Toros

Sevilla

Y López Simón cogió su fusil

Al volapié

Manoletinas de López Simón a uno de sus toros
Manoletinas de López Simón a uno de sus toroslarazon

López Simón podía haber cogido la espada y tirar por calle de enmedio. El público lo hubiera entendido y agradecido porque lo contrario era ponerse a media noche con un pie en cada raíl del AVE. Era el último de la corrida, asomaba la luna entera, las nubes estaban de un bellísimo rosa palo de algodón dulce y no era plan de ponerse trágico con un muyahidín negro mulato que tenía en cada pitón un kalashnikov con mira telescópica. Las coladas previas no fueron de acostarse, sino de entrar el toro entero. Uno de los banderilleros del torero madrileño se escapó por puntos. Pero hay gestos que diferencian a los toreros, a los que pueden llegar a ser figura y a los que no. López Simón quiere ser figura, pese al tapón de los de arriba y a las zancadillas de los despachos. Y también quería quitarse la espina de la alternativa en Sevilla que hace tres años se quedó a medio descorchar. López Simón cogió su fusil y se fue a hacerle la guerra a «Burriño», el último del decepcionante encierro de los hermanos Fraile. La faena fue de huevos y amor propio, pero también de cabeza, empapando al toro en la muleta para cegarle el instinto criminal. Parecía imposible que pudiera sacar agua de un pozo tan turbio y la sacó López Simón, cruzándose al pitón contrario y tirando los dados. Fueron dos, tres tandas con olor a napalm. Era faena para irse con la música a otra parte, pero el pasodoble Puerta Grande iba adelantando –quizás, tenía ya una oreja– el guión de la historia si le mete la espada. Se perfiló López Simón y se tiró a matarlo. Salió derrumbado, hecho un trapo hacia las tablas después de topar en hueso. López Simón tenía los puntos frescos de la cornada de Albacete. Se tocaba el vientre y la pierna, dando tumbos como un vaquero con dos tiros en el estómago. Faltó el sello final. Y sin sello, como decía Rafael Ortega, las cartas se quedan en el buzón. Por supuesto que tiene razón Rafael Ortega, que encumbró, como nadie, la suerte de matar. Pero el mensaje de López Simón caló ayer en los tendidos. De Santa Elena para abajo también se han enterado de que hay una troupe de toreros –Garrido, López Simón, Roca Rey– que van buscando pelea. Un «rat pack» pidiendo guerra. El amor propio de López Simón fue un bonito homenaje a uno de los toreros con más raza que ha pisado los ruedos del mundo. Ayer se cumplían 31 años de la cogida mortal de «Paquirri» en Pozoblanco. También contribuyó a este homenaje Manuel Escribano, que se fue, como hacía «Paquirri», a recibir a portagayola a dos de sus toros. Paquirri es uno de los toreros espejo de Escribano. Y Escribano se espejea en el amor propio y la casta de «Paquirri».