Coronavirus
Guillermo Fesser: “Nos hemos dado cuenta de que la calle Alcalá puede oler a jazmín”
Ha aprovechado el confinamiento en Madrid para retomar el mítico programa Gomaespuma, en versión “mini” y de emergencia
Guillermo Fesser (Madrid, 1960) lleva media vida viviendo en Nueva York con su familia, pero el azar quiso que el confinamiento le pillara en España y aquí sigue, “envasado al vacío” desde el nueve de marzo. El Covid-19 le fastidió el plan, que consistía en pasar por Madrid con su mujer camino de Florencia, y después de ponerse enfermo se puso al servicio de los demás rescatando el mítico programa Gomaespuma con su compañero de fatigas, Juan Luis Cano. En la distancia corta que permite una charla por Skype, Fesser se muestra reflexivo y profundo. Se expresa de una manera grave y su pensamiento es elaborado, pero no aspira a convencer a nadie porque cree que “hasta que no te toca la china, no hay nada que hacer”. Él se conforma con tener intenciones y remar en la dirección elegida; “las expectativas solo generan frustración”.
-¿Cómo lo está pasando? ¿Le está resultando muy duro?
-La verdad es que estoy muy emocionado por el movimiento solidario que se ha creado. Pronto te das cuenta de que esta no es una enfermedad que pasas solo, hay muchos gestos de los demás que te ayudan. Me vino a la cabeza la frase de Kennedy, qué puedes hacer por tu país, y se me ocurrió que habría muchos a los que Gomaespuma aún podía arrancar una sonrisa. Llamé a Juan Luis y nos pusimos a ello.
-¿Qué efecto principal va a tener esta crisis creada por el Covid-19?
-Esta crisis ha dejado a muchos con el culo al aire, sobre todo a los que piensan que la lucha contra el cambio climático hay que aplazarla. Bueno, yo creo que si mañana nos dicen que no podemos volver a coger el coche por las grandes ciudades lo veríamos como algo normal. ¿De verdad hay tanta gente que no puede coger el transporte público? Estoy de acuerdo en que quizá no nos conviene parar el mundo completamente, pero ¿qué tal que no haya coches los jueves por la mañana y los viernes por la tarde?
-Es verdad que el teletrabajo hace tres meses parecía una entelequia.
-Creo que el error es el planteamiento radical. ¿Es mejor teletrabajar o ir a la oficina? Pues depende. Sería una maravilla conjugar ambas cosas. Mi opinión es que habíamos perdido la flexibilidad, que la tenemos como seres humanos, debido a nuestra fascinación por la tecnología. Los algoritmos nos estaban dictando lo que había que hacer y quizá es mejor escuchar a tu madre o a un vecino.
-¿Qué tal nos hemos portado los españoles comparados con los estadounidenses?
-En España hemos tenido la suerte de que alguien ha dicho lo que teníamos que hacer. Bien, mal o regular hemos ido todos a una. En EE UU ha sido un desastre total. Trump es un ególatra, un dictador y un narcisista que solo piensa en sí mismo y en el bien de la economía. Ha dicho cosas como que es mejor que mueran unos pocos a que nos arruinemos todos, por ejemplo. El caos ha sido total. Menos mal que algunos gobernadores, como el de Nueva York, y muchos ciudadanos han tenido dos dedos de frente. Él solo ha alimentado las teorías de la conspiración y ha hecho que los locos de siempre compren más armas.
-Ahora que se ha visto obligado a pasar más de dos meses en Madrid, ¿qué es lo que más ha echado de menos de su vida en EE UU?
-Eso es un poco como preguntar a quién quieres más, si a papá o a mamá. Ya me considero de los dos sitios, y cada uno tiene sus miserias y sus grandezas. Lo que más me atrae de EE UU es la capacidad que tienen de reconocer el mérito ajeno. Además, allí el hecho de ser distinto les atrae, les interesa. Aceptan al que no es de la pandilla y lo agradecen porque les aporta algo novedoso. América, a pesar de Trump, sigue siendo un país de emigrantes donde no te sientes rechazado. Eres uno más y eso es súper chulo. A la hora de trabajar también es estupendo porque te sientes reconocido en lo que haces, a la gente le gusta delegar y darte responsabilidades. Por resumirlo, España sería Don Quijote, la creatividad, el ingenio, y EE UU sería Sancho Panza, el “business plan”, la posibilidad de que las cosas se hagan. Cuando se juntan salen cosas maravillosas, como el cocinero Jose Andrés.
-¿Y usted planea jubilarse a lo Quijote a lo Sancho Panza?
-Yo veo la jubilación más a lo Don Quijote, por eso España es el país del turismo. Es aventura, diversión, los bares están abiertos. En EE UU llevas a tus hijos a un bar y te detienen directamente. Para la jubilación España, siempre.
-¿Y para el trabajo?
-Creo que en España hemos importado lo malo de las grandes corporaciones. Si progresas mucho te dan un despacho más grande. Copiamos lo malo, la “fast food”, las películas violentas y la cultura de empresa lamentable que está llevando a América al abismo. Y no copiamos lo bueno, lo de los pioneros que te hacen una tarta y te le dejan en el portal de tu casa.
-La semana pasada decía Carlos Alsina que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades respecto a las certezas. ¿Usted cómo se maneja en la incertidumbre?
-Estábamos demasiado fascinados por la tecnología, la lógica, lo que somos capaces de hacer... Se nos fue olvidando que, a fin de cuentas, somos monos. Creo que la felicidad de verdad está en el mono, en pegarle un abrazo a alguien que de verdad quieres o un puñetazo a alguien que te molesta, en salir a la naturaleza y entender por qué la trucha ha cogido la mosca verde y no la naranja. Se te puede olvidar que un tío te cuente que a su sobrino le han dado el Nobel de Física, pero que una amiga vaya a darte un abrazo en el funeral de tu padre eso no se olvida nunca. Las emociones permanecen. Y eso es lo que ha traído el coronavirus, emociones. De repente, nos hemos olvidado de las aplicaciones porque no estaba ocurriendo nada, nadie estaba investigando nada ni había descubierto nada epatante, pero estabas viendo que el sanitario lloraba cuando daba el alta a tu hermana del hospital. Hemos vuelto al plano de las emociones.
-¿Cuánto va a durar esto?
-Yo creo que van a permanecer. Nos hemos dado cuenta de que somos muchos los que pensamos que un mundo más tranquilo, humano, más cercano al mono que a la tecnología es posible y deseable. Y es que esta civilización loca no hace feliz a nadie; ni a los que supuestamente han llegado y están arriba ni a los que sufren abajo. Hemos creado un mundo superfluo en el que ya nadie quiere hacer cosas que duren porque para hacer el Museo del Prado hacen falta esfuerzo y mucho tiempo.
-Hay una cosa muy bonita que dijo en la presentación de “El Monstruo invisible” sobre un vertedero en Filipinas y es que la felicidad se da en lugares insospechados como ese. ¿Dónde encuentra usted una felicidad inesperada?
-Bueno, la felicidad no es permanente. Nada lo es. Es como si vinieran los Reyes Magos todas las noches, ya no te apetecería abrir los paquetes. Lo que sí creo es que la vida está llena de mezclas, nunca es el momento perfecto para nada. Ni para tener un hijo, ni para dejar un trabajo, no existe. El mismo día que te enamoras se te muere el perro, la vida es así. Lo que hay que hacer es aprender a navegar por esta vida con un código que te la haga más agradable porque si te la hace más agradable a ti, se la hace más agradable a los de enfrente. No se trata de ir buscándola a propósito. Escuchar es uno de los grandes trucos para encontrar la felicidad, y eso lo hacen mucho mejor en EE UU.
-¿Usted es de los que creen que las cosas pasan por algo o se limita a buscarles significado?
-No creo que lo ocurrido sea una llamada de auxilio de la Tierra o que la divinidad nos haya mandado un mensaje... Tampoco lo niego porque lo ignoro, no me lo planteo. Sin embargo, soy de la opinión de que se nos han brindado muchas oportunidades que hemos desaprovechado, como el 11-S. Tuvimos la opción de parar y reflexionar y fue todo lo contrario; a por ellos. En las últimas décadas ha habido momentos clave y no hemos sido capaces de pensar hacia dónde vamos. Esta vez puede ser diferente por una cosa: ahora los que estamos recapacitando somos los de abajo y nos estamos dando cuenta de que no estamos solos.
-¿Hacia dónde irá ese cambio?
-Hay gente que estará dispuesta a renunciar a parte de sus posesiones por tener una vida más agradable. La economía colaborativa nos lo está diciendo. La gente joven, por ejemplo, no tiene ambición de tener un coche, sino de poder tener acceso a uno que en un momento dado les pueda llevar a algún sitio. No tienen la ambición de presumir de coche. Creo que ese mundo ya está aquí y cada vez hay más gente que se da cuenta de que el planeta no aguanta. Nos han dejado un mes sin coches y la calle Alcalá ahora huele a jazmines cuando antes olía a basura. Nos habían convencido de que lo contrario a la pobreza era la riqueza y ahora sabemos que, en realidad, lo opuesto es la justicia social. Tener acceso a lo que necesitamos.
-¿Ve posible que en España aumente el apoyo político a los extremos?
-No me atrevo a hacer predicciones porque no sigo tan de cerca la política de España, pero sí que es verdad que el populismo lo tiene muy fácil cuando hay tanta gente que sufre, y aquí nos vamos a tener que remangar todos porque va a ser muy difícil. Es una pena no tener líderes que nos entusiasmen, aunque yo ya no tengo expectativas sino intenciones. Tratar de empujar para que las cosas sean de una manera.
-¿Cómo se ha visto en esta nueva “Gomaespuma”? ¿Más lúcido?
- Igual, la verdad. Es como montar en bicicleta, que no se olvida, o como cuando te encuentras a un amigo del colegio y a los diez minutos ya te estás tomando el pelo como siempre. En julio de 2007 fue la última vez que lo hicimos, pero a los tres minutos ya estábamos como siempre. Si no te miras al espejo y te ves las arrugas te crees que tienes 35 años y estás en M80. Cuando vuelva a EE UU quizá podamos mantenerlo de vez en cuando, pero solo el hecho de haber podido hacerlo y haber tenido una acogida tan cariñosa hace que haya merecido la pena.
-¿Cómo imagina que será este verano?
-No me imagino cómo va a ser este mundo de la transición, hay muchos interrogantes. Se me hace muy raro imaginarnos a todos con la máscara en una terraza, pero no tengo expectativas sino intenciones, encontraremos la manera.
-¿Qué libros o series le han hecho más llevadero el arresto?
-He vuelto a leer algunos que me habían gustado, como “El Guardián entre el centeno” o “La Colmena”, y te das cuenta de que las emociones no envejecen. También nos hemos puesto con la serie "Ozark” y “Gentefied”, una sobre bilingüismo en EE UU, que es un tema que me interesa especialmente.
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