Toros

Toros

A El Pana se le paró el corazón

32 días después de la gravísima cogida que le dejó tetrapléjico

Fotografia del torero mexicano Rodolfo Rodríguez "El Pana"
Fotografia del torero mexicano Rodolfo Rodríguez "El Pana"larazon

Hacía 32 días que un toro colorao le lanzó al aire y le estampó contra el suelo.

Hacía 32 días que en realidad ocurrió. Justo cuando aquel toro colorao, con los condenados pitones mirando hacia la arena (casi en renuncia del riesgo) y en aquel lugar de México cuyo nombre no responde a vida tan novelesca, le lanzó al aire y le estampó contra el suelo. Aquella caída le causó a Rodolfo Rodríguez una lesión irreparable en la columna. Una cuadriplejia que le despedazaría el corazón, para el que ha necesitado 32 días, con sus noches, para dejar de latir. Las dos muertes se encontraron en la mañana de ayer. A sus coquetos 64, en realidad cumplió los 69, deambulaba El Pana todavía por los caminos de Dios en busca de toreo como quien se sabe incapaz de vivir sin ello. Vividor, trovador, poeta sin verbo. El último romántico. Romántico de veras con la tauromaquia en la sangre y el derroche de la vida hasta las últimas consecuencias. Panadero, sepulturero, y vendedor de golosinas, vida y obra de un lenguaraz que no dejó indiferente a nadie, avivador de polémica desde su juventud y conquistador de las emociones perdidas. «Prefiero que me mate un toro a que me atropelle un carro», dijo en esa temporada que pisó España de la mano de Morante de la Puebla, para verse las caras con el torero de La Puebla en el Palacio de Vistalegre. Aquellos tiempos, viejos delirios de un torero que quiso retirarse una tarde de 2007 en Plaza México y no soportó el propio embrujo de su éxito para irse y siguió y siguió los rumbos de un corazón torero. Aquella tarde, mítica, como el brindis que dio la vuelta al mundo. «Quiero brindar este toro, mi último toro de mi vida de torero en esta plaza, a todas las daifas, muselinas, meretrices, prostitutas, suripantas, bruñís, putas, a todas aquellas que saciaron mi hambre y mitigaron mi sed cuando El Pana no era nadie, que me dieron protección y abrigo en sus pechos, en sus muslos bases de mis soledades. Que Dios las bendiga por haber amado tanto. Va por ustedes».

Místico, rebelde y con un personalidad fuera de lo común se hizo su hueco entre los fieles, mientras castigaba cuerpo y alma en ese canto irremediable y condenatorio a la bohemia. Rodolfo Rodríguez, el «brujo de Apizaco» fue tan fuera de lo común, personaje tan rico y extraordinario, que murió un 2 de mayo y se marcó un paseíllo lento de 32 días, con sus noches, hasta que el corazón le dejó de latir. Dejarme solo. La simbología del último paseíllo. Torero. Torero. Esta vez va por usted.