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Ciberseguridad

La Policía Nacional de Cataluña, sobre los smartphones de Google: "Cada vez que vemos un Google Pixel pensamos que puede ser un narcotraficante"

Una afirmación tan contundente que hiela la sangre y que revela una guerra tecnológica que se libra a plena luz del día, pero de la que apenas somos conscientes

Smartphones Google Pixel 9 Pro Christian ColladoDifoosion

"Cada vez que vemos un Google Pixel pensamos que puede ser un narcotraficante". La frase, pronunciada por uno de los altos mandos de la lucha contra el narcotráfico de la Policía Nacional en Cataluña, es una de esas que te obliga a releerla dos veces. ¿Cómo es posible que el smartphone de Google, el estandarte de la experiencia Android pura, el favorito de los desarrolladores y de miles de usuarios que simplemente buscan una buena cámara y un software limpio, se haya convertido en el teléfono predilecto del crimen organizado?

La respuesta es compleja y nos sumerge de lleno en una guerra tecnológica entre las fuerzas de seguridad y las redes criminales, una batalla donde la privacidad y la seguridad se han convertido en las armas más codiciadas. Y en el centro de todo, como un protagonista involuntario, se encuentra el Google Pixel.

¿Por qué los Google Pixel?

Seamos claros: el problema no es el Google Pixel en sí mismo. Un Pixel sacado de la caja con su Android de fábrica no es más o menos seguro para un delincuente que un Samsung Galaxy o un iPhone. La clave, la razón por la que este terminal se ha vuelto tan popular en los bajos fondos, es lo que permite hacer con él: su naturaleza abierta.

A diferencia de otros fabricantes que ponen más trabas, los Google Pixel son conocidos en la comunidad tech por la facilidad que ofrecen para desbloquear su gestor de arranque (conocido como bootloader) e instalar un sistema operativo completamente diferente. Es una característica muy apreciada por los usuarios avanzados que quieren experimentar y tener el control total sobre su dispositivo. Y es precisamente esa libertad la que el crimen organizado ha sabido explotar.

El sistema operativo estrella para estos menesteres es GrapheneOS. Para quien no lo conozca, GrapheneOS es una versión ultra segura y centrada en la privacidad del sistema operativo Android. Es un proyecto de código abierto que coge la base de Android y la "blinda", eliminando por completo cualquier rastro de los servicios de Google y añadiendo múltiples capas de seguridad que lo hacen extremadamente difícil de rastrear y monitorizar.

Las ventajas para alguien que busca operar al margen de la ley son evidentes: comunicaciones cifradas de extremo a extremo, ninguna conexión con los servidores de Google que pueda revelar su ubicación o actividad, y funciones de seguridad extremas, como la capacidad de borrar por completo todo el contenido del teléfono si se introduce un PIN incorrecto varias veces.

La guerra tecnológica: troyanos y bolsas de Faraday contra la privacidad extrema

Evidentemente, las fuerzas de seguridad no se han quedado de brazos cruzados. Si los delincuentes han subido el nivel tecnológico, la policía se ha visto obligada a hacer lo mismo, dando lugar a una batalla de ingenio propia de una película de espías.

Cuando la policía detiene a un sospechoso con uno de estos terminales "bunkerizados", lo primero que hace es meterlo en una bolsa de Faraday. Estas bolsas especiales aíslan por completo el dispositivo de cualquier red externa, impidiendo que sus cómplices puedan enviar una orden de borrado remoto que destruya todas las pruebas.

Pero la herramienta más potente y controvertida que ha entrado en juego son los troyanos. Con la debida autorización judicial, unidades especializadas de la policía son capaces de infectar el teléfono del investigado con un software espía que les da acceso total y absoluto a todo lo que ocurre en el terminal. Como admite un investigador de los Mossos d'Esquadra en el reportaje de ARA, "para perseguir el crimen organizado o el terrorismo, si no metes troyanos, estás muerto".

El caso de Encrochat en 2020 es el mejor ejemplo. Se trataba de una red de comunicaciones cifradas usada masivamente por el crimen organizado en Europa. La policía francesa consiguió infiltrar un troyano en sus servidores y extrajo 115 millones de conversaciones delictivas, lo que llevó a la detención de más de 6.500 personas y a la incautación de cientos de toneladas de droga. La tecnología de los delincuentes era avanzada, pero la de la policía lo fue más.

GrapheneOS se defiende: "Nos oponemos al estado policial de vigilancia masiva"

Ante esta narrativa que asocia su software con la criminalidad, el equipo de GrapheneOS ha salido al paso para defender su proyecto. En un comunicado publicado en su perfil de X, afirman sentirse víctimas de una campaña de desprestigio por parte de "autoritarios europeos y sus cómplices en los medios".

Su postura es clara: "GrapheneOS se opone al estado policial de vigilancia masiva que esta gente quiere imponer a todo el mundo". Defienden que su software no es una herramienta para criminales, sino un proyecto que busca ofrecer un nivel de privacidad y seguridad superior para cualquier ciudadano que quiera proteger sus datos de la vigilancia masiva, ya sea por parte de gobiernos o de grandes corporaciones.

Reconocen que ningún sistema es 100% invulnerable, pero argumentan, con razón, que GrapheneOS elimina clases enteras de vulnerabilidades y hace que explotar las restantes sea infinitamente más difícil. Su objetivo, explican, no es impedir que alguien con tu PIN acceda a tus datos, sino protegerte de ataques remotos y de la extracción de datos no autorizada. Para ellos, la elección de su sistema por parte de grupos criminales es una consecuencia no deseada de crear una herramienta de privacidad realmente robusta.

Un debate incómodo sobre la privacidad y la seguridad

Esta historia no va solo de policías y ladrones 2.0. Va de algo mucho más profundo. El caso del Google Pixel y GrapheneOS pone sobre la mesa el eterno y complejo debate sobre los límites de la privacidad en un mundo digital.

Las mismas herramientas que un periodista, un activista o un simple ciudadano puede usar para proteger sus comunicaciones de un régimen autoritario, pueden ser utilizadas por un narcotraficante para coordinar sus operaciones. La misma apertura que los amantes de la tecnología celebramos en el Pixel, es la que permite transformarlo en una herramienta para el crimen (a pesar de que Google esté dando pasos para "cerrar" su sistema operativo a este tipo de modificaciones avanzadas).

El Google Pixel, un teléfono que nació para ser el máximo exponente de la visión de Google sobre Android, se ha convertido, de forma totalmente involuntaria, en el campo de batalla de una de las discusiones más importantes de nuestro tiempo. Un debate sin respuestas fáciles, que nos obliga a preguntarnos: ¿dónde acaba el derecho a la privacidad y dónde empieza la necesidad de seguridad? Y en esta guerra, el arma, curiosamente, es uno de nuestros móviles favoritos.