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Estreno

El mal engendra el mal por contagio

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El submundo de las personas sin hogar no se deja de lado y se les oye hablar DIsney+

Si cerramos los ojos un rato, y queremos, podemos traer a nuestra memoria los ecos de la pandemia. 100 días en los que los españoles estuvieron bajo el estado de alarma viviendo las situaciones más surrealistas. Sin embargo, la vida siguió en la calle para un grupo social sin casa. Y durante 40 días, entre marzo y abril de 2020, tuvieron lugar en Barcelona cuatro asesinatos con un mismo denominador común: las víctimas eran indigentes y sin hogar. De ahí el aviso al comienzo de la serie que acaba de estrenar Disney+ «El mal invisible»: «Inspirada en hechos reales».

La serie de ocho episodios nos traslada a Barcelona en marzo de 2020. Las calles vacías de la Ciudad condal donde solo circulan coches de policía y las palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, nos retrotrae a la pandemia de la COvid-19. El espectador tiene entonces su primer encuentro con una parte de los protagonistas, decenas de personas que por las noches se protegen en soportales y bajo puentes por falta de una vivienda. Cada uno con sus historias y sus razones para encontrarse en esa situación. La existencia de tantas personas viviendo de esta forma añade una crisis social a la ya sanitaria existente. El creador de la serie, Lluís Arcarazo la presenta como una crítica a la invisibilización de las personas sin hogar. Rápidamente, y a través de una conversación, conocemos cómo utiliza el concepto del «mal» en doble sentido: como maldad humana y como virus que infecta a sus víctimas. Dirigida por Marta Pahissa y producida por The Mediapro Studio en colaboración con 3Cat, la serie se estrenó inicialmente en TV3 y 3Cat, para luego llegar a Disney+. Los protagonistas, aparte de los «homeless», son la pareja de mossos d’esquadra que forman Quique Molina (David Verdaguer), un agente de homicidios muy tenaz y violento y Marga Muñoz (Ángela Cervantes»), compañera intuitiva que lucha contra la violencia machista dentro y fuera del cuerpo policial. Ambos hacen buena pareja, quizá demasiada, por eso Quique está en proceso de divorcio y eso afectará a toda su conducta perdiendo los nervios con pocos estímulos. La acción está principalmente centrada en la pareja policial y la resolución de los asesinatos casi en formato procedimental. Hay subtramas como la vida personal del protagonista y cómo lidia con su vida y su hija pequeña. Otra es la que tiene lugar entre el comisario Quim Vilana (Alex Brendemuhl) y Max (Roger Guitart), padre e hijo que tendrán que aprender a vivir juntos en pandemia, mientras el joven busca su sitio y conoce a su descarada vecina Rebeca (Victoria Kantch). Completan el reparto Cristina Genebat, Paco Sarro, Melina Matthews, David Bagés y Rosa Boladeras, entre otros.

La serie es muy oscura desde el principio. La comisaría, la casa del policía y todas las escenas de indigentes que duermen son el acompañamiento a un tono sombrío que acompaña todos los episodios y que da sensación de falta de aire. No hay humor, y apenas algo de ironía, lo que puede hacer que para algunos espectadores les resulte pesada y lenta. Tampoco ayuda la excesiva extensión de algunas subtramas que distraen, pero para mal. Todo el desarrollo de los personajes y el universo de los sin techo son muy interesantes, porque contrarresta con la violencia con la que son asesinados y cómo esos casos se diluyen por la indiferencia social a ellos o a sus razones. Entre ellos son iguales. Lo mismo da un español que hace 11 años que vive en la calle que un migrante recién llegado. Y como sociedad propia, también tiene sus males, que a veces se encuentran entre las fuerzas del orden. Una demostración de que pueden casar perfectamente dos géneros como el thriller y la denuncia social sin sensacionalismo. Eso sí, las escenas tienen todas un halo de realidad y crudeza, aunque cuando intentan recordarnos que es en pandemia, resulta un poco forzado porque solo se toman precauciones cuando no molestan para los diálogos o la puesta en escena.

Tanto Verdaguer como Cervantes hacen una interpretación bastante buena, y establecen una química muy creíble y como veremos a lo largo de la serie, peligrosa. También hay que reconocer que a Brendemuhl los papeles suelen venirle como anillo al dedo y también borda el de comisario entre afable, familiar, pero recto e intransigente. Si tienen oportunidad intenten acceder al idioma original, en catalán, porque el doblaje, en muchas ocasiones de los propios actores, hace que uno se distraiga por su planitud y no se disfrute del todo la serie.