El desafío independentista

Cataluña se defiende en las urnas

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De celebrarse hoy elecciones autonómicas en Cataluña, las fuerzas separatistas no sólo perderían su mayoría absoluta parlamentaria, sino que, incluso, presentándose en una sola coalición se quedarían muy lejos de sus actuales resultados. Al menos, así se desprende de la encuesta que «NC Report» ha elaborado para LA RAZÓN, con datos referidos al presente mes de octubre, período, no lo olvidemos, en el que los partidos secesionistas han llevado a cabo su mayor despliegue propagandístico, pero que, también, ha espoleado la reacción de esa mayoría silenciosa y silenciada de los catalanes que no están dispuestos a perder ninguna de sus señas de identidad. Es más. Si incluimos a la izquierda populista de Podemos entre quienes se oponen al proyecto secesionista de la Generalitat, los partidarios de una Cataluña integrada en España superarían ampliamente en votos y escaños a los independentistas. Las causas, por supuesto, hay que buscarlas en el desplome del centro derecha nacionalista que hoy representa el PDeCat –la antigua Convergencia–, muchos de cuyos votantes, que rechazan la política suicida y antidemocrática de sus actuales dirigentes, prefieren abstenerse –el 10,2 por ciento– o dar sus sufragios a los partidos constitucionalistas –el 8 por ciento–, que suben todos ellos en expectativa de voto. La catástrofe de los antiguos convergentes, –a la espera de que se recomponga un liderazgo distinto al que ha llevado a Cataluña a su actual crisis, obligando a la intervención del Gobierno para restaurar el imperio de la Ley en Cataluña–, tiene pocos precedentes en la reciente historia española: desde las elecciones de 2010, cuando se presentaron como un partido autonomista y no independentista, a las previsiones de hoy, la antigua CDC habría perdido 26,4 puntos porcentuales de respaldo electoral, lo que se traduce en 44 escaños. Caída, sin embargo, que ERC, que sería la ganadora, por primera vez desde los años 30 del pasado siglo, de unos hipotéticos comicios catalanes, no conseguiría rentabilizar completamente, como tampoco se beneficiaría del descenso de las CUP, a las que el sondeo atribuye una pérdida de 4 escaños. Por su parte, los partidos del llamado bloque constitucionalista mejorarían sus resultados con 4 escaños más –7 si contamos a la coalición de Podemos e IU–, con una subida de 2 puntos y otros tantos escaños para el PP. Ciudadanos ganaría un escaño más, al igual que el PSC, si bien este último partido es el que menos sube, tal vez porque la falta de una línea ideológica clara, alejada del espectro nacionalista, sigue pasando factura entre sus antiguos votantes. Pese a todo, los resultados de la encuesta no acaban de trasladar a las urnas en toda su medida la tremenda agitación política que, por fuerza, va a hacerse sentir en el conjunto de la sociedad catalana. Esto es así porque, mientras los partidos separatistas no solo han llegado a su techo, sino que comienzan a perder apoyos, no se advierte entre los votantes constitucionalistas la misma intensidad de movilización que la que han demostrado a la hora de hacer frente al desafío separatista. Es preciso llevar al ánimo de todos aquellos que, aún declarándose partidarios de una Cataluña española, integran el grupo de la abstención –que el sondeo calcula en casi un 29 por ciento–, de la trascendencia de las próximas elecciones, que el Gobierno de Mariano Rajoy se ha comprometido a convocar en un plazo de seis meses. El golpe fracasado contra la democracia del separatismo se combate, por supuesto, con la Ley, pero también debe tener su respuesta contundente en las urnas. No es momento de eludir la responsabilidad individual, que atañe a todo demócrata.