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Estreno

El «Watergate», y todos los tontos del presidente

Julia Roberts y Sean Penn protagonizan «Gaslit», la serie que estrena Starzplay sobre los otros «héroes» del escándalo

Julia Roberts insistió para que Sean Penn interpretase a su marido Hilary Bronwyn GayleHilary Bronwyn

En psicología existe una actitud que no afecta directamente a los pacientes, pero sí a los profesionales que los tratan, que se denomina el «efecto Martha Mitchell», por el que el psicólogo o psiquiatra llegan a la conclusión de que un hecho relatado por el paciente es producto de un delirio o «estado alterado de conciencia», a pesar de que lo que cuenta sea la verdad. En junio se cumplen 50 años del «Watergate», el escándalo que sacudió la campaña de reelección de Richard Nixon para la presidencia de los Estados Unidos, y de cuya caída en desgracia tiene tanto que ver con los planes secretos de la Casa Blanca, como con la «boca sureña», Martha Mitchell. Sólo que en 1972 no era Julia Roberts.

Así pues de la buena de Martha, esposa del flamante fiscal general con Nixon, John N. Mitchell, que renunció para convertirse en director para el Comité para la Reelección del Presidente (CRP, luego denostado a «Creep»), y del resto de secundarios tras el escándalo «Watergate», nos habla la nueva serie estrenada en Starzplay, «Gaslit», y que pretende ser una especia de redención para un puñado de incautos que lo vieron venir, pero se sintieron arrastrados por la erótica conveniencia del poder. La serie, de ocho episodios, está creada por Robbie Pickering («Mr. Robot») y dirigida por Matt Ross y no pretende ser una versión moderna de «Todos los hombres del presidente», de Alan J. Pakula, ni asomarse al «Nixon» de Oliver Stone, pero sí bebe del primer episodio del podcast «Slow Burn» de 2007 dedicado al tema. Así que veremos varias vidas entremezcladas, interpretadas además por grandes actores. En torno al escándalo de Nixon (que al menos en los siete primeros episodios no aparece, lo que es un detalle), están su director de campaña de la reelección, John N. Mitchell, interpretado por Sean Penn bajo toneladas de maquillaje y dos o tres papadas, su esposa Martha (Roberts), el joven abogado John W. Dean (Dan Stevens), y Maureen (Betty Gilpin), un convincente agente de seguridad James Mcord (Chris Bauer), Chris Messina como el agente Angelo Lan hasta el enorme Shea Whigham como el más alocado G. Gordon Liddy.

La trama comienza meses antes del robo en la sede demócrata del edificio Watergate cuando la idea de hacer trampas en las elecciones presidenciales sólo era una teoría y Martha Mitchell vivía en una nube de revista en revista y de programa de televisión en programa hablando sin pelos en la lengua. Gracias a la interpretación de Roberts, vemos por qué la manera de ser y hablar de esta «socialité bon vivant de Washington» preocupaba a su marido y a todo el gobierno. Y también su actitud conservadora, con ideas propias sobre la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, una creencia ciega en el matrimonio y una tendencia a contar chismorreos de las conversaciones que oía de su marido y de mirarle los papeles del despacho. La otra media naranja es un irreconocible Sean Penn, salvo por esos ojos tristones. Su presencia en la serie no es fruto de la casualidad y sí de una petición expresa de Julia Roberts para que su amigo y ella coincidieran por primera vez. Y es cierto que las escenas juntos suben mucho el nivel, pero a pesar de la idea de que la serie gira en torno a cómo la destrucción de una presidencia, causó la destrucción de un matrimonio, tampoco la pareja crea momentos memorables aunque sí creíbles.

Es una buena serie con una factura muy fina, no hay duda, pero es cierto que cada capítulo de una hora da para demasiadas tramas confusas al mismo tiempo. Muchos críticos coinciden en que el material seleccionado podría dar para una película que asomaría la cabeza a varios premios. La serie es contundente y con unos diálogos que pretenden un calado que no consigue, como la primera escena en la que el excéntrico Liddy deja claro que la patria es lo primero: «La historia no la escriben las masas débiles: los cabrones, los comunistas, los homosexuales y las mujeres. Está escrito y reescrito por soldados que llevan el estandarte de los reyes». La serie es divertida por cómo presenta a esta panda de fanáticos y perdedores, alrededor de los cuales se gestó uno de los escándalos más grandes de la política mundial y que se desbarató por ineptitud, un guardia de seguridad que vio cinta que cubría los pestillos de algunas puertas y porque secuestraron e intentaron silenciar a Martha Mitchell, que cómo veremos había avisado con un «os lo dije».

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