Estreno

Crítica de 'La casa al final de la curva': más interesante por lo que insinúa que por lo que muestra, y Ben Foster lo sabe aprovechar

Una crisis de identidad camuflada de thriller psicológico que ya puedes ver en cines

Ben Foster en 'La casa al final de la curva'
Ben Foster en 'La casa al final de la curva'DeAPlaneta

Hay personas que escuchan la palabra "thriller" y se les abren los ojos como platos. Y yo no puedo evitar ser una de ellas, especialmente si detrás lleva el adjetivo "psicológico", así que podemos decir que'La casa al final de la curva' entra de lleno (al menos aparentemente) en mi género favorito. Eso, irremediablemente, hizo que las expectativas hacia la nueva película de Jason Buxton -ya en cines- fueran tan altas como las ganas que tenía de verla.

La película está basada en un relato corto de Russell Wangersky, un escritor y periodista canadiense que en sus tiempos también trabajó como bombero voluntario, incorporando sus experiencias traumáticas y tragedias en sus novelas. Un día, mientras Jason Buxton buscaba material para adaptar en una librería, Sharp Corner llegó a sus manos: el proyecto entró en desarrollo a finales de la década de 2010, pero no fue hasta 2023 cuando pudo filmarse. Y así nació su segundo largometraje después de Blackbird (2012).

Cuando el complejo de salvador se convierte en obsesión

Este thriller canadiense se adentra en los peligros de la obsesión a través de la historia de un padre de familia, cuya vida aparentemente ideal empieza a desmoronarse cuando se mudan a una preciosa casa rural en Nueva Escocia, buscando huir del bullicio de la gran ciudad. Pero no te adelantes, porque no es la típica que hemos visto cientos de veces. Los problemas no llegan por culpa de vecinos entrometidos, fenómenos paranormales o maldiciones que se ocultan en el sótano, apoderándose del alma del miembro más vulnerable de la familia.

Aquí los conflictos empiezan cuando se dan cuenta de dónde está situada su nueva casa: en una curva de la carretera, lo cual no es difícil de adivinar si te sabes el título de la película. Así que podríamos decir que la desgracia es bastante predecibledesde el principio. Pero bueno, la cuestión es que la familia no se percata de ello hasta que no sucede el primer accidente, dejando a todos completamente shockeados. Hasta aquí todo en orden: tanto el padre de la familia, Josh McCall (Ben Foster), como su esposa Rachel (Cobie Smulders) y su hijo Max (William Kosovic) se comportan como personas normales.

Pero la cosa se empieza poner interesante cuando Josh, interpretado por un Ben Foster -aquel al que vimos robar bancos para salvar su granja familiar en Comanchería, como un criminal al servicio de un sheriff en El tren de las 3:10, e incluso hacer de mutante en X-Men: La decisión final, en una de sus primeras apariciones en el cine- que vuelve a demostrar sus dotes camaleónicas, empieza a desarrollar una obsesión enfermiza por salvar las vidas de las víctimas de estos accidentes de coche. Lo que inicialmente parece ser un deseo noble de ayudar, se convierte en una peligrosa fijación que le llevará a sobrepasar muchos límites. Es su manera de sentirse vivo.

La escena que hace evidente el declive mental del protagonista (Ben Foster)
La escena que hace evidente el declive mental del protagonista (Ben Foster)DeAPlaneta

Foster ofrece una interpretación tan magnética que se convierte en dueño y señor de la película nada más empezar, cargando de tensión gestos tan rutinarios como ajustarse una corbata o regar el jardín. Su papel de Josh es el de un hombre que intenta cumplir con el papel de adulto responsable, pero su fachada de tipo ejemplar poco a poco va dejando entrever al espectador el caos que lleva dentro. Desde su forma de sostener la mirada hasta la forma de sonreír a cámara después de ayudar a un herido, pasando por la diferencia de tono que utiliza con su familia y en los rescates.

En cuanto a Cobie Smulders como Rachel, aporta a la película (con una actuación más que solvente) el contrapeso emocional a la deriva obsesiva de su esposo, funcionando como el ancla de la realidad familiar. Su personaje transmite inquietud y vulnerabilidad a partes iguales, es complejo, aunque algocontenido por exigencias del guion y no tiene -ni por asomo- tanto margen para lucirse como Ben Foster, cumple con solvencia en cada escena que aparece.

Identidad, culpa y tensión en una propuesta tan sobria como efectiva

'La casa al final de la curva' va más allá del thriller psicológico, y en lugar de apoyarse en giros sorprendentes (si los esperas, te irás verdaderamente decepcionado), la tensión se construye poco a poco, a través de silencios cargados de sentido y encuadres estáticos que reflejan la sensación de estancamiento vital que vive el protagonista. Hay una parte de juicio social, pero se nota que el director está muchísimo más interesado en escarbar en la mente de su protagonista que en hacer una crítica del sistema.

Así que, más que un thriller de accidentes, la película funciona más como un drama psicológico que reflexiona sobre el desconcierto masculino en tiempos de cambio. Y Josh representa a ese hombre narcisista que, al sentirse desplazado de los roles de poder tradicionales, necesita inventarse una misión que le dé sentido a su vida, en vez de cuidar de verdad a los que tiene cerca. Mi puntuación sería de 7/10.