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Logroño

Una ruta a la riojana para beber, amar y rezar

Del tesoro oculto de la Redonda, a la impactante portada de san Bartolomé con una parada obligatoria en la calle laurel pare rendirse a los placeres del paladar

El Hotel Áurea Palacio de Correos, a los pies de la popular calle Laurel, en Logroño LA RAZÓN

Un gigantesco mural retrata a un anciano con el torso desnudo y tatuado con sellos del Camino de Santiago en la fachada de una vivienda en el Centro de Logroño, justo donde antaño se ubicaba la casa de la Inquisición, a escasos metros de la Iglesia de Santiago. Estamos en tierra de peregrinos, en una de las rutas hacia Compostela, y esta obra de arte urbano pone en relieve cómo, en este enclave riojano, la tradición se conjuga con el presente y el futuro.

La obra "Sello Tattoo", ubicado en la calle Barriocepo,Turismo de Logroño

Comenzamos la caminata por esta ciudad bañada por el Ebro y, como peregrinos, a los pies de la Concatedral de Santa María de la Redonda, custodiada por la calle Portales, en la que se suceden comercios dignos de, al menos, un vistazo a su escaparate, como la histórica sombrerería de la ciudad. La primera duda que les surgirá frente a la Redonda será el porqué de su denominación. Pues bien, esta obra arquitectónica del siglo XVI, edificada sobre una primitiva iglesia románica, no es la única catedral de La Rioja. Aquí dicen: «Somos muy chulos y tenemos tres». Así que la de la Redonda comparte título con las catedrales de Calahorra (donde se encuentra la sede de la Diócesis) y la de Santo Domingo de la Calzada. Los riojanos tocan a una catedral por cada 100.000 habitantes. Este majestuoso templo barroco, custodiado por las torres de San Pablo y San Pedro (una es más alta que la otra, hagan apuestas), alberga una obra de Miguel Ángel, El Calvario, que no pueden dejar de visitar.

A media mañana, nos dirigimos a la Iglesia de San Bartolomé, el templo más antiguo de la ciudad, cuya exquisita y delicada portada cuenta la vida del santo que la denomina. Descubran su historia (y la de su piel) leyendo la portada de izquierda a derecha.

Los "champis" de Ángel

Aprieta el hambre y vamos a solucionarlo en la Calle Laurel que vertebra la ciudad y que no es apta para agorafóbicos en hora punta «del comer». En la tierra de los mil vinos (la región produce más de dos millones de hectolitros al año, lo que equivale al 5,5% del total nacional), combinamos caldos al gusto con el pincho de oreja de cerdo rebozada en El Perchas, seguimos con el moruno de Tío Agús y el de Páganos, y la tosta de arenque y anchoa en Blanco y Negro. No pueden faltar las bravas de Jubera, el bocadillo de queso, jamón y setas de Las Quejas, y el crujiente de careta de cerdo ibérico de La Tavina. Si aún les quedan ganas, pidan picadillo con huevo en El Muro, el crujiente de huevo del Canalla y los champiñones de Ángel.

Una imagen de la Concatedral de Santa María de la Redonda vista desde la calle PortalesTurismo de Logroño

Para reposar tal ingesta sin dejar de conocer la ciudad y su historia, vamos al antiguo Palacio de Correos, que ahora alberga uno de los hoteles boutique más «chic» y céntricos de la ciudad. El Áurea Palacio de Correos, un cinco estrellas a los pies de la Calle Laurel, es un referente del estilo neobarroco que rinde homenaje, con su cuidada decoración, al universo del correo postal.

Un turista por las calles de LogroñoCEDIDA

En su fachada, los antiguos buzones todavía custodian la entrada desde la plaza San Agustín, y en su interior, cada pasillo es un pequeño museo de postales originales que se remontan al siglo XVIII y abarcan hasta la década de los años 80. Esta exposición permanente permite recorrer diferentes momentos de la historia de nuestro país a través de las postales navideñas que enviaban los carteros antaño. Nos damos un baño en su spa antes de poner rumbo a San Millán de la Cogolla, nuestra última parada.

En la cueva de San Millán

A los pies de la Sierra de la Demanda, visitamos el Monasterio de Suso, cuya existencia está inevitablemente ligada a la vida de San Millán, que se encerró en una cueva de este valle para alejarse del mundo. En el año 550, construyó con sus discípulos un pequeño cenobio, que es la parte más antigua del monasterio y donde descansa el sepulcro de San Millán. Abajo, el Monasterio de Yuso, construido en el siglo XI y que, entre otros tesoros, alberga las reliquias de San Millán y las Glosas Emilianenses, el primer testimonio literario del castellano medieval. Una ruta, como pueden ver, para beber, amar y rezar.