Toros

Algeciras

Juli, a hombros en la antesala de José Tomás

El madrileño cortó dos orejas en una sólida faena al único buen zalduendo de la tarde en la feria de Algeciras

El Juli ejecutando un derechazo al primer toro de su lote / EFE
El Juli ejecutando un derechazo al primer toro de su lote / EFElarazon

Algeciras (Cádiz). Segunda de abono. Se lidiaron toros de Zalduendo, terciados y desiguales de presentación. El 1º, manejable; el 2º, noble, con entrega y clase; el 3º, de corto recorrido; el 4º, descastado; el 5º, deslucido; y el 6º, de media arrancada, sin clase y deslucido. Casi lleno.

Morante de la Puebla, de verde botella y oro, media estocada (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

El Juli, de marino y oro, estocada (dos orejas); dos pinchazos, estocada corta, descabello (saludos).

Roca Rey, de tabaco y oro, estocada (ovación); media, descabello (silencio).

Era ya el segundo de la tarde del día antes. El día de. El día a secas. Y ocurren las cosas del misterio. El descubrimiento de plazas hasta ahora ajenas y las colas infinitas para quien es plaza habitual. «Si es así hoy, cómo será mañana». Guapa estaba la plaza de Las Palomas. Salvo la brisa. La brisa de Cádiz. Y ese olor penetrante que hace buscar el mar como droga en plena abstinencia. Pero brisa odiosa cuando levanta el engaño cual trapo indefenso y así deja al torero delante de la cara del toro. Morante, con sus patillas tan amplias, tan curtidas que le inundan la cara, le desdibujó el viento por completo y ni vimos faena ni sombra de ella ni tan siquiera el toro y eso que era el primero de la tarde y manteníamos las ilusiones intactas. Todavía nuestras, como si no pesaran los casi 700 km y el coche perdido en quién sabe qué parking de quién sabe qué lugar. Eso es lo que ocurre cuando uno más que ir a los toros comienza a peregrinar.

Reseteamos para ver a Julián y sus 20 años a cuestas. El viento, que ya no era brisa ni nada que se le pareciera, le levantaba el flequillo o el pelo, cual chiquillo, cuando se disponía a torear. Aplicó ese consejo que cuando se logra hace grande a lo que ocurre en el ruedo y fue torear con los trastos a ras de la arena. Por debajo de la pala del pitón y cuando hubo resultó toreo conquistado por sometido, gobernado, empleándose el toro, que tenía buenas condiciones y las regalaba. Lo supo Julián y lo quiso disfrutar, como si recapacitara entre tanda y tanda para acoplarse de nuevo, resituarse en el aquí y el ahora. Así fue, el toreo de manos bajas, ya con la capa en el recital de chicuelinas. Cuando al zalduendo comenzó a faltarle ímpetu le sacó Juli redondos antes de meterle la espada y el doble premio. El quinto fue un plomo. De toro. De escasa presencia, tímida y tocada cornamenta (demasiados lujos para la que está cayendo) y dudosa casta. Un caso. Poco que rascar. Como el de Morante en cuarto lugar, aislado de la climatología ya a estas alturas de la tarde, pero sin antagonista con el que relatar nada que no fueran pases sin historia.

Roca Rey, que se frustró con un tercero de corto recorrido, se las vio con un sexto manso que además tuvo corta la arrancada y más todavía la codicia. Puso todo el peruano, pero no tenía mucho que torear. Solo un toro salvó una tarde. La tarde en la que El Juli se fue a hombros con un toreo de manos bajas. La tarde antes de. La tarde antes de volver José Tomás. A secas.