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Teatro
Crítica de 'Gypsy': Banderas, y la obsesión de una madre ★★☆☆☆
Es en el segundo acto, una vez que el dramatismo de la historia se ha asentado en el escenario, cuando el musical empieza a funcionar mucho mejor

Música: Jule Styne. Letras: Stephen Sondheim. Libreto: Arthur Laurents. Dirección: Antonio Banderas. Interpretación: Marta Ribera, Lydia Fairén, Carlos Seguí, Laia Prats, Carmen Conesa... Teatro Apolo, Madrid. Hasta el 25 de mayo.
Antonio Banderas dirige este clásico del teatro musical de Broadway con música de Jule Styne, letras del idolatrado Stephen Sondheim y libreto de Arthur Laurents que se estrenó originalmente en 1959 y obtuvo, entre otros galardones, seis premios Tony.
La obra está inspirada libremente en las memorias de Gypsy Rose Lee, que se convirtió en los años 30 del pasado siglo en estrella del burlesque dando un cierto aire de naturalidad y un novedoso sentido del humor a sus interpretaciones. El argumento tiene como protagonista a la madre de Gypsy, interpretada por la aplaudida actriz de musicales Marta Ribera (sustituida el día que este crítico vio la función por su cover, la completísima Carmen Conesa). Rose, que así se llama el personaje, tiene como única y descabellada meta en la vida conseguir que sus dos hijas triunfen haciendo vodevil en una época en la que este género ya está de capa caída y el burlesque ha empezado a reemplazarlo.
Aunque en los últimos tiempos está remitiendo, y hay buenas muestras de ello en la cartelera, existe una tendencia aún demasiado extendida a considerar que el tono dramático de todo espectáculo musical ha de ser el de la comedia simplona e infantilizada. Y ese es el problema que presenta esta propuesta hasta llegar al segundo acto. No se entiende bien el aroma naíf que impregna toda la primera parte de la función, donde, además, se intenta exprimir un humor que no permiten los diálogos ni las situaciones. En rigor, la historia de ‘Gypsy’ es la de una mujer que se dedica a la explotación infantil de unos niños entre los cuales están, para colmo, sus propias hijas. Por supuesto que ese tema, como cualquier otro, por duro que sea, podría abordarse con humor, pero es que aquí resulta imposible por la dinámica de la acción, por la evolución de los acontecimientos tal y como están planteados en la dramaturgia y por la propia literatura del libreto (al menos en esta traducción).
Es en el segundo acto, una vez que el dramatismo de la historia se ha asentado por fin en el escenario, cuando las cosas empiezan a funcionar mucho mejor. Incluso, desde el punto de vista formal y estético, parece que todo está encaminado a que sea solo esa segunda parte la que deslumbre al espectador, dejando la primera casi abandonada al feísmo en lo que concierne a la luz, las proyecciones, la escenografía y la propia composición de las escenas.
En el plano musical, las canciones suenan en español algo sosas dentro de una partitura que no despierta, en conjunto, grandes emociones, a pesar de estar muy bien interpretada. Destacan las canciones 'Todo tan casual' y 'Unidos seguimos', así como el bonito y delicado trabajo que hace Lydia Fairén en el personaje de Louise (Gypsy).
- Lo mejor: Las coreografías en general y algunas escenas del segundo acto que sí desprenden el brillo que cabe esperar en una producción de estas características.
- Lo peor: La pretendida comicidad, bastante infantil si acaso la hubiera, de toda la primera parte.
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