Gastronomía

Florería Atlántico Barcelona: un restaurante argentino entre flores y cócteles

Un lugar formidable, que te recibe con flores, en el que degustar la mejor gastronomía argentina, y que además cuenta con un bar «clandestino» absolutamente incomparable

Florería Atlántico Barcelona: un restaurante argentino entre flores y cócteles
Florería Atlántico Barcelona: un restaurante argentino entre flores y cóctelesFlorería Atlántico Barcelona

Florería Atlántico Barcelona parece un guiño al misterio: una floristería con restaurante visible desde la calle y una puerta que esconde una barra subterránea. El proyecto aterrizó en el barrio del Born hace dos años, como la primera réplica europea del bar insignia de Buenos Aires creado por Tato Giovannoni, en sociedad con Diego Cabrera y Alejandro Resnik. Desde entonces, funciona como un cruce entre cocina argentina reinterpretada, coctelería migrante y estética submarina.

En el restaurante, la parrilla manda. Pero no lo hace a la manera tradicional: hay mollejas crujientes, empanadas de centolla, lenguas en escabeche o ancas de rana con acento provenzal. Se nota una intención clara de respetar la raíz porteña sin renunciar a ingredientes locales, y todo llega bien ejecutado. La carta está basada en producto, técnica argentina y adaptación al entorno. Se nota en la manera en que combinan cortes clásicos con ingredientes que no forman parte del repertorio habitual de la cocina porteña.

La carne, en el punto deseado

Entre los entrantes, también aparecen molletes a la brasa, embutidos como butifarras o chorizo criollo, y platos fríos como crudos de pescado blanco, con cítricos o aceite de eneldo. Las empanadas cambian según temporada: hay de centolla, de cabra de mar, o de otros rellenos menos previsibles. Se sirven calientes, con masa crujiente y relleno jugoso.

Oferta gastronómica de Florería Atlántico Barcelona
Oferta gastronómica de Florería Atlántico BarcelonaFlorería Atlántico Barcelona

En los principales, la parrilla toma protagonismo. El menú puede incluir cortes como el bife de chorizo, ojo de bife, entraña o vacío, preparados al carbón, y todo es una auténtica delicia. La carne es tierna, sabrosa y llega con el punto perfecto que el comensal demanda. Además, las guarniciones son igualmente exquisitas: hay papas con manteca de ajo, ensaladas de vegetales de temporada, tomates asados con hierbas, hinojo a la brasa, o puré de boniato. También pueden aparecer productos del mar: rodaballo, lubina o mariscos a la brasa si están disponibles.

Carnes en el punto deseado en Florería Atlántico Barcelona
Carnes en el punto deseado en Florería Atlántico BarcelonaFlorería Atlántico Barcelona

Asimismo, hay platos menos previsibles que aparecen como especiales fuera de carta: mollejas, sardinas curadas, algún guiso corto, o incluso algas, según la temporada y el mercado. Por último, los postres siguen la misma lógica: sencillos, bien hechos, sin excesos de azúcar. Helados artesanos, algún flan, dulce de leche en distintas formas, fruta fresca trabajada. No buscan cerrar con artificio, sino mantener el mismo nivel que el resto de la comida, y lo consiguen sobradamente, porque los responsables de Florería Atlántico han logrado construir restaurante para mirar.

Postres de Florería Atlántico Barcelona
Postres de Florería Atlántico BarcelonaFlorería Atlántico Barcelona

Coctelería subterránea

Lo más singular, empero, sucede escaleras abajo. El bar no se oculta del todo, pero sí se revela. En el sótano, un universo azul y marino acoge una coctelería donde cóctel representa un país que ha emigrado a Argentina, como si fuera parte de una bitácora transatlántica. No es solo una cuestión de ingredientes; hay pensamiento, humor, memoria y provocación en muchas de las mezclas. La vajilla está diseñada a medida, y el personal de barra mantiene el equilibrio entre lo técnico y lo cálido. La sensación no es tanto de estar en un bar como de estar dentro de una idea bien construida.

Coctelería en Florería Atlántico Barcelona
Coctelería en Florería Atlántico BarcelonaFlorería Atlántico Barcelona

Para llegar a este espacio, adornado con un diseño fantástico, hay que cruzar una puerta que parece de cámara frigorífica. Al fondo, un espacio con estética marina: redes, huesos, luces bajas. Pero el foco no está en la decoración, sino en la barra. Lo que se hace aquí con los cócteles no es espectáculo, es trabajo de fondo.

La carta se divide en dos bloques. El primero agrupa una decena de tragos nuevos, creados para este local. Es una idea simple y eficaz: no se trata solo de meter un ingrediente típico de un lugar, sino de interpretar sabores, asociaciones culturales, formas de beber. Uno está hecho con Tempranillo y ratafía. Otro con leche de cabra, dátiles y calvados. Hay uno que mezcla vermut seco, amargo, licor de bergamota, bellota y esencia de anchoas. No hay líneas fáciles. Todos los tragos son secos o semisecos, ninguno busca la fórmula dulce y complaciente. Hay técnica, claridad en el sabor y una intención de contar algo con cada copa.

El segundo bloque son los clásicos de la casa madre, en Buenos Aires. Se sirven igual, con los mismos ingredientes clave: ginebra con eucalipto, vino rosado con lavanda y anís, o versiones sobrias de cócteles históricos como el Negroni o el Adonis. No se trata de reinterpretarlos, sino de ejecutarlos como están pensados. Si hay cambios, son mínimos. Los vasos y copas están diseñados a medida para algunos de los tragos. No es por lujo, es funcional: cada forma ayuda a guiar el aroma, a marcar temperatura o a evitar que se diluya demasiado. Las bebidas se acompañan, si se quiere, con bocados fríos: sardinas ahumadas, empanadas, mollejas. Pero todo gira alrededor de lo que se sirve en la barra.

Un verano con bartenders

Este mes de julio, cada martes y miércoles, diversos bartenders invitados toman la barra. Vienen de otros países, de otros bares que también están en la lista de los mejores del mundo. Traen sus propios tragos, los sirven ellos mismos. Es una programación pensada para quienes quieren ver qué se está haciendo fuera y probarlo aquí. Pero el resto de la semana, el equipo local mantiene la línea. Con esta original apuesta, Florería Atlántico sitúa a Barcelona en el mapa global de la coctelería.

Los bartenders de referencia proceden de bares como Hanky Panky, Soho House Ibiza, Salmón Gurú, Alma Praga o Especiarium, y cruzarán la puerta del sótano para tomar la barra por una noche. La iniciativa es parte de Agite Club, el proyecto itinerante de Raiza Carrera, que tras recorrer 120 ciudades y 60 países, ha escogido Florería como base de operaciones para esta edición. Se trata de reunir talento internacional y abrirlo al público local. La ejecución es otra cosa: cada noche tiene personalidad propia y cada bartender invitado propone su carta y su ritmo de ejecución.

En suma, lo que distingue a Florería Atlántico Barcelona no es el decorado ni la música –buenísima también–, ni siquiera la calidad técnica de sus cócteles (aunque eso sobra). Es la coherencia del conjunto. Todo lo que pasa aquí responde a una idea clara: la migración como punto de partida para contar historias, ya sea en un plato o en un vaso. Gran trabajo de este equipo de profesionales, exquisitos en el trato, que han conseguido evitar hacer un bar temático, o un restaurante con coctelería. Es un sitio con voz propia que da gusto poder recomendar y al que uno querrá volver sin el menor atisbo de duda.