Declaraciones

Ted Sarandos dinamita el romanticismo del cine: “Netflix está salvando Hollywood”

Durante su intervención en la Cumbre TIME100, el CEO de la platadorma de la "N" roja defendió el streaming como el nuevo estándar de consumo cultural, frente a una industria que no termina de soltar el pasado

Ted Sarandos dinamita el romanticismo del cine: “Netflix está salvando Hollywood”
Ted Sarandos dinamita el romanticismo del cine: “Netflix está salvando Hollywood”Netflix

¿Se acabó el rito colectivo de apagar el móvil, sentarse en la butaca y dejarse envolver por la oscuridad de una sala de cine? Para Ted Sarandos, uno de los máximos responsables de Netflix, la respuesta es un rotundo sí. En la reciente Cumbre TIME100, el CEO defendió no solo el modelo de su empresa, sino un cambio de paradigma que, según él, ya no es una tendencia sino una realidad instalada. Y con una frase tan polémica como directa, afirmó que "Netflix está salvando Hollywood".

Lejos de matices, Sarandos presentó su visión como una corrección del rumbo. Según explicó, si las salas de cine están vacías y la taquilla se desploma, no se trata de una crisis pasajera, sino de un mensaje claro del público: quieren ver películas en casa. Y si esa es la voluntad del consumidor, Netflix —asegura— no hará otra cosa que satisfacerla. El argumento no es nuevo, pero el tono sí: hay una intención de declararse no como amenaza, sino como salvavidas de una industria en mutación.

En su intervención, Sarandos desechó por completo la “ventana de exhibición” de 45 días entre cine y plataformas, calificándola como “pasada de moda”. Reconoció que todavía ceden a algunos directores el paso por salas comerciales, pero más por razones de premios o marketing que por verdadera convicción. “A la prensa le gusta hablar de películas que llegan a cines”, dijo con algo de sorna. Pero para él, el objetivo sigue siendo claro: convencer a los creadores de que el éxito real está en conectar con el espectador donde esté, no en proyectarse en una pantalla grande.

La idea molesta a quienes aún defienden el cine como experiencia compartida, pero tampoco es una sorpresa. Netflix lleva años construyendo un catálogo de títulos que han competido de tú a tú con los grandes estudios tradicionales. Desde “Roma” de Alfonso Cuarón hasta “La sociedad de la nieve” de J.A. Bayona, pasando por “El irlandés”, “Historia de un matrimonio” o “El poder del perro”, la N roja ha respaldado a algunos de los nombres más potentes del cine contemporáneo. Y sí, también ha producido toneladas de contenido poco memorable, como las sagas de “365 días” o “Mi primer beso”, pero ese es el precio —y también la estrategia— de jugar en volumen.

Para Sarandos, lo importante es que se sigan haciendo buenas películas. “Lo que me molestaría es que se dejen de hacer”, insistió. Y defendió que quedarse anclados en cómo deberían verse las películas puede ser más nocivo que liberarlas de su corsé tradicional. Es decir: no importa tanto si se estrenan en cines o en móviles, siempre que se mantenga la calidad. Suena razonable, pero no todos lo compran.

Hay algo que el propio Sarandos admite con cierta resignación: muchos cineastas aún sueñan con la gran pantalla. Crecieron con esa idea romántica del cine como templo cultural, y les cuesta dejar atrás la imagen de las salas llenas, las ovaciones espontáneas y las lágrimas compartidas entre desconocidos. “Eso ya no pasa”, dijo. Y remató: “Es una idea anticuada”. Palabras duras para los nostálgicos, pero coherentes con su discurso.

La realidad, no obstante, es más ambigua. El streaming ha democratizado el acceso, sí, pero también ha fragmentado la atención. Ver una película en casa no implica el mismo tipo de inmersión, ni de permanencia en la conversación pública. Y aunque Netflix tiene músculo creativo y económico, el modelo basado en algoritmos y tendencias también ha generado un ecosistema de estrenos fugaces, donde incluso lo excelente puede diluirse entre lo olvidable.

En el fondo, el debate no es solo sobre pantallas, sino sobre qué tipo de cultura audiovisual queremos construir. Una cultura de fondo y permanencia o una de consumo rápido y masivo. Sarandos cree que ambas cosas pueden convivir. Sus críticos no están tan seguros. Pero lo que es evidente es que la idea del cine como espacio sacro está siendo reemplazada, para muchos, por otra igual de poderosa: la de ver una película sin moverse del sofá, en zapatillas, y aún así emocionarse.

El tiempo dirá si esa transformación realmente salvó a Hollywood o simplemente lo cambió para siempre.