Televisión

Jero García desvela la verdad detrás de 'Hermano Mayor': "Me han sacado desde un puñal hasta una pistola"

Campeón de España de boxeo, kick boxing y full contact, el madrileño fue coach del programa de Mediaset entre los años 2015-2017

Jero García, conductor de ‘Hermano mayor’
Jero García, conductor de ‘Hermano mayor’larazon

Jero García fue el protagonista el pasado jueves del episodio 334 de 'The Wild Project', el videopodcast de Jorge Carrillo de Albornoz Torres, conocido como Jordi Wild o Giorgio, uno de los grandes creadores de contenidos de nuestro país, con 12,1 millones de seguidores en su canal principal y más de 6,3 millones en la cuenta de YouTube de 'The Wild Project' que se alzó con el Ondas este año en la categoría de Trayectoria en la Industria del Podcast. El boxeador de Carabanchel, campeón de España de boxeo, kick boxing y full contact, espetó todas sus experiencias pasadas durante las más de horas de duración que duró la entrevista, en la que contó todo el proceso de selección para sustituir a Pedro García Aguado como coach de 'Hermano Mayor' y confesó que detrás de cámaras no hay ni trampa ni cartón.

No se veía todo lo que se grababa

Jero García habló sin tapujos en 'The Wild Project' sobre la intensidad real que vivió durante su paso por 'Hermano Mayor'. El boxeador reveló que el trabajo en el programa no tenía nada de sencillo ni de guionizado, como muchos pensaban. "Nosotros estábamos en las trincheras", afirmó, relatando situaciones extremas que vivió con algunos participantes. Contó que llegó a enfrentarse a menores que le sacaron una pistola, un puñal o incluso spray de defensa personal. “Eso me lo he comido yo”, declaró con crudeza, dejando claro que muchas de esas escenas no se emitieron por tratarse de situaciones delictivas. Jero explicó que, antes de su llegada al programa, un equipo de redactores convivía durante 48 horas con el joven y su familia para observar su comportamiento real. A partir de esa información se organizaban las actividades, que sí estaban diseñadas previamente, pero nunca se sabía cómo reaccionaría el adolescente. Él entraba en escena al tercer día, cuando el participante ya estaba habituado a las cámaras y no las percibía. "Yo llegaba a putearle", reconoció, justificando su método como una forma de confrontar al menor con el mismo daño que este infligía a sus padres.

El objetivo de Jero y del equipo psicopedagógico no era castigar, sino provocar una ruptura emocional que facilitara un cambio real. Según explicó, el diseño de las actividades respondía directamente al tipo de maltrato que el menor ejercía en casa. Si encerraba a sus padres, lo encerraban a él; si insultaba, se le hacía pasar por situaciones similares, pero a través de dinámicas controladas. "Yo quiero que subas, porque cuanto más subas, la hostia va a ser mejor", confesó, dejando claro que buscaban un estallido emocional que sirviera como catalizador para el cambio. Tras dos o tres días de presión, comenzaban una fase más suave que desembocaba en el visionado del comportamiento del joven. Ese momento, según Jero, era clave, ya que muchos menores nunca se habían visto maltratando a sus padres, y al enfrentarse a esas imágenes, se rompían emocionalmente. “Esa es la puta terapia. Es una terapia de choque”, sentenció. Todo el proceso se desarrollaba en unos 12 días, un plazo corto comparado con años de terapia tradicional, pero diseñado para acelerar la toma de conciencia y fomentar la empatía.