Toros
San Isidro: de la feria pobre a la mejor feria de décadas
El ciclo madrileño, que durará hasta el 16 de junio, se ha convertido en el mejor San Isidro de muchos años, a pesar del polémico bombo
El ciclo madrileño, que durará hasta el 16 de junio, se ha convertido en el mejor San Isidro de muchos años, a pesar del polémico bombo
Todavía quedan casi dos semanas y unos cuantos platos fuertes de este San Isidro 2019. Cada tarde será como siempre ese misterio a resolver en el que nada, absolutamente nada está escrito, se abrirá el telón en ese estruendoso juego entre la vida y la muerte lleno de verdad. Y desgarrador en ocasiones.
Ha sido este San Isidro la feria de la polémica. El San Isidro que empezó a fraguarse de boca en boca antes que nunca, en el mes de febrero, antes incluso que la temporada echara andar y que después se adentró de lleno en el pesimismo, al irse conociendo la confección de los carteles.
El sorteo, el famoso bombo, que había metido Simón para innovar este San Isidro traía como daño colateral la ausencia de gran parte de las figuras: Morante, José María Manzanares y El Juli. El madrileño se arregló a última hora cogiendo las tardes en las que sería ausente Enrique Ponce por aquella tremenda cogida y lesión de su rodilla izquierda en Valencia.
Este año, por el calendario litúrgico, Sevilla empalmó con Madrid. Un día de descanso entre los doce de la Feria de Abril y los 34 de San Isidro. En el sur hicieron un ferión sobre el papel que tiró de taquilla lo primero, hubo notables llenos de “No hay billetes” y luego lo más importante, el ruedo funcionó. La magia del toreo se expandió casi cada tarde. Pablo Aguado, Roca Rey, Morante...
Una vez finalizada Sevilla, Madrid parecía el túnel negro. Me equivoqué. Veintidós tardes después, que se dice pronto, y sin temor a lo que venga, que nadie sabe, estamos ante el mejor San Isidro de décadas. En estas 22 tardes, creo recordar que dos o tres hicieron honor al aburrimiento. No más. Nos hemos permitido después robar momentos inmensos para el invierno. Tardes de esas que sientes el orgullo de la afición y deseas estar acompañado por alguien que se asome por primera vez a la tauromaquia.
Antonio Ferrera nos ha sacado de Madrid, nos ha llevado al limbo y ha hecho con nosotros lo que le ha dado la gana. Emocionante su tarde, sin partitura, alocada, enigmática, mágica... Roca Rey ya ha demostrado que reina por derecho propio. Y no solo en su inmensa Puerta Grande. El día de Adolfo Martín, enhorabuena ganadero, corrida encastada y brava, eso es la Fiesta, cuajó al toro sin espada. El mismo día que la crueldad de la Fiesta, la otra cara, se cebó de nuevo con Manuel Escribano con aquella cornada que le atravesó el muslo.
David de Miranda, que llegaba a Madrid con una historia humana de superación tremenda, cuajó a ese bravo Juan Pedro cuando creímos que la tarde estaba echada. En el sexto todo cambió. Muchas tardes, bien lo sabemos los que tenemos la hora de cierre del periódico atosigándonos.
Perera abrió la primera Puerta Grande, polémica, porque fue más laxa que ninguna. Paco Ureña nos ha emocionado con esa capacidad de darse sin medida y así Román. Valores de acero y ambiciones dispuestas a todo. Pablo Aguado llegó y nos dejó soñar de nuevo. Le esperamos para cerrar la feria.
Diego San Román, el novillero mexicano, nos asustó ayer hasta lo insospechado, con un valor de otro planeta. Han embestido toros, movilidad, transmisión, bravura. Se han devuelto, hasta ahora, muy pocos y salen las corridas entipadas. Se convierte en norma lidiar los seis. No más. Madrid está siendo un espectáculo grande muchos días. Y eso nos hace grande a todos.
Entrevisté a Rafa Garrido y Simón Casas, representantes de Plaza 1 y gestores de Madrid pocos días antes de la feria. Tenían buenos augurios. Y no se equivocaron. Enhorabuena a los empresarios: la mejor feria de muchos años. Y esto lo decimos bajito, para que siga la racha.
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