Hungría

Budapest, dos ciudades unidas por el Danubio

La capital de Hungría, aunque de reciente creación, es algo más que la monumentalidad en ambos lados del río.

Budapest, dos ciudades unidas por el Danubio
Budapest, dos ciudades unidas por el Danubiolarazon

La capital de Hungría, aunque de reciente creación, es algo más que la monumentalidad en ambos lados del río.

Una ciudad de cuento durante todo el año. Seductora y romántica, amplia y luminosa, gélida y entrañable aparece la bella Budapest. Unión de dos ciudades separadas por el mágico Danubio, Buda y Pest. La ciudad principal fue Buda, en la que se encuentran los monumentos históricos más importantes, mientras que Pest se ha desarrollado desde finales del siglo XIX, y principalmente en el siglo XX, como zona comercial y de ocio de la ciudad.

Budapest es una ciudad reciente. Su fundación no se produjo hasta el año 896 d.C., por siete tribus magiares que derrotaron a los romanos y establecieron dos ciudades separadas por el río Danubio, Buda y Pest. No se unieron hasta 1873. La ciudad de Buda se eleva sobre la orilla del Danubio, dominando la ciudad el denominado Bastión de los pescadores, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Es una fortificación ubicada sobre la Colina del Castillo formada por siete torres de observación, en recuerdo a las tribus fundadoras de Hungría. En el interior del castillo, junto a las torres, se erige una estatua ecuestre de San Esteban I, patrono y fundador de la ciudad, y la Iglesia Mathias.

El Castillo de Buda, con más de siete siglos de antigüedad y con innumerables conquistas y destrucciones, domina esta parte de la ciudad. El actual Palacio Real es un bello edificio neobarroco de principios del siglo XX, que fue abandonado y dañado durante años, pero actualmente recuperado. Las vistas de Pest desde Buda no se olvidan.

Mientras que Buda se suele asociar con los barrios «señoriales» y de clase alta, Pest es donde se concentra la mayor parte de la población y de la vida urbana. Se conectaron gracias a la construcción del magnífico puente de Széchenyi –conocido como Puente de las Cadenas–. Cerca encontramos quizá la imagen más reconocida de Budapest, su Parlamento. Es de los más grandes del mundo, con 691 salas y una cúpula que se levanta hasta los 96 metros de altura. A pocos metros nos topamos con el singular y emotivo homenaje a las víctimas judías húngaras ejecutadas, el conocido como el «monumento de los zapatos». La obra es tan simple como contundente, recordando de una forma sencilla el drama vivido en la ribera del río tiempo atrás.

No lejos de allí, también en el paseo del río, se encuentra otra de las señas de identidad de la ciudad: una estatua de bronce a tamaño real del artista Lászlo Marton conocida como la «princesita de Budapest». Inevitable será hacerse una foto de recuerdo junto a la simpática figura.

Los baños son otra parte integral de la vida cotidiana en Hungría. Sólo en esta ciudad existen más de cien manantiales de aguas termales bajo sus pilares. Los baños Géllert, una joyita «art nouveau», son los más emblemáticos. También los inmensos baños Széchenyo, a los que se llega después de un paseo por la comercial Avenida Andrassy y la Plaza de los Héroes. Con tres enormes piscinas al aire libre abiertas todo el año, tienen las aguas más calientes de la ciudad. Toda una tentación a cualquier hora del día.

Bares ruina

Uno de los incuestionables símbolos de la nueva Budapest postcomunista es el bar «ruina», como se llama a los centros multiusos en edificios semiabandonados donde tienen cabida bares, teatros, salas de exposiciones, mercadillos y, casi siempre, un albergue. «Szimple Kert» fue el primero y, aunque corre el peligro de convertirse en un parque temático, sigue siendo un lugar muy divertido y de visita obligada para pararnos a tomar un refresco. Si no, podemos recorrer sobre ruedas Isla Margarita. No es ni Buda ni Pest, puesto que flota en medio del Danubio; esta islita no esconde grandes joyas arquitectónicas pero sí un bello parque público donde alquilar bicicletas o un coche con pedales.

No podemos perder la oportunidad de hacernos a la idea de la inmensidad de esta pequeña ciudad, sumergiéndonos en el Danubio. Ejerce una fuerza especial sobre el viajero y en la melancólica Budapest, dividida entre ambas orillas. Al espectáculo se unen, cómo no, los puentes que unen la ciudad. Atravesarlos a pie es una gran experiencia, como lo es coger algunos de los barcos que ofrecen un paseo por el río o el llamado «autobús anfibio», una aventura para los más pequeños.

No podemos dejar la ciudad sin pasar por su mercado. Si se sigue la orilla de Pest dejando el Puente de las Cadenas a sus espaldas, en poco más de 20 minutos llegamos al puente de La Libertad. Es la señal para girar a la izquierda, donde descubrirá un edificio de ladrillo y acero que, aunque quizá se parezca a una estación de ferrocarril, alberga el mercado central. Un verdadero universo de colores y sabores, siempre abarrotado. Aquí puede encontrar todo tipo de artesanías, como juguetes de madera y bolsos de piel, y los productos típicos de la gastronomía húngara, como la paprika, el condimento rey por estos lares, y las ristras de salami.