Entrevista

«Tener una microbiota sana puede prevenir la depresión y la ansiedad. Todo está conectado»

Amanda Rodríguez-Urrutia, médico psiquiatra del servicio de Salud Mental del Hospital Valle de Hebrón y autora de "Siente lo que comes"

Amanda Dominguez
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El estudio del microbioma está suscitando mucho interés. Cada vez existen más evidencias de que estamos antes buena diana terapéutica para atajar diversas patologías. Hablamos con la doctora Amanda Rodríguez-Urrutia, autora de «Siente lo que comes», donde pone de manifiesto la importancia de equilibrar la microbiota para alcanzar una vida más saludable.

La microbiota está en boca de todo el mundo, ¿por qué es tan importante?

De ella depende en gran medida que tengamos una buena salud. Nuestro organismo está colonizando por varios cientos de microorganismos diferentes que llegan a superar diez veces en número a las células de nuestro cuerpo. La mayoría se concentran en nuestro intestino. Es a lo que conocemos como |«flora intestinal» o |«microbiota». Cumple una función de equilibrio y homeostais y está en constante comunicación con el resto del cuerpo. De ahí que, si se desequilibra, se puedan generar estados alterados de salud, como la irritabilidad, el insomnio, el dolor y la hinchazón abdominal u otras enfermedades importantes como la obesidad y la depresión.

Se dice que es nuestro segundo cerebro.

Absolutamente. Ya lo advierten dichos populares como «sentir mariposas en el estómago» o «tener un nudo en el estómago». El sistema nervioso que inerva el sistema digestivo es un verdadero cerebro, con receptores para los mismos neurotransmisores cerebrales, capaz de producir y almacenar el 90% de la serotonina de nuestro cuerpo y regular funciones como el sueño, el apetito y el dolor. La comunicación entre los dos cerebros es constante y bidireccional. Es un mudo apasionante del que cada vez conocemos más. ¡En el intestino también hay también células olfativas!

Comenta que repercute en la salud mental, ¿con qué trastornos se relaciona?

Equilibrar la microbiota es clave para cuidar la salud mental. No solo influye en la función del intestino, sino también en el sistema nervioso central. Se ha identificado el eje cerebro-intestino-microbiota como un aspecto clave en las fases del neurodesarrollo, lo que indica que los acontecimientos de la vida temprana durante la colonización inicial y el desarrollo de la microbiota pueden determinar la salud mental en la edad adulta. Hay estudios que relacionan su desequilibrio con enfermedades como la depresión, el TDAH, el autismo o la enfermedad de Parkinson. Tener una microbiota sana aumenta las probabilidades de gozar de mejor salud mental y de prevenir trastornos como la ansiedad y la depresión.

«Los microcambios diarios son muy poderosos para transformar nuestros hábitos»

¿Qué indica que está alterada?

Los síntomas más frecuentes de la disbiosis intestinal son: fatiga, distensión abdominal, diarrea o estreñimiento. También puede acompañarse de síntomas extraintestinales como déficit de concentración o irritabilidad. Para confirmarlo, el médico debe prescribir un análisis de la microbiota fecal por parte de un laboratorio especializado.

¿Cómo podemos equilibrarla?

La dieta es probablemente el factor más importante para la microbiota y su biodiversidad, pero también influyen el estrés, la exposición solar, el sueño y el descanso, la actividad física y los fármacos que hayas tomado -sobre todo antibióticos-. En términos generales, debemos seguir cuatro pilares para tener una buena calidad de vida: comer bien, realizar actividad física, aprender a gestionar el estrés y tener más contacto con la gente que queremos. Respecto a la dieta, la más recomendada es la mediterránea, aunque una alimentación equilibrada debería ser suficiente.

La teoría suena bien, ¿alguna recomendación para cambiar de hábitos?

No es necesario hacer transformaciones drásticas, sino «microcambios» diarios que van sumándose y, a la larga, son muy poderosos. Cada auténtico cambio proviene del resultado de cientos de decisiones pequeñas y diarias. Además, la mayoría de los hábitos suelen retroalimentarse: quien hace ejercicio, suele comer bien, no tiene sobrepeso, se cuida, sale al aire libre, está de buen humor, duerme mejor… y eso repercute en la microbiota y en el resto del cuerpo. Hay que tener presente a diario que todo está conectado.