Sevilla

«Lástima de espada... Era el día señalado, carne de Puerta Grande»

El sevillano repasa desde la tranquilidad del hotel su gran tarde en Madrid

Pepe Moral, feliz, con la oreja del tercero
Pepe Moral, feliz, con la oreja del tercerolarazon

En la soledad del hotel, apenas media hora después de la corrida y tras la ducha más placentera, Pepe Moral era un hombre feliz. Acababa de cerrar el círculo. Atrás quedaba el ingrato olvido, esa amnésica indiferencia que duele como la peor de las cornadas. Preso en casa sin torear. Semanas. Meses. Años. Ocho, desde su Puerta Grande en Madrid como novillero. Los cuatro últimos, sin vestirse de luces. El pasado Corpus, en su Sevilla natal, salió del letargo y volvió, a golpe de dos orejas, a la primera línea. En San Fermín llamó a la puerta y, ayer, casi descerraja el quicio de Las Ventas. En la silla, como hace ocho años, otro traje grana y oro, rezumando toreo. Moral está de vuelta y quiere quedarse. Perenne.

–Enhorabuena.

–Muchas gracias. Era una tarde muy importante para mí, para reafirmarme como torero. Me he sentido y he mostrado lo que quiero transmitir como torero. Aunque la sensación, al final, es agridulce.

–Lástima de tizona en el sexto.

–Por eso lo digo. Estoy contentísimo con mi actuación, pero en el segundo toro me ha podido la emoción y, tal vez, me haya precipitado. Es una pena porque era tarde de Puerta Grande. El día señalado.

–Habla de reafirmarse. Sevilla, Pamplona, Madrid, más adelante, Albacete. Eslabón a eslabón va haciendo camino.

–Por eso no puedo perdonar ninguna tarde y salgo con esa mentalidad. Las dos orejas de Sevilla me pusieron a funcionar, me abrió la puerta a la sustitución en Pamplona y allí corté otro trofeo. Cogí ambiente para entrar en este cartel en Madrid y este triunfo de esta tarde tiene que catapultarme todavía más. Es el camino. Como el buen toreo, seguir hilvanando triunfos y huecos en las ferias.

–¿Cómo ha vivido sus dos faenas?

–La primera me ha dado muchísimo moralmente y estoy seguro de que las consecuencias las voy a notar en mi progresión. Ha sido un toro con movilidad y desde el principio lo he intentado cuidar porque le veía condiciones, he disfrutado una barbaridad cada muletazo. Hubo alma y emoción.

–Y el idilio con Madrid sigue...

–Desde mi presentación que pinché las orejas con la espada y, sobre todo, esa tarde de San Isidro a hombros, Madrid es talismán para mí y le guardo un cariño muy especial.

–En dos meses, le ha cambiado la vida.

–El 19 de junio no tenía más que dos toros en Sevilla y un vacío de cuatro años sin hacer el paseíllo. Ahora, ir al hotel, vestirme, pasar esos miedos y torear... Es un sueño.

–¿Qué hizo para no aburrirse?

–Confiar en mí, confiar mucho, y no dudar de lo que lleva uno dentro. Estar en casa, viendo a los compañeros por televisión y sin un contrato ni para un festival es durísimo. El mundo se te viene encima. Por suerte, en los momentos de flaqueza, cuando yo lo veía todo perdido, estuvo cerca Manolo Cortés, mi apoderado, para tirar de mí.

–Entonces, ¿de vuelta en Otoño?

–Ojalá sirva esta oreja. Madrid es el cielo.