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Lituania, un vuelo inesperado entre estrellas medievales

Vilna ultima el programa de su 700 aniversario, mientras que Kaunas ostenta en 2022 el título de Ciudad Europea de la Cultura, dos excusas perfectas para recorrer Lituania

Descubrir Vilna desde un globo es una experiencia / Kęstutis Petronis- Lithuania Travel
Descubrir Vilna desde un globo es una experiencia / Kęstutis Petronis- Lithuania TravelFOTOLa Razón

Recorrer los sobrecogedores enclaves donde se ha rodado la serie Stranger Things. Sobrevolar el centro histórico de Vilna, declarado Patrimonio de la Humanidad, desde un globo aerostático. Saborear una gastronomía delicatesen, entre diamantes, en un Barrio de Cristal. Colarse en la isla más bohemia y loca de la capital. Navegar en un barco de vela entre las islas que rodean el castillo medieval de Trakai. Girar la llave de los 6000 edificios modernistas de Kaunas. Recorremos el camino que serpentea, como sus ríos, entre los secretos de las principales capitales de Lituania: una ruta salpicada de escenarios de película, con episodios históricos para contener la respiración y un desenlace, bajo las estrellas medievales, para enamorarse.

Por si no fuera suficiente el encanto de 3.000 lagos cristalinos entre bosques de ensueño, de aguas termales ajenas al mundanal ruido y de interminables playas blancas que perfilan las orillas del Báltico, Lituania también puede presumir de dos celebraciones importantes. Por un lado, Vilna ultima su programa para conmemorar, a lo largo de 2023, su 700 aniversario. Por otro, la ciudad modernista de Kaunas ostenta, hasta finales de 2022, el merecido título de Ciudad Europea de la Cultura. Dos excusas de peso que hacen de Lituania un destino que bien merece un prolongado alto en el camino.

Laimonas Ciūnys_Literatų gatvė_Some Agency_Autorinės teisės
Laimonas Ciūnys_Literatų gatvė_Some Agency_Autorinės teisėsLAIMONAS_CIUNYSArchivo

Bibliotecas al aire libre entre el encanto barroco

Entre nubes con carácter y cielos azulones, la poesía de la capital de Lituania, una de las tres Repúblicas Bálticas, es evidente en la calle Literatai, a escasos metros del hotel Artagonista, excelente punto de partida para descubrir, durante unos días, esta ciudad inesperada y barroca. En sus paredes, piezas de madera, metal y vidrio recuerdan autores de todos los tiempos cuya vinculación con Vilna, en su vida o su obra, es importante.

Los libros no solo están presentes en los pequeños quioscos gratuitos que, entre mullidos sofás rojos, invitan a un rato de lectura en la arbolada Plaza de Lukiskes. Un regalo comprensible si tenemos en cuenta que el Campus Viejo de la Universidad, en pleno centro, alberga una de las bibliotecas más antiguas del mundo: una colección que supera los cinco millones de grabados y manuscritos antiguos, incluidas dos copias del primer ejemplar lituano del que se tiene constancia, el Catecismo Original de Martynas Mažvydas. Pasear entre su palacio medieval y recorrer los trece patios que conectan edificios góticos, renacentistas, barrocos y clasicistas, es una sorpresa inesperada. Si a la visita se suma el ambiente de una graduación, en la que todos los estudiantes, no importa el sexo, reciben llamativos ramos de flores repletos de peonías, la sensación es, siguiendo la locución latina Hinc itur ad astra que reza en uno de sus claustros, la de viajar a las estrellas. Esos estudiantes soñadores quedan, de vez en cuando, en un café moderno donde los gatos ronronean y esperan a ser adoptados.

¡Silencio, escalofrío, acción! Un rodaje en la Prisión de Lukiskes

Si alguien nos dejara con los ojos cubiertos en la antigua Prisión de Lukiskes, cuyo cierre definitivo se produjo en 2019, un escalofrío ciego recorrería nuestro cuerpo. El olor denso y ligeramente cambiante; la humedad que penetra sin piedad y descascarilla las paredes; el sonido seco y metalizado que irrumpe con violencia en la oscuridad; el vaho se escapa de la boca y el frío que amenaza, uno por uno, cada hueso… Ya sin venda, la realidad confirma una intuición inquietante, a pesar de que las instalaciones han sufrido mejoras recientes: las alambradas siniestras que se retuercen en el exterior dan paso a pasillos interminables por donde, a lo largo de su historia y hasta hace 3 años, han desfilado presos de toda condición (desde judíos a 19 tipos de reclusos en los últimos tiempos) que cumplían, en muchos casos, cadena perpetua.

Exterior de la Prisión de Lukiskes, donde se ha rodado Stranger Things-Lali Ortega Cerón
Exterior de la Prisión de Lukiskes, donde se ha rodado Stranger Things-Lali Ortega CerónArchivoLa Razón

Desde entonces, más de 70.000 lituanos y extranjeros han descubierto las fauces de este edificio sobrecogedor construido en 1901, durante la época zarista, un enclave controvertido donde el debate es mantener su pasado o destinarlo a nuevos usos culturales, conciertos incluidos. Además de las visitas guiadas por dependencias y habitaciones, donde la creatividad de los presos se alterna con recortes picantes que decoran paredes, y literas, o con la pintada que un tal Julius creo, en 2017, bajo un cartel de “prohibido fumar”, determinadas alas se han transformado en estudios donde fluye la creatividad de 300 jóvenes artistas. La cárcel ha sido elegida para rodar famosas series de televisión como Stranger Things. Ahora entendemos que el pavor de Hopper, en medio de esta atmósfera, no se debe solo al demogorgon.

Mojar los pies descalzos en una locura bohemia

Si en Lukiskes las sombras de la alambrada son la antesala de unos patios con luz natural, donde las puertas lilas se asoman a paredes coloreadas, Užupis es el paraíso de la imaginación y la alegría. Para acceder a esta república independiente de medio kilómetro cuadrado, que cuenta con su propia bandera, su moneda, sus normas y su presidente (un reconocido músico y pintor), no hace falta pasaporte. Basta con tener los ojos muy abiertos y mucho sentido del humor para contagiarse de su locura bohemia, una especie de be free my friend que fluye como la corriente del Río Vilnia que baña su orilla.

Tras su pasado desgarrador, cuando la población judía que habitaba en el barrio fue exterminada, vagabundos y otros colectivos desfavorecidos ocuparon el lugar. Fue el 1 de abril de 1998, coincidiendo con El Día del Pescado, cuando los 41 artículos de su Constitución entraron en vigor. Para que nadie se quede sin entender cuáles son los principios de la felicidad, su Carta Magna está traducida a más de 30 idiomas. Todos tienen derecho a equivocarse; a ser únicos; a darse cuenta de su irrelevancia y de su grandeza; a no comprender nada. También se puede leer Un gato no está obligado a amar a su dueño, pero le debe ayudar en los momentos difíciles o Todos tienen la obligación de recordar su nombre. El último, el 41, es un rotundo ¡No abandones! En los cafés se respira un ambiente relajado y hay quien se balancea, con los pies descalzos, en un columpio gigante que cuelga sobre el agua.

Un paseo gourmet, entre diamantes, en el antiguo Barrio judío

Infinitamente más sofisticado es el denominado, desde 2018, Barrio de Cristal, el antiguo distrito judío de orfebres, sopladores de vidrio, artesanos y, por supuesto, hombres de finanzas. Entre las calles M. Antokolskio, Gaono y Žydų, la memoria del holocausto discurre entre un trazado medieval repleto de boutiques, joyerías donde se venden diamantes y se puede tomar un té de lujo, cafeterías de diseño y los restaurantes más sobresalientes de la ciudad. En verano, las entradas se decoran con flores y árboles frutales y, en Navidad, el brillo acogedor de sus calles se despierta entre luces y adornos delicados.

Con permiso del Mercado Hales Turqus, el epicentro gastronómico en el que, desde 1906, se despachan verduras frescas, licores de frambuesa y cerezas, pescados ahumados, requesón o mieles de todos los sabores y texturas (Lituania es un gran productor gracias a sus abejas longevas), la cita culinaria se encuentra al salir de Senatorių Pasažas. Haciendo honor a su nombre, que significa alegría, el restaurante Dziaugsmas, catalogado entre los 30 mejores de la capital, es un homenaje para los sentidos. Entre su atmósfera moderna, su buñuelo de bacalao con tinta de sepia (a juego con el sobrio monocolor del local) y su Halibut, un pescado aderezado con cebollas de primavera, espinacas y espárragos verdes, son platos obligados. Si el paladar nos pide saborear un ingrediente de la gastronomía campesina recuperado en los últimos tiempos, el lugar perfecto, cerca de la Universidad, es Mykolo 4. Con una decoración acogedora, en parte por las mimosas de sus jarrones, el sabor de su crema caliente de remolacha, con queso de cabra y nuez tostada, es difícil de olvidar.

La magia de Trakai desde un globo o un barco de vela

Sin lugar a dudas, los hermanos Montgolfière, precursores de la aerostación en 1804, disfrutarían al deslizarse sobre los tejados rojizos de Vilna, una de las pocas ciudades de Europa que autoriza sobrevolar su espacio aéreo en un globo aerostático. Una experiencia para no quedarse con la miel en los labios, cuyo despegue se hace al amanecer o bien entrada la tarde. Contemplar la catedral y su campanario de 57 m de altura, acariciar con la mirada la Puerta de la Aurora, descubrir el gótico tardío de la Iglesia de Santa Ana o sucumbir al encanto de la Torre Gediminas entre los tonos ambarinos del atardecer, es parte del espectáculo. A lo lejos, un ciclista que recorre los 100 kilómetros del carril-bici que rodea la ciudad se empequeñece y, poco a poco, la pista de aterrizaje del aeropuerto, donde cientos de personas hacían yoga durante la pandemia, se disipa en el horizonte.

LITUANIA
LITUANIAFOTOLa Razón

Observar desde el aire la silueta del castillo medieval de Trakai, enclavado desde el siglo XV en una de las islas de lago Galvé, es una postal para recordar. No es la única opción para descubrir uno de los lugares más visitados de Lituania, a escasos 35 kilómetros de Vilna. Con el sonido de fondo de un saxofonista que interpreta bandas sonoras para este escenario de película, las opciones para adentrarse en el perfil rojizo de su historia son múltiples. Numerosos senderos planos discurren alrededor del castillo, símbolo de la grandeza del Gran Ducado de Lituania. Otra opción para descubrir su encanto, o las playas de las islas donde antaño pastaban las vacas o se recluía a los prisioneros, es embarcarse en un catamarán o un barco de vela. Desde la orilla, la experiencia sabrosa es sentarse en una de sus terrazas para disfrutar de un Kibinas, postre elaborado por la pequeña minoría caraíta de habla turca que se estableció en el país hace seis siglos. Y, como si de un cuadro impresionista se tratara, la silueta de un pescador se recorta en el embarcadero con vistas azules.

Kaunas, la llave de otra arquitectura modernista

La actual Capital Europea de la Cultura 2022 recoge el testigo verde de Trakai y del vecino Museo Etnográfico de Rumsiskes, donde también es posible llegar en un barco de vapor. Allí, en una extensión apacible de 200 hectáreas repleta de tilos, sauces, robles y plantas autóctonas, se reproducen a tamaño real molinos, granjas, capillas y 148 casas representativas de todo el país.

Kaunas puede presumir de algunas joyas arquitectónicas que la hacen única. En el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales, la entonces capital del país vivió una auténtica fiebre urbanística y cultural que, en el siglo XXI, se mantiene viva entre sus 6000 edificios modernistas. Con motivo de su reconocimiento artístico, la ciudad alberga numerosas exposiciones, entre ellas The Learning Garden of Freedom, una retrospectiva de Yoko Ono, o 1972. Rompiendo el Muro, un remolino de emociones que grita su pasado desde la Oficina Central de Correos, uno de los edificios más emblemáticos.

El castillo medieval de Kaunas, Ciudad Europea de la Cultura-Lali Ortega Cerón
El castillo medieval de Kaunas, Ciudad Europea de la Cultura-Lali Ortega CerónLa RazónArchivo

A estos pretextos se suma al encanto del funicular original que une el Puente Vytautas el Grande y la colina Aleksotas y que, por su valor histórico, está reconocido con el Sello de Patrimonio Europeo. Tras el breve trayecto de dos minutos, las vistas sobre Kaunas invitan a soñar: a lo lejos se dibuja la Ciudad Vieja, la silueta de su castillo y, un poco más allá, se adivinan los almacenes medievales reconvertidos en restaurantes o casas particulares, vestigio de que su puerto fluvial era el último en el que los comerciantes extranjeros depositaban sus mercancías. Cae la noche y un grupo de jóvenes surca el lago Lampédis en SUP. Y, bajo la luz de las estrellas, reconforta saber que hay destinos desconocidos que aún pueden conquistarnos.