Estreno
“Perejil”, historia de un tenso fuego diplomático
Movistar Plus+ transforma un episodio casi olvidado en una crónica política que revela mucho más de lo que parece
El 10 de julio de 2002 no pasó gran cosa, si no fuera porque un islote minúsculo, casi invisible en el mapa y sin agua ni sombra, se convirtió en el epicentro de una sacudida diplomática de proporciones mayúsculas. Hoy, más de dos décadas después, Movistar Plus+ recupera aquel episodio en “Perejil”, una serie documental en tres partes que lleva al espectador por las costuras de una crisis tan simbólica como reveladora. A veces, una cabra en un peñasco es solo eso. Otras, se convierte en una pieza de ajedrez geopolítico con más peso del que se admite en público.
La historia es conocida, o al menos así creemos recordarla. Un grupo de gendarmes marroquíes desembarca en el islote de Perejil, planta bandera y, sin saberlo, desencadena la movilización de los tres ejércitos españoles por primera vez en democracia. Lo que se archivó como una anécdota pintoresca —la frase de “al alba y con viento de levante” aún retumba como un sketch involuntario— es revisitado aquí con un enfoque limpio, nada efectista y bastante más serio de lo que muchos están dispuestos a aceptar.
Porque “Perejil” no busca el chiste fácil ni el titular trillado. Bajo la dirección de Tian Riba, la docuserie convierte ese episodio en lo que realmente fue: un pulso de poder en un tablero donde jugaban más piezas de las que España podía ver a simple vista. Francia, Estados Unidos, la OTAN, la Liga Árabe… todos con su asiento en la sala, y todos opinando sobre lo que debía hacerse con un trozo de tierra más pequeño que una pista de pádel. Y ese, precisamente, es uno de los logros del proyecto: convertir lo que parecía insignificante en una ventana a tensiones mucho más complejas.
El relato se apoya en más de 40 testimonios de alto voltaje. No solo reaparece José María Aznar, sino que también se suman Ana Palacio, Federico Trillo o Jorge Dezcallar. Y lo hacen sin disfraz, con memoria quirúrgica y cierta libertad para revisitar decisiones que hoy podrían leerse con otros ojos. Este juego de espejos —entre el presente y lo que fuimos— es otra de las virtudes de “Perejil”. No impone juicios, pero sí empuja al espectador a reconsiderar lo que supo o creyó saber.
El envoltorio está cuidado con mimo. Las imágenes de archivo se ensamblan con recreaciones discretas pero muy eficaces, que no buscan el espectáculo sino la atmósfera. Todo respira con medida, sin necesidad de subrayar cada giro o apretar el drama. Y sin embargo, la tensión es real. Hay algo incómodo en ver cómo una pieza de soberanía tan anecdótica se convirtió en un efecto dominó que encendió todas las alarmas. Lo que se vivió como una película de acción, con helicópteros, infantes de marina y despliegues inesperados, queda ahora como una advertencia elegante: no hay terreno tan pequeño que no pueda esconder un conflicto enorme.
En esa línea, la serie también funciona como recordatorio. No solo de lo que pasó, sino de cómo pasamos por encima de ciertos episodios. Si hay algo que “Perejil” consigue con soltura es cuestionar el olvido voluntario, esa costumbre de trivializar lo que incomoda. Y lo hace con una narrativa inteligente, que prefiere la profundidad al impacto gratuito, la reflexión al exceso.
¿Tiene defectos? Tal vez quienes busquen ritmos más vertiginosos o una mirada más confrontativa puedan echar algo en falta. Pero incluso esa moderación juega a su favor. No es un documental para encender fuegos, sino para iluminar rincones. Y esa luz, por tenue que sea, revela mucho.
Como ejercicio de memoria colectiva, “Perejil”pone sobre la mesa temas que siguen sin resolverse del todo: el estatus de Ceuta y Melilla, las tensiones con Marruecos, la fragilidad de ciertas alianzas. No lo hace con lecciones, sino con hechos. Y eso se agradece. Hay series que buscan enseñar; esta se limita a mostrar. Lo cual, si se hace con inteligencia, suele tener mucho más efecto.
En los tiempos que corren, donde el ruido y la prisa lo manchan todo, ver una serie que dedica tres episodios a explicarte por qué una roca desierta se convirtió en foco de tensión global, es casi un lujo. Y lo es porque, lejos de inflar lo anecdótico, elige rascar hasta que aparece el nervio. Ahí donde otros habrían hecho un documental sobre una bandera, “Perejil” hace un mapa de relaciones, orgullos y silencios. No es poco.