Tecnología

Cuidado, ¿nos vigilan?

Llevamos más de 15 años conviviendo con las redes sociales y aún nos generan suspicacia. Nos hacen sentir inseguros, sabemos que tienen riesgos, pero las seguimos usando mal. Dejando pistas que nos ponen en peligro

Leyendas urbanas hay de todo tipo, pero una de las más inquietantes que circula es la que asegura que el móvil escucha nuestras conversaciones para luego ofrecernos la publicidad correspondiente. Pero no a través de un micrófono interno que graba nuestras charlas al teléfono, no. Que nos escucha cuando estamos tomando un café o en el dentista, con el dispositivo bloqueado y guardado en el bolsillo. La cosa se pone inquietante cuando es tu madre o tu prima la que te cuenta la historia. Que al salir del médico, Google le fue proponiendo diversas marcas de aceite de coco para la piel, tema de conversación que acababa de mantener con el dermatólogo hacía unos minutos. Sea como fuere, se trate de una historia como aquella de Ricky Martin o sea verídica, los expertos niegan que esto sea posible a día de hoy. Solo cabe la posibilidad de que se trate de un proyecto secreto y desconocido del que aún no se tenga noticia (algo nada descartable, por otro lado). En cualquier caso, lo que es irrefutable es que nuestra relación con la tecnología sigue siendo complicada. Llevamos ya décadas conviviendo con Internet y no acabamos de fiarnos. Es una sensación generalizada la de que nos vigilan, que se aprovechan de nosotros para fines estrictamente comerciales o de manipulación política. Las redes sociales irrumpieron masivamente en nuestras vidas hace unos 15 años y, pese a la suspicacia que nos generan, seguimos compartiendo más información de la que debiéramos y que nos pone en peligro, tanto a nosotros como a nuestra familia o nuestro patrimonio. Como si de una compulsión imposible de controlar se tratara. La Policía no cesa de decirnos cada verano que extrememos la precaución, que publicar en Facebook que nos vamos a Fuengirola y dejaremos la casa vacía quince días no suma nada y puede restarnos mucho. Pero ahí seguimos. Y eso que sabemos que nadie regala nada, que cuando nos suscribimos a todas esas aplicaciones y redes gratuitas y sin coste el producto acabamos siendo nosotros mismos.