros relevantes.

Los ingenieros utilizan analizadores de espectro, generadores de señal, osciloscopios y micrófonos calibrados en salas tratadas acústicamente. También se emplean programas como REW, ARTA o Audio Precision, que permiten registrar gráficamente la respuesta en frecuencia, el rango dinámico, la distorsión por intermodulación (IMD), el ruido de fondo y otros elementos clave.

Estas mediciones se hacen en condiciones controladas y estandarizadas, a menudo siguiendo normativas como las de la AES (Audio Engineering Society) o la ITU. Por ejemplo, una buena práctica exige que los resultados sean repetibles, y que cualquier desviación se mantenga dentro de márgenes aceptables, como ±0.5 dB en la respuesta en frecuencia. Sin estas condiciones, los resultados pierden valor comparativo.

Es importante entender que medir no significa adivinar si algo va a gustarte, sino saber con certeza si un equipo cumple lo que promete. No todas las diferencias técnicas son audibles, pero todas las buenas decisiones técnicas se reflejan en la experiencia a largo plazo. En resumen: lo que se mide, importa. Aunque no siempre se note de inmediato.

Un equipo de sonido no se evalúa con corazonadas. Se mide. Y se mide por una razón: para tener una base objetiva que permita comparar o identificar errores. Igual que no comprarías un coche sin saber su potencia, no deberías comprar un amplificador sin saber su rango dinámico. Ya dijimos que, en el audio, aunque exista la pseudociencia, esta no debería tener cabida.

Por ejemplo, la Distorsión Armónica Total (THD) te dice cuánta basura añade un equipo a la señal original. La Relación Señal-Ruido (SNR) mide cuán limpia es la salida: más dB, menos ruido. Y la respuesta en frecuencia indica si un equipo realza los graves, recorta agudos o se mantiene plano, que es lo ideal en teoría.

También están parámetros como la distorsión por intermodulación (IMD), que mide cómo se comporta el sistema cuando suenan varios sonidos a la vez (como pasa en toda canción). Y por supuesto, el rango dinámico, que es la diferencia entre lo más suave y lo más fuerte que puedes escuchar sin que todo se convierta en un grumo. Son números que no suenan, pero que ayudan a entender por qué algo suena bien o mal. O, al menos, por qué suena como suena.

Pero... ¿y si no noto la diferencia?

Unos auriculares electrostáticos caros como estos pueden no reflejar la calidad del sonido si el resto de la cadena es débil
Unos auriculares electrostáticos caros como estos pueden no reflejar la calidad del sonido si el resto de la cadena es débilPexels

Aquí es donde entran los humanos. Porque puedes tener el DAC más lineal del planeta y no notar diferencia con el del móvil si tus auriculares no acompañan, si la sala no está tratada o si la grabación original es floja. De hecho, muchas veces lo que más afecta al sonido no es el equipo, sino cómo está mezclado y masterizado el disco. Yo siempre digo que el Black Album de Metallica es el que mejor se traduce entre distintos sistemas, no hay alabanza mayor para una mezcla y una masterización.

Y luego está la percepción. Nuestro oído no es lineal. No escuchamos igual todas las frecuencias. Las curvas de Fletcher-Munson lo demuestran: somos más sensibles entre 2 y 5 kHz, y necesitamos subir más los graves y agudos para sentir que están equilibrados. Además, la memoria auditiva es frágil. Y el sesgo de confirmación, fuerte.

¿Acabas de gastarte 800 euros en un DAC? Es probable que "notes" cosas nuevas. Pero eso no siempre significa que estén ahí. Por eso existen las pruebas ABX, un método de escucha ciega en el que el oyente compara tres señales: A, B y X (donde X es aleatoriamente igual a A o B) sin saber cuál es cuál. Sirven para comprobar si realmente se perciben diferencias audibles entre dos equipos o formatos, eliminando así el sesgo de saber qué estás escuchando. Y no, casi nadie las hace en casa porque no suele haber formas de ejecutarlas de manera fiable.

¿Cuándo deberías fiarte de las gráficas y cuándo de tu oído?

Micrófonos de medición, involucarados en el proceso científico del audio
Micrófonos de medición, involucarados en el proceso científico del audioJochen Schulz

Empezamos hablando de las gráficas, que deberías mirar cuando vas a invertir dinero. Las mediciones te dicen si el producto cumple. Si un amplificador tiene una THD del 2% y te lo venden como Hi-Fi, te están estafando. Si un streamer mete ruido por encima de -80 dB, no merece ese precio. Saber leer especificaciones es una forma de no dejarte engañar.

También es útil si tienes necesidades específicas: por ejemplo, si utilizas auriculares exigentes que requieren más potencia o mejor control de la señal; si trabajas con archivos en alta resolución (como FLAC, DSD o PCM a 192 kHz) y quieres asegurarte de que el sistema los reproduce sin degradación; o si eres especialmente sensible al ruido y a las interferencias eléctricas.

En estos casos, los números no solo importan: son imprescindibles. Un amplificador con una buena relación señal-ruido evitará que percibas un zumbido constante de fondo. Unos auriculares bien diseñados ofrecerán claridad y control sin necesidad de grandes inversiones. Y una buena respuesta en frecuencia, tanto en altavoces como en monitores de estudio, te asegurará que no estás perdiendo parte del contenido musical sin saberlo.

Por supuesto, también hay casos en los que una fuente digital externa bien implementada marca la diferencia, especialmente cuando se necesita manejar archivos en alta resolución o reducir interferencias digitales. Pero no es el único eslabón importante ni debe acaparar toda la atención. La conversión digital-analógica es clave, sí, pero depende tanto del diseño del sistema como de su implementación.

También hay perfiles de usuario que necesitan mediciones fiables por razones profesionales: músicos, técnicos de sonido, productores. Para ellos, la precisión no es un lujo, es una herramienta de trabajo. Pero incluso para los oyentes domésticos, hay situaciones en las que los datos marcan la diferencia entre una experiencia envolvente y una mediocre.

Por eso conviene conocer las especificaciones básicas y entender qué significan. No hace falta ser ingeniero, pero sí saber leer una ficha técnica con cierto criterio. Porque cuando sabes qué buscar, es más fácil separar la calidad real del puro marketing.

Pero eso no significa que los equipos con mejores cifras suenen mejor a todos. Porque una cosa es el rendimiento medido, y otra el resultado percibido. A veces un altavoz con un pequeño realce en graves suena más agradable en una sala real que otro más plano pero más seco. Lo importante es saber por qué pasa, no quedarse solo con el "me gusta más".

En lo que respecta a fiarse de los oídos, la escucha es lo que importa al final. Si algo suena bien para ti, lo demás da igual. Eso sí: intenta que esa escucha esté bien hecha. Mismo volumen entre equipos, misma pista, mismo entorno. Porque una diferencia de apenas 1 dB puede hacerte pensar que un DAC suena "más abierto" cuando en realidad solo suena más fuerte.

Un truco útil: céntrate en un instrumento concreto. Si puedes seguir al contrabajo o a la voz sin que se pierda en la mezcla, probablemente el sistema está resolviendo bien. Otro: cierra los ojos. Si al hacerlo sigues notando que el sonido viene directamente de los altavoces, como si cada instrumento estuviera pegado a ellos, es que el sistema no está generando una buena escena sonora. En una configuración bien resuelta, deberías tener la sensación de que los sonidos flotan en el espacio frente a ti, como si los músicos estuvieran colocados alrededor, y no dentro de los altavoces.

¿Qué hacer si quieres mejorar tu equipo?

Equipos baratos como este son perfectamente válidos si las decisiones que se tomaron para comprarlos son informadas
Equipos baratos como este son perfectamente válidos si las decisiones que se tomaron para comprarlos son informadasAudioengine

Empieza por evaluar lo que ya tienes. Si usas auriculares modestos, un DAC de 300 euros no va a cambiar tu mundo. Tal vez lo primero que debas cambiar sean los propios auriculares. Lo mismo con los altavoces o la acústica de la sala. Un equipo de alta fidelidad no es mejor por tener más componentes, sino por estar bien equilibrado.

También conviene entender el concepto de cuello de botella. Siguiendo con el ejemplo anteriorm no sirve de nada tener un DAC de gama alta si lo vas a usar con unos auriculares in-ear de 20 euros, igual que no tiene sentido instalar neumáticos de Fórmula 1 en un utilitario. El sonido, como cualquier cadena, es tan fuerte como su eslabón más débil.

Si ya tienes un equipo decente y notas limitaciones (falta de escena, distorsión a volumen alto, ruido de fondo), entonces sí puede tener sentido mirar componentes con los que actualizarlo. Pero hazlo sabiendo qué problema intentas resolver. ¿Te falta claridad en las voces? ¿Te molesta el zumbido de fondo? ¿Sientes que los instrumentos se apelmazan en las mezclas densas? Cada uno de esos síntomas tiene una posible causa técnica detrás.

Y luego está el entorno. Muchos no se dan cuenta, pero la sala donde escuchas afecta mucho más de lo que parece. Una habitación mal acondicionada puede comerse los graves o reflejar los agudos hasta hacerlos molestos. Una alfombra, unas cortinas pesadas o un panel acústico bien colocado pueden mejorar tu sistema tanto como un componente nuevo.

Y no tiene por qué ser algo que sólo puedan permitirse los muy ricos. Hoy en día, con la democratización de la alta fidelidad, existen opciones muy serias para tu equipo que no cuestan un riñón. Incluso en auriculares, la aparición de modelos planar asequibles ha democratizado el acceso al sonido de nivel alto. Ya no hace falta gastar una fortuna para disfrutar de una experiencia inmersiva y detallada.

Y ojo: no siempre necesitas lo más caro. A veces un DAC de 100 euros con buenas mediciones y diseño limpio da mejores resultados que uno de 500 con un chip "premium" pero mal implementado. La calidad no siempre cuesta más; a veces solo exige saber lo que se busca.

Conclusión: cabeza fría, oídos abiertos

Sistema de escucha en una exhibición Hi-Fi
Sistema de escucha en una exhibición Hi-FiLegacy Audio

El sonido no es una religión. No hay que creer: hay que probar, medir, escuchar. Las gráficas no son dogma, pero tampoco lo es tu oído. La alta fidelidad no va de elegir entre técnica y emoción. Va de entender ambas, y usarlas a tu favor.

Un buen equipo no es el que suena más caro, ni el que más te impresiona en los primeros cinco segundos. Es el que te hace disfrutar más de la música con el paso del tiempo. Y para llegar ahí, necesitas datos, pruebas, oído... y sentido común.

Porque al final, la música no es solo una señal eléctrica. Es una experiencia. Y lo que cuenta no es lo que dice la ficha técnica, sino lo que sientes cuando suena tu canción favorita y se te eriza la piel. Eso también se puede medir. A veces, con un multímetro. Otras, con el corazón.