
Confesiones
Alcaraz, sin filtro en "El Hormiguero": “Quiero equivocarme yo”
El estreno del documental de Netflix sobre Carlos Alcaraz coincide con un momento de dudas físicas y decisiones personales. El murciano se confiesa en el programa de Pablo Motos

Carlos Alcaraz ha elegido mostrarse tal como es: competitivo, sensible, fiestero y obstinado. Su documental recién estrenado en Netflix, "Carlos Alcaraz: A mi manera", funciona como una carta de presentación que va más allá de los rankings y las pistas de tenis. Durante su visita a "El Hormiguero" dejó claro que lo que vemos en pantalla no es una construcción: es él, con sus luces y sus conflictos, sus dudas y sus propias reglas. “Quiero equivocarme yo”, dijo. Y ahí está el centro de todo.
En sus propias palabras, la serie no muestra solo al tenista, sino al chico de 20 años que sigue aprendiendo. Habla de su relación con sus padres, sus amigos, su entorno. De lo mucho que disfruta desconectar. Y también de los choques con su equipo, que a veces prefiere que no salga de fiesta mientras él insiste en vivir con cierta libertad. No oculta esas discusiones. Al contrario: las convierte en parte esencial de su relato. “Hay momentos en los que vemos las cosas distintas, pero lo importante es que lleguemos a un acuerdo”, reconoció ante Pablo Motos.
La conversación televisiva giró también hacia su faceta más despreocupada. Alcaraz no eludió temas incómodos. Admitió que, tras ganar Roland Garros, solo pensaba en celebrarlo “como Dios manda”. Se confesó “fiel a la ginebra con limón” y reconoció entre risas que a veces “bebe más de la cuenta, si esa noche toca”. No se esconde. No intenta responder lo que se espera de un campeón. Lo suyo no es la pose del ídolo perfecto. Prefiere la autenticidad del que se permite ganar… y vivir.
En lo profesional, no todo es euforia. Su estado físico genera preocupación. Dijo estar “fastidiado”, pendiente de pruebas médicas tras una molestia que arrastra desde el Conde de Godó. “Está en duda”, repitió más de una vez al referirse a su participación en el Mutua Madrid Open. Aunque no lo dijo abiertamente, su entorno apunta al aductor como la zona conflictiva. El propio Carlos insistió: “Hay que escuchar al cuerpo”. La paradoja no pasa desapercibida: mientras en Netflix aparece imparable, en la vida real hace pausas forzadas.
Ese contraste entre el documental y el presente le da al estreno un tono inesperadamente íntimo. El joven número uno más precoz de la historia reciente admite que el tenis le exige más de lo que parece. “Cuando la mente está apagada, no va nada”, explicó. Por eso cree que cuidarse también implica desconectar. Como en ese viaje a Ibiza antes de Wimbledon, que fue criticado por su entorno. Lo defendió en el programa: “Me fui, lo pasé bien… y gané”. Su forma de entender la salud mental pasa por el equilibrio, aunque no siempre encaje en los planes de sus entrenadores.
Esa búsqueda de autonomía aparece también en su trato con otros jugadores. Con Nadal, por ejemplo, mantiene una complicidad que trasciende las pistas. En una anécdota divertida, contó cómo le ganó al parchís y el mallorquín encajó mal la derrota. “Dijo que los que no saben jugar tienen suerte”, recordó Alcaraz entre risas. “Dicen que es suerte, pero al saber le llaman suerte”, replicó. Una frase que resume su espíritu: seguro, rebelde y con sentido del humor.
A lo largo de la entrevista quedó claro que Alcaraz no quiere ser el tenista de manual. Ni el deportista que repite frases de protocolo ni el campeón que renuncia a sí mismo para alcanzar el éxito. En su documental y en su presencia pública, se dibuja como alguien que quiere ser dueño de su historia. Que puede permitirse una copa, un error o una victoria, pero que en todos los casos quiere que sea elección propia. Y si eso implica ir contra lo establecido, está dispuesto. A su manera.
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