Luna magnética
Confirmado por la ciencia: este es el misterioso origen de algunas rocas de la Luna
Ciertas rocas del satélite presentan un magnetismo muy fuerte, pese a que la Luna apenas tenga un campo magnético global. ¿Por qué sucede esto? La ciencia ha encontrado la posible explicación
En la superficie de la Luna se han hallado rocas sorprendentemente magnetizadas, pese a que actualmente nuestro satélite carece de un campo magnético global. Este misterio ha desconcertado durante décadas a científicos e ingenieros espaciales, que se preguntan cómo resulta posible que existan fragmentos de material lunar con un magnetismo tan fuerte en un entorno tan desprovisto de fuerzas activas.
Ahora, un equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) cree haber encontrado la respuesta. Su estudio indica que una combinación entre un débil campo magnético lunar primitivo y un impacto colosal habría provocado un fenómeno lo suficientemente potente como para dejar una fuerte huella magnética en la superficie. Esta nueva teoría no solo ofrece una explicación convincente, también podría ser verificada en misiones futuras.
Bastaron pocos minutos para crear un efecto permanente
La Luna no siempre fue un lugar sin actividad geológica como lo es ahora. Hace cientos de millones de años, pudo tener un núcleo con cierto dinamismo, capaz de generar un campo magnético, aunque más débil que el terrestre. Esta etapa temprana de su historia, conocida como su fase con “geodinamo”, resulta clave para comprender cómo algunas rocas pudieron magnetizarse en primer lugar.
Sin embargo, ese campo no parece suficiente para justificar el intenso magnetismo observado en algunas muestras traídas por las misiones Apolo. Aquí es donde entra en juego la hipótesis del impacto. Según el estudio del MIT, un evento como el que creó la enorme cuenca Imbrium —una de las formaciones más grandes del satélite— pudo liberar una cantidad de energía tan inmensa que vaporizó parte de la superficie y generó una gigantesca nube de plasma.
Ese plasma, altamente ionizado y cargado eléctricamente, interactuó brevemente con el campo magnético ya existente, amplificándolo de forma local e intensa durante unos minutos o incluso segundos. El resultado: rocas cercanas al impacto quedaban “impresas” con un nivel de magnetismo mucho mayor del que se explicaría por el campo lunar normal.
Esta magnetización habría quedado grabada en la estructura de los minerales, resultando como una especie de fósil magnético de aquel momento catastrófico. La clave está en que este mecanismo no requiere un campo global constante, sino una combinación puntual de energía térmica, material vaporizado y una pequeña chispa de magnetismo preexistente.
El equipo de investigadores también apunta a que, si su hipótesis es cierta, deberían encontrarse otras rocas muy magnetizadas en regiones específicas, como el polo sur o la cara oculta de la Luna, que también podrían haber sido golpeadas por impactos antiguos. La próxima misión Artemis, de la NASA, podría ayudar a comprobarlo al traer nuevas muestras de estas zonas poco exploradas.
Esta teoría no solo resuelve un viejo enigma lunar, también abre la puerta a nuevas formas de entender cómo los impactos pueden afectar el magnetismo de cuerpos planetarios. En otras palabras, las cicatrices de la Luna no solo explican la formación de cráteres y cordilleras, sino también de explosiones magnéticas que aún resuenan en su corteza.