Castilla-La Mancha
Historia de una escultura y una fotografía
La estatua de Federico Martín Bahamontes en el Miradero ha servido de improvisado marco para homenajear su figura la semana de su muerte
“Era un deber cívico, para crecer como sociedad y cerrar heridas que habían quedado sin cicatrizar en Toledo”. Es la reflexión sincera desde París de Eduardo Sánchez Butragueño, principal impulsor hace un lustro de la escultura que sobre el Miradero de la Ciudad Imperial se yergue representando a Federico Martín Bahamontes sobre la bicicleta mientras escala.
Obra del artista valenciano Javier Molina Gil, la iniciativa vino a cargo de la Fundación Soliss cuando estaba dirigida por Butragueño, un toledano comprometido con su ciudad y que buscaba subrayar la importancia de Fede para Toledo y saldar deudas con él. De carácter controvertido en ocasiones, Bahamontes había tenido el reconocimiento de sus paisanos y deportistas, pero su carácter combativo y a veces impulsivo también le granjeó numerosos encontronazos.
“Era la hora de terminar con una asignatura pendiente, igual que se hizo unos años antes con la escultura a Juan de Padilla, el principal comunero en la primera ciudad comunera de España, donde no tenía ningún tipo de reconocimiento”, explica Eduardo. “¡Qué distinto hubiera sido que Fede hubiese muerto sin que se levantara esa estatua que se ha demostrado todo un acierto!”.
Butragueño pasa unos días de descanso en París, donde le ha pillado la muerte de su gran amigo Federico. “¡Qué mejor lugar que aquí, en la ciudad de sus triunfos, para honrar su memoria!”, aunque reconoce que le hubiera gustado estar en Toledo durante las exequias del ciclista. No obstante, “me he sentido orgullosísimo al contemplar cómo la escultura ha servido de lugar improvisado de homenaje esta semana de su muerte”.
«El propio ciclista supervisó todos los avances de la escultura», recuerda Eduardo Butragueño
El propio Perico Delgado se hizo una foto a su lado estos últimos días y cientos de ciclistas han peregrinado hasta ese punto de la Cuesta de las Armas, donde se levanta el monumento que al encontrarse sobre una rampa o subida, parece incluso dinámico y en movimiento.
“El propio Fede fue supervisando todos los avances de la escultura y dando ideas y aportando comentarios para hacer más real la obra”,
asegura Eduardo, quien data su amistad con el Águila de Toledo allá por el año 2008, cuando en el blog de fotografía histórica y antigua Toledo Olvidado, que él mismo elaboraba, recuperó numerosas instantáneas de los años 1954 y 1959, cuando Fede fue recibido en su ciudad tras haber alcanzado el primer premio de la Montaña en el Tour y luego posteriormente la victoria en la propia carrera.
“Quedó muy impresionado por la cantidad de fotografías que guardaba y que fui recuperando y de ahí nació una gran amistad que se mantuvo hasta el final”, indica Sánchez Butragueño. Dentro de los laberintos que tiene la Historia, hay uno muy peculiar en torno a una fotografía del año 49, en la que se ve a un chico con un carro de frutas paseando por la calle Hombre de Palo, junto a la Catedral.
Asegura tajante que su construcción hace cinco años era «una asignatura pendiente»
Es obra de un fotógrafo americano que venía realizando una serie de retratos costumbristas en Toledo, como este en que se ve un cartel del Corpus Christi de aquel año. “Yo pujé por aquella fotografía porque me gustaba, pero alguien me la quitó… Luego me enteré que fue don Luis Alba González, hijo predilecto de la ciudad, quien se hizo con ella, porque él tenía más dinero que yo… Pero después, andado el camino, cuando conocí a Luis le dije y revelé el gran secreto que él no sabía en torno esa fotografía que me había robado… Que el chico que aparecía con un carro de frutas por la calle Hombre de Palo era Federico Martín Bahamontes en el año 49, diez años antes de que se convirtiera en ídolo mundial del ciclismo… Es una historia bonita”.
Lo cierto es que la ciudad ha rendido honores y homenaje a su hijo adoptivo –porque era natural de un pueblecito toledano que se llamaba Val de Santo Domingo- en la semana de su muerte como una personalidad histórica. La Sala Capitular del Ayuntamiento de Toledo se abrió por vez primera para velar un cadáver y ese fue el de Federico Martín Bahomontes. Por allí pasaron Miguel Induráin, Carlos Sastre o Anselmo Fuerte, entre otros. Sus restos ya descansan en el Cementerio Municipal de Toledo. Su obra sobrevuela la ciudad y su escultura sobre el Miradero recuerda al águila que tan alto llegó, hasta tocar las cumbres del cielo con la punta de sus dedos a golpe de pedal.
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