Coincidencias
"El Hormiguero" descubre un Antonio Banderas testigo involuntario del mundo: del 23F al 11-S pasando por Obama
Lo que comenzó como una entrevista para promocionar “Gypsy” se transformó en un recorrido por los días en los que el actor malagueño rozó de cerca el caos, la historia y el poder
No todos los actores tienen una vida de película, pero Antonio Banderas parece haber vivido varias. Este lunes, en su visita a “El Hormiguero”, el malagueño fue mucho más allá de la promoción habitual de su musical “Gypsy”. Lo que parecía una charla distendida se convirtió, poco a poco, en un repaso a algunos de los momentos más tensos, improbables y determinantes de la historia reciente… todos vividos desde dentro. Por azar. O por una extraña puntería vital.
“Yo estaba viendo una obra en el Teatro de las Bellas Artes, justo detrás del Congreso”, arrancó Banderas al recordar el 23F, el día del intento de golpe de Estado en España. “Vi a un guardia civil corriendo con un arma corta. Me llamó la atención, pero entré al teatro”. Durante la función, algo no encajaba. “Había jaleo en la parte de atrás. Yo me puse a sisear porque no dejaban escuchar. En el descanso, una señora con un transistor me dijo: ‘Ha entrado un teniente pegando tiros en el Congreso’”. Lo que vino después fue surrealista: “Cuando salimos, no había nadie. Caminamos por la Castellana hasta Neptuno y había como dos mil personas gritando: ‘¡Ejército al poder!’”. Y remató con un recuerdo entre lo cómico y lo trágico: “Vivía en una pensión que se llamaba Doña Antonia. Qué miedo”.
La conversación derivó, sin transición, al 11-S. “Yo quería volar desde Nueva York el día 11 por la mañana hacia Los Ángeles para los Grammy Latinos, pero no encontré billete, así que volé el día 10”. Si hubiera mantenido su plan inicial, habría compartido ruta y horario con los vuelos que terminaron estrellándose contra las Torres Gemelas. “Después me llevé a casa a toda la delegación de artistas que había quedado atrapada: Alejandro Sanz, Tomatito, Estrella Morente… Tenía un piano de cola y un estudio en casa, y cantamos. Le habría puesto ‘Música contra el miedo’”.
Y si dos hechos históricos no fueran suficiente, Banderas añadió otro capítulo inesperado: la primavera árabe, que le pilló en Túnez. “Me avisaron en la embajada americana de que un chico se había inmolado. Se empezó a liar. Vi cómo desalojaban el hotel. Nos quedamos aislados”. En medio del caos, hizo una llamada a Felipe González. “Él me puso en contacto con alguien que había tomado el poder. Acabamos en París y ayudamos a redactar un decálogo para la transición. Pedí públicamente que entendieran que la revolución no es un fin, sino una herramienta para avanzar”.
Por si fuera poco, Banderas también relató la vez que Barack Obama visitó su casa. “Fue un poco shock para la familia”, dijo entre risas. “No podíamos entrar en un radio de tres millas. Tuvieron que llamar a la Casa Blanca para dejarnos pasar”. Durante la visita, los agentes de seguridad pidieron una foto: “Habían visto nuestras películas. Fue surrealista”. Incluso llegó a sostener —literalmente— una parte del mito: “Vi el maletín nuclear. Pregunté si era el teléfono rojo. Me dijeron que sí, y me lo enseñaron”.
Remató con otra escena de guion: su visita a la Casa Blanca bajo el mandato de Bill Clinton. “Nos invitó a cenar de manera privada. Fuimos en taxi. No te lo pierdas”.Banderas recuerda que el entonces presidente le mostró arte español y le habló de cine. “Nos enseñaron una habitación entera llena de saxofones. Era un museo improvisado de regalos presidenciales”.
Lo curioso no es solo lo que ha vivido, sino cómo lo cuenta. Sin grandilocuencia, sin impostura. Como si fuera inevitable estar ahí, justo cuando el mundo decide torcer el guion. A veces el destino tiene sus propios planes, y en el caso de Banderas, parece empeñado en situarlo en primera fila. Sin buscarlo. Sin pedirlo. Pero con la sensibilidad justa para recordarlo y contarlo con la pausa de quien sabe que las mejores historias, a veces, no necesitan actores. Solo testigos.