Caso Pujol

Ascenso y caída de Ubu

La Razón
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¡Viva Franco! ¡Viva Boadella! ¡Muera Pujol! Éste era el contenido de las pintadas que aparecieron en los alrededores del Teatre Lliure de Barcelona durante el mes de enero de 1981. El motivo de la delirante proclama grafitera era el reciente estreno de «Operació Ubu», que situaba a Jordi Pujol y Marta Ferrusola como protagonistas de una sátira, bajo la inspiración de los personajes del padre y la madre Ubu creados por Alfred Jarry a principios del siglo XX. Las obras de Jarry retrataban unos fantoches ambiciosos y sin escrúpulos, cuyas tropelías los encumbraban como reyes de los polacos. Las pintadas en mi honor eran el primer signo de lo que sucedería en Cataluña a partir de aquel momento. Cualquier reprobación a Pujol era un ataque a Cataluña y sólo podía ser obra de fascistas o españolistas nostálgicos del antiguo régimen. Tan sólo un año más tarde se evidenciaría esta estrategia mediante el «caso Banca Catalana». Un simple timo se disfrazó con total desfachatez como un ataque de Madrid a los catalanes.

A pesar de que Jordi Pujol sólo llevaba ocho meses en la presidencia de la Generalidad, «Operació Ubu» ya satirizaba las bases de lo que serían los contenidos políticos de su mandato. Había referencias a las corruptelas, a la xenofobia hacia lo «castellano» y se ridiculizaba la simbología y parafernalia nacionalistas. La pareja padre y madre Ubu llevaba las riendas del engranaje asumiendo que como reyes de Polonia tenían una total impunidad. El público en general se lo pasaba en grande, y cuando al final la Virgen de Montserrat, escuchando aburrida un discurso de Pujol, quedaba dormida y se le caía la bola entre los espectadores, éstos se desternillaban de risa. Evidentemente, los adictos al régimen salían hechos un basilisco y me ponían a caldo en sus medios; pero en aquel momento todavía existía en Cataluña cierta pluralidad informativa, lo cual provocó una discreta división de opiniones. Sin embargo, la consecuencia directa fue que mi teatro quedaría sentenciado por parte del Gobierno catalán. A partir de entonces, el trabajo de Els Joglars permanecería marginado de toda colaboración oficial así como despreciado y censurado por sus medios de comunicación.

Al comprobar que lo reflejado en «Operació Ubu» resultaba candoroso frente a lo que estaba sucediendo en la Cataluña del año 1994, elaboré una nueva versión de la obra titulada «Ubu President». En ella, Pujol dominaba el cotarro con total desparpajo, manipulaba los medios a su antojo, se revolcaba en la cama con la senyera, cual amante subyugada y entregada al caudillo salvador, además de erigirse en padre confesor de sus consellers. Éstos le detallaban sus corruptelas siendo automáticamente perdonadas por Pujol con un simple padrenuestro. La obra giró por toda España y, a pesar de la hilaridad que causaba y la impresionante interpretación de Ramón Fontserè en el personaje del president, los no catalanes asumían la historia como una divertida fantasía. En Cataluña era distinto. La gente ya sabía de qué hablábamos, pero había empezado el gran silencio bajo el riesgo de no estar con el régimen. En este sentido, Els Joglars se convirtió en la única oposición frontal. O sea, estábamos solos.

Cinco años más tarde (2004), ante el posible ascenso de Maragall como presidente y la degradación galopante del pujolismo, monté otra versión titulada «Ubu President o los últimos días de Pompeya». El cambio fundamental radicaba en la intervención de los hijos en la trama corrupta. Los niños cruzaban reiteradamente el despacho presidencial con sendos maletines, hasta que uno de los hijos tropezaba y se le caía el maletín repleto de billetes que se esparcían sobre la escena. El padre, incómodo ante un visitante, simulaba que todo era un juego de críos mientras les ayudaba a recoger los fajos y discretamente se introducía algunos en su bolsillo. La nueva versión finalizaba con Pascual Maragall como presidente practicando las mismas fórmulas que Pujol. Algo que, lamentablemente, también sucedió.

Resulta obvio que ante los recientes acontecimientos de la familia Pujol muchas personas califiquen estas obras como premonitorias. No nos equivoquemos. Lo que sucedía en Cataluña en todos los aspectos políticos, económicos y culturales era conocido por un sector de la sociedad catalana. Una porción de ciudadanos que, sin ser numéricamente importante, lo era por su relevancia social. En un cierto nivel, no podías dar un paso sin toparte con las consecuencias del pujolismo en alguna de sus versiones poco escrupulosas en lo moral y lo económico. Esto lo sabía la ficticia oposición política, los medios y los sectores culturales. Yo no hice más que reflejar aquello que estaba a la vista y que nadie quería comprometerse a denunciar.

Ciertamente, hoy los protagonistas reales me han superado. Han hecho otra versión del Ubu mucho más despiadada y patética. Moralmente escandalosa. Me faltaría rematarlo con un epílogo. Una versión dedicada a la irresponsabilidad de quienes pudiendo atajar en su momento la deriva en la que se ha sumido Cataluña, prefirieron entonces mirar a otra parte por cobardía o por inconfesables intereses colaboracionistas. Título: «1.957.348 hijos naturales de Ubu».