El chequeo de la cosa
El carrito del súper
La famosa cadena alimentaria, a la que se refiere el ministro de Agricultura, Luis Planas, chirría con los eslabones oxidados
Todos hemos lidiado alguna vez con un carrito de la compra inestable, cerril, imposible de manejar. Los carros siempre terminan desviándose hacia las estanterías, giran a la contra, son ingobernables.
Durante mucho tiempo los carros de la compra tenían voluntad propia y chocaban con la oferta del mes o finalizaban en un siniestro que ya quisieran para sí las mutuas del seguro.
Los expertos de marketing afirman que los carros de los súper suelen tener cierta inclinación a desviarse hacia la izquierda para poder dirigirlos con una sola mano y utilizar la derecha para elegir los productos. Los más caros están a la altura de los ojos pero suelen cambiar de lugar periódicamente, lo que lleva a una lucha más prolongada para dominar al insurrecto carrito.
Hoy día, para gobernar al maldito vehículo se necesita un curso de «carrista» en el Campo de San Gregorio y un buen fajo de billetes para hacer la compra de la semana. La inflación ha desengrasado los ruedines y atorado el consumo. Las familias incrementan las visitas al híper para acotar la cesta y el gasto cuando la inflación se ha impuesto ya como un blindado en los presupuestos de los hogares.
Según lo anunciado por el Banco de España esta semana, el precio de los alimentos escalará este año más de lo previsto, de media un 12%. La famosa cadena alimentaria, a la que se refiere el ministro de Agricultura, Luis Planas, chirría con los eslabones oxidados. Los agricultores y ganaderos, mientras, protestan de nuevo ante la falta de trasparencia.
La propia vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, reconoce que los precios de los alimentos se resisten a bajar. Son rebeldes como las erráticas ruedas del carrito del súper.
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