José María Marco

Legado nacionalista

La Razón
La RazónLa Razón

A los españoles nos cuesta dejar atrás el pasado. Ante la virulencia del nacionalismo catalán desde 2012, se imponía la necesidad de formalizar una coalición que renovara el pacto constitucional y sacara la integridad y la continuidad de España del debate político. Una primera oportunidad la dieron las elecciones de 2015, en las que todo –el nuevo reinado, la fragmentación política y la imposibilidad de seguir pactando con los nacionalistas para conseguir mayorías absolutas, según la irresponsable costumbre vigente hasta entonces– invitaba a esa nueva formulación. Aquella oportunidad se echó a perder.

Después del 1-O va a llegar otra, lo cual dice mucho de la consistencia de la sociedad española, por debajo de las frivolidades políticas, ideológicas y académicas. De transcurrir las cosas como deben, el 2 de octubre debería significar el colapso del impulso secesionista para mucho tiempo (unos cuarenta años, si se cumplen los ciclos de la vida política española, aunque ahora todo va más acelerado). Lo ocurrido hasta ahora no induce al optimismo. La actitud del Partido Popular y de Ciudadanos, firme y moderada, como requiere una situación que se ha dejado pudrir durante cerca de cuarenta años, es la correcta. Otra cosa es que sepan y quieran plantear una idea de España posible y atractiva, que sintetice la dimensión institucional, la política, la histórica y la cultural, que es lo que la sociedad española lleva pidiendo desde hace años... sin respuesta.

El PSOE, que parece apoyar al Gobierno ante el 1-O, también ha vuelto a las fantasías de los 70 sobre las naciones y los pueblos ibéricos, lo que no augura nada bueno. Y Podemos enarbola la versión radical de este federalismo iluso y malintencionado, con la puerta abierta a un nuevo cantonalismo. Se dice que el 1-O puede ser la derrota del nacionalismo catalán, después de la del vasco. No está claro que sea así porque aunque la tentación secesionista quede en entredicho, la construcción de la nación nacionalista continuará. Tampoco se va a terminar con la incapacidad de las fuerzas políticas de nuestro país para proclamarse españolas y actuar en consecuencia, sin querer fundar una nueva España ni inventarse otra puramente política y jurídica. Se ve que lo que está muy lejos de agotarse es la herencia envenenada del nacionalismo español.