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El camelo del tope del gas
Montero y Calviño deberían explicar dónde están las ventajas
El Gobierno y sus ministros no paran de sacar pecho colgándose medallas por las supuestas bondades del cacareado «tope del gas», que iba a permitir que en España la escalada de precios no afectara a los consumidores como en el resto de Europa. La realidad, una vez que va pasando el invierno, es que estamos ante una gran engañifa. Los casos de familias afectadas por facturas desorbitadas son innumerables. Conozco personas que han dejado de usar gas porque no pueden pagarlo. Se calientan como pueden. Y no se trata de un hecho aislado. Es normal toparse con gente a quienes les han venido recibos desorbitados. De costar 200 euros el pasado invierno a 900 este año. Un colega de profesión, de 400 a 1.500. Y en un bar cercano, de 550 a 2.600. Montero y Calviño deberían explicar dónde están las ventajas del tope, cual es la rebaja, por qué no han informado debidamente a la gente de qué deberían hacer para no encontrarse tales sorpresas. Y lo peor es que algunas compañías han estado incluso sin pasar recibos durante meses, con lo que al final envían tres de golpe. Latrocinio por triplicado.
Hay una cosa clara con este Gobierno. No es verdad casi nada de lo que dice. Todo es puro maquillaje. El gas no ha bajado, sino que ha subido, lo mismo que la luz y la cesta de la compra. Son especialistas en espuma. Todo por habernos enemistado absurdamente con Argelia para tapar los errores cometidos previamente con Marruecos. Y por incluir el gas ruso dentro de las sanciones de la UE. Unos lumbreras.
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