Un buen plan
Para un fin de semana perfecto en la Ribera del Duero
Visita a una bodega y con pernocta en un balneario: nos vamos a la “milla de oro” del corazón vinícola de Castilla y León
Con este calor cuesta moverse, pensar en cualquier destino es pensar en pasar calor, o no. Se pueden encontrar planes para disfrutar por algunas horas de espacios agradables. Esta vez vamos de un balneario a unas bodegas y de las bodegas al balneario para los más tranquilos y para los más inquietos, en este plan también podría encajar la visita a algunos lugares cercanos.
Esta vez nos dirigiremos al corazón de la Ribera de Duero, justo a San Bernardo en Valladolid. Buscaremos el Balneario de Valbuena Castilla Termal para instalarnos y darnos el primer chapuzón combinado con un aperitivo o comida. Podríamos arrancar con un salmorejo, croquetas de jamón o un poco de Jamón de Guijuelo sobre una rebanada de pan Payés y tomate ecológico, y no sigo porque me comería todo antes de meterme a la piscina. Pero esto solo sería el aterrizaje y el arranque, porque de aquí nos esperan una visitas imprescindibles.
Nos preparamos para acercarnos a la Dehesa de los Canónigos, que está situada dentro del término municipal de Pesquera de Duero y en la zona conocida como la “milla de oro” de la Dehesa del Duero, muy cerca del hotel, son siete minutos en coche. Esta bodega no es un lugar cualquiera. Tiene una historia que merece la pena conocer.
Sus primeros propietarios fue el clero, el Cabildo de la Catedral de Valladolid, que estaba compuesto por 22 canónigos de donde deriva su nombre. Su situación cambió a mediados del siglo XIX con la Desamortización de Mendizábal, este proceso afectó a todas las propiedades del Clero Secular que se convirtieron en bienes nacionales. Su historia continúa porque en 1842, Toribio de Lecanda y del Campo, un empresario vasco, adquirió dos fincas, la Dehesa de los Canónigos y la famosa Vegasicilia. Las separaba el Río Duero. Toribio tenía una hijo de nombre Teodosio Lecanda Chaves que heredó la primera finca cuando su padre enviudó en 1859. Era vasco y arquitecto. Quiso construir un caserío típico de su tierra siempre añorada y así lo hizo. Toribio de Lecanda traspasó a su otro hijo llamado Eloy, la parte de Vegasicilia. Es por esta razón, que la uva de la Dehesa de los Canónigos, se vendiese a Vegasicilia.
Teodisio construyó grandes naves en forma de U utilizadas, en su inicio, como silos, en donde actualmente está ubicada la bodega. En 1931, la familia Cid, decidió comprar la Dehesa de los Canónigos y fueron sus propietarios hasta los años ‘60 porque tuvieron que venderla. Pero allí no quedó el tema. Unos meses después, Luis Sanz Busto y María Luz Cid, quisieron recuperar la propiedad familiar, él abandonó sus estudios de medicina y se dedicó por completo a la Dehesa. Ésta es la tercera generación de esta empresa familiar. En 1989 nació la primera añada de la nueva generación, siendo que hasta ese momento la uva se vendía a Vegasicilia.
El matrimonio vive con sus cuatro hijos, Marta y Luis estudian medicina y Belén e Iván siguen con el negocio de sus padres y abuelos manteniendo la tradición de la agricultura y la viticultura.
Esta historia no es exactamente igual a la que conté sobre la familia Pazzo , y solamente por un detalle, que Luis y María han tenido cuatro hijos y dos de ellos han decidido ir por el camino de la medicina y los otros dos se ocupan de la gestión de la bodega, siendo que en la familia Pazzo, que es también la tercera generación que sigue la tradición del negocio familiar, sólo son dos hijos los que se ocupan de ella, Simone y Marco, y la diferencia entre las dos historias es por una sencilla razón, ¡que no hay más hermanos en la familia de Piamonte!. Las historias familiares son apasionantes siempre, haber conocido a la abuela Gemma en Alba, en Italia, fue constatar, que aquellas generaciones crearon bases muy sólidas, tanto es así que actualmente los hijos, los nietos y seguramente los bisnietos, continuarán el legado dejado por sus antepasados.
Aquí, en la Dehesa de los Canónigos, Belén Sanz es la encargada de la Dirección Técnica y Enología. Desde el año 2000, es miembro del Comité de Cata del Consejo Regulador de Ribera de Duero. Recuerda algo que le dijo su padre “Ahí lo tienes, si lo haces bien, será tuyo”. Su hermano Iván, se ocupa de la Dirección General de la bodega, es ingeniero técnico agrícola y licenciado en administración de empresas. A él su padre le dijo “antes uvas que cubas”. Iván con su experiencia ha conseguido exportar sus vinos a más de 20 países.
La finca tiene una superficie de 500 ha., de las cuales 60 corresponden a los viñedos. Fue la primera finca en plantar vid en la repoblación del Duero tras la llegada de la filoxera en el siglo XVIII, con vides procedentes del Valle de Napa en California utilizadas como patrón e injertadas con viníferas traídas de Francia por Toribio Lecanda.
Este paseo por los viñedos es algo que hay que hacer. Recorrerlos y conocer las naves en donde se elaboran y se realiza la crianza, es muy agradable, además, en la visita, se ofrece un espectáculo visual del artista Raúl Mejías con motivo del 25 aniversario de la bodega y la visita finaliza como debe de ser, con una deliciosa cata de dos de los mejores vinos de la bodega, el que lleva el nombre del lugar y el Solideo.
Un recorrido profundo por Dehesa de los Canónigos paseando por el viñedo, donde se respira el valor del terroir de la Ribera del Duero y la diversidad de sus suelos.
Para los más inquietos
Pero esto no es ni la décima parte de lo que se puede contar en un artículo sobre la Dehesa de los Canónigos, tiene una preciosa historia antigua y contemporánea que enamora, pero tenemos que seguir viaje, o al menos dar pistas a los que quieran conocer algunos lugares cercanos.
Me refiero por ejemplo, a visitar en ese fin de semana Peñafiel, en donde merece la pena descubrir estos sitios como mínimo: El castillo de Peñafiel del siglo X, La Plaza del Coso creada en la Edad Media para albergar festejos y el Museo Comarcal de Arte Sacro que se encuentra ubicado en el interior de la Iglesia de Santa María (Plaza de España) ó darse una escapada y probar los pinchos de lechazo en Traspinedo. ¿No has oído hablar de esta maravilla?. Tiene una historia preciosa. Como los jornaleros del campo querían comer caliente y sin cubiertos, se inventaron trocear el lechazo e insertar los trozos en una vara de mimbre o sarmiento. La ponían a asar sobre las brasas que reposaban en la tierra, así surgieron y así continúan. Son patrimonio gastronómico de la esta localidad.
Hay otro plan, pero este lo he dejado al último porque solo de pensarlo, quisiera salir volando. ¿Os apuntáis a un viaje en globo ? Yo no soy mucho de alturas, pero eso no quiere decir que todo el mundo se apunte para salir de la Dehesa de los Canónigos subidos en un globo que os hará sentir que sois los dueños del cielo. ¡Buen viaje!!
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