Alicante
Cómo disfrutar a cualquier precio
El Fandi fue el gran triunfador de la última corrida del serial alicantino
El Fandi fue el gran triunfador de la última corrida del serial alicantino
Alicante. Quinta de la Feria de Hogueras. Se lidiaron toros de la ganadería de Las Ramblas, bien presentados en general y desiguales de juego. Tres cuartos de entrada en los tendidos.
Enrique Ponce, de gris plomo y oro, estocada entera (oreja); estocada entera, un descabello (ovación).
David Fandila «El Fandi», de blanco y plata, estocada (oreja); estocada (oreja).
Miguel Ángel Perera, de purísima y oro, pinchazo, estocada (silencio); entera (ovación).
Se cerró la Feria de Hogueras con una desigual corrida de Las Ramblas, un encierro del que varios de sus ejemplares -primero, segundo y quinto- permitieron lucir a sus matadores y disfrutar al público que acudió a la plaza en este broche final, dispuesto a divertirse a toda costa y amortizar como fuese el precio de la localidad.
La tarde la encarriló ya Enrique Ponce con el toro que abrió la función, uncido enseguida a la muleta del torero de Chiva, que le llevó con un temple exquisito, sin un solo tirón y ninguna violencia, midiéndole exacta y perfectamente para no quebrantarle pero exprimiéndole poco a poco y totalmente.
Muy distinto fue el cuarto, que entraba al paso, sin entrega alguna y gazapeando. No se dio por vencido Ponce, que le buscó las vueltas por todos los medios, con paciencia y tesón, hasta que un desarme, cuando ya llegaba un buen rato intentándolo, le hizo desistir definitivamente.
El Fandi se encontró con un primer toro encastado y repetidor con el que volvió a cumplir con lo que en él es norma desde hace ya tiempo.
Se lució con el capote, tirando de repertorio; entusiasmó en banderillas y dio mucha fiesta en el último tercio, desde los derechazos rodilla en tierra hasta los adornos con que finalizó una larguísima faena. Pero en el tramo fundamental de su quehacer faltó unidad, sacando los muletazos de uno, perdiendo siempre muchos pasos para colocarse y yendo un poco al ritmo que le marcó un toro excelente.
La gente estaba volcada con él, aplaudiendo todo y pidiendo música antes de que iniciase su segundo trasteo, toreando sin apreturas, con muchos tiempos muertos y sin fajarse para nada con un astado noble y manejable, que no le creó problema alguno.
El primer toro de Perera se paró enseguida, mostrándose muy reservón y a la defensiva y rajándose pronto y descaradamente, haciendo inútiles los esfuerzos del torero pacense por sacar al menos un muletazo.
Tampoco tuvo suerte con el que sexto, distraído y muy a su aire, de embestida descompuesta y violenta y en el que, pese a todo, derrochó voluntad y valor, estando mucho rato ante él pero sin conseguir otra cosa que dejar patentes sus ganas.
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