Tecnología
¿Se pondría en manos de un robot para una cirugía?
En 1983, mientras la mayoría de los españoles gozaban de la tecnología punta de la televisión en color, se ponía en marcha la primera máquina que colaboraba en el quirófano
¿Se pondría en manos de un robot para una cirugía? Todos hemos visto alguna película de ciencia ficción en las que un robot cura de forma autónoma a una persona. Pero claro, es ciencia ficción. ¿O tal vez no?
Los robots en cirugía existen desde hace más de lo que imaginamos. En 1983, mientras la mayoría de los españoles gozaban de la tecnología punta de la televisión en color, comprada el año anterior para ver el mundial de fútbol, se ponía en marcha el primer robot que colaboraba en el quirófano. El departamento de Ingeniería Biomédica del Hospital General de Vancouver (Canadá) daba vida a ARTHROBOT, el cual obedecía al cirujano mediante órdenes por voz. ARTHROBOT ayudaba a mover o girar las piernas de los pacientes en intervenciones en rodillas. Bueno, vale, no era un robot autónomo pero… ¡era 1983!
Llegados a este punto, tendríamos que definir en qué medida hablamos de mecanismos que asisten al personal clínico, y hasta qué punto son robots plenamente autónomos. Lo cierto es que la mayoría son sistemas que sirven para asistir al cirujano. El más popular hoy en día es el robot Da Vinci, desarrollado por la empresa americana Intuitive Surgical, que se ha hecho tan popular que hasta tuvo su minuto de gloria cosiendo una uva en el programa nocturno El Hormiguero.
Si nos preguntamos por el más avanzado en la actualidad, ese es el robot STAR, desarrollado por el estadounidense Children’s National Hospital, que sí que es un robot autónomo. Porque realiza él solito suturas en tejidos blandos, y aparentemente lo hace mejor que los propios cirujanos.
STAR está diseñado para realizar anastomosis, que es una conexión quirúrgica entre dos estructuras tubulares, es decir, con forma de tubo, como los vasos sanguíneos o las asas del intestino. Por ejemplo, cuando se corta quirúrgicamente parte de un intestino, los dos extremos restantes se cosen o se engrapan juntos.
Y no podemos dejar de hablar del minúsculo robot desarrollado por un grupo de investigadores del Hospital Infantil de Boston (EE UU) que ha conseguido navegar de forma autónoma por el interior de un cerdo, llegando a su corazón para reparar una fuga.
Hipernav, robots contra el cáncer
En Europa, y gracias al proyecto Hipernav, estamos trabajando para que los robots lleguen a operar tumores en tejidos blandos. De momento hemos avanzado mucho en cáncer de hígado, y después será el turno del páncreas.
Todo empieza con la reconstrucción de imágenes tridimensionales provenientes de resonancia magnética, tomografía axial computerizada o ultrasonidos. Luego se ponen en marcha algoritmos de navegación para que el instrumental laparoscópico sea autónomo. Y se analiza la estructura de los tejidos, con idea de hacer la resección más precisa, sin dañar tejido sano, venas y arterias.
¿Parece fácil? Pues no lo es en absoluto. Imaginemos una intervención con cámaras minúsculas dentro del cuerpo, que deben ayudar a diferenciar entre los distintos órganos y tejidos, un amasijo aplastado, blandito, que se deforma con la presión del instrumental, y al que añadimos sangre y humo. Todo un reto.
Aumentar la precisión en las intervenciones, así como realizarlas de la forma menos invasiva posible, tiene varias consecuencias. Entre ellas que la intervención dura bastante menos y que, al resultar menos invasiva, el paciente se recupera mucho antes.
Lo explicaremos con un ejemplo. Cuando una persona padece un cáncer de hígado, tradicionalmente se divide el hígado en ocho porciones delimitadas por los principales vasos sanguíneos. Luego se practica una cirugía abierta y en la operación se extraen las secciones que contienen tumores. Frente a ello, una laparoscopia solo hace unos pequeños orificios en el paciente. Y resecciona únicamente el tumor y algo más de tejido a modo de perímetro de seguridad.
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