Sevilla
Y salió el toro para olvidar una guerra
Mora le corta una oreja a un gran toro de El Pilar
La Maestranza (Sevilla). Octava de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de El Pilar, Moisés Fraile (2º y 4º) y un sobrero de Jandilla (1º), desiguales de presentación. El 1º, noble y de media arrancada; el 2º, de media arrancada y brutote; el 3º, extraordinario; el 4º, noble, humilla y le falta un tranco en la arrancada; el 5º, noble y bajo de revoluciones; y el 6º, protestón. Menos de dos tercios de entrada.
Miguel Abellán, de blanco y plata, estocada atravesada, media, descabello (silencio); estocada que hace guardia, tres descabellos (silencio). Manuel Escribano, de berenjena y oro, estocada trasera, seis descabellos, aviso (silencio); estocada corta (saludos). David Mora, de fucsia y oro, estocada trasera y caída (oreja); pinchazo, estocada (saludos).
Hay toros que se descubren por el camino. «Niñito» lo cantó de salida. Desde que David Mora se abrió de capa y nos dejó un saludo a la verónica que hacía presagiar luz a la vuelta de las tinieblas. Tenía que pasar. Nos lo merecíamos a estas alturas del serial. Tras el remate, y el caballo, donde fue el toro por dos veces, de lejos y con entrega también, se ajustó Mora en las chicuelinas, con personalidad, había gusto, algo distinto. A partir de ahí, el toro de El Pilar fue un canto a la bravura. Una auténtica locura, un espectáculo en sí, más allá de todo: el toro, el motor de nuestra Fiesta. Fijeza, capacidad de entrega en la muleta sin levantar la mirada del engaño entre muletazo y muletazo. Una máquina de embestir que se abría en el encuentro, que lo hacía por fuera, sin apretar, respetando los ritmos, aquí y ahora, hasta el infinito y más allá, inagotable fuente de bravura, sin una mirada a tablas, jamás. No había en él un resquicio de perdición. David Mora lo vio rápido cuando se puso con la derecha y comenzó el toreo ligado siempre, esa fue la virtud, aunque intermitente en la profundidad. Ésa que tenía el animal. Mediada la faena tomó la zurda y por ahí viajó el toro un metro más de lo habitual. Volaba «Niñito» detrás de la muleta, trepidante la arrancada, emotiva, íntegra. Era pura vida lo que ocurría ahí abajo. David Mora quiso, no volvió la cara y creó una faena ligada, pero los toros tan buenos ponen las cotas muy altas. Es un examen con difícil resolución en el término medio. Paseó un trofeo, pero «Niñito» era toro para poner paz en esta guerra que está dejando Sevilla huérfana. Al toro se le ovacionó; sin duda mereció la vuelta al ruedo póstuma.
El sexto fue protestón y basto y Mora se justificó y casi le cuesta un disgusto la suerte suprema, de la que salió prendido. Manuel Escribano volvió a hacerse dos portagayolas sin inmutarse. Miraba su primero siempre por encima de la muleta y tenía media arrancada irregular con la que buscó el acople Escribano tocando distintas teclas. El quinto llegó con nobleza pero bajo de revoluciones al último tercio y los esfuerzos del sevillano quedaron en punto muerto.
Tampoco el regreso de Miguel Abellán pasó a la historia con un primero, sobrero de Jandilla, que se dejó hacer con media arrancada, y un cuarto con más matices, que ponía la cara abajo y por ahí quería muleta aunque le faltara un tranco. «Niñito» había sido el toro de la feria. Y el resto de la tarde pareció seguir ese sibilino plan de fastidiarnos esta Feria de Abril en mayo.
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