Economía

Academia de papel

La política monetaria y la fiscal frente al Covid-19

Bajar impuestos, si se dirige a segmentos de mayores rentas, dada su menor propensión marginal al consumo, podría incrementar el ahorro, no el consumo en sí mismo

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Cuáles son los métodos de pago más segurosAna MengottiEFE

Si bien para la región del euro en particular, la situación económica previa a la crisis sanitaria no estaba exenta de amenazas, la pandemia nos ha abocado a una crisis económica que, encontrándonos en sus inicios, puede tener una gravedad e intensidad auténticamente catastróficos.

Vaya por delante que pocos economistas, incluso ultraliberales -me atrevo a decir que ninguno- se atreverían a defender en esta encrucijada, aquello del “Laissez faire et laissez passer”, o “La mano invisible”, es decir, no intervenir, y dejar que sea “teóricamente” el mercado el que dé solución a los problemas existentes.

Pues bien, la política económica, con independencia de las reiteradamente citadas reformas estructurales, tiene dos campos de actuación: la política monetaria y la política fiscal.

A raíz de la crisis financiera iniciada en 2008, la política monetaria llevada a cabo por los Bancos Centrales de todo el mundo desarrollado ha consistido en incrementar colosalmente la liquidez u oferta monetaria (cantidad de dinero existente). A través de las llamadas operaciones “quantitative easing (acrónimo QE) o de expansión cuantitativa, se han alcanzado cifras record: sólo el BCE ha comprado en el mercado más de un Billón de euros, y anunció el pasado mes de marzo, un nuevo programa de compra de deuda pública, denominado “Pandemic Emergency Purchase Program”, de 750.000 millones de euros.

El BCE va a continuar con la “barra libre de liquidez”, inyectando una ingente cantidad de dinero en la economía: se compran bonos, incluso los denominados “basura o de escasa calidad crediticia”, que se pagan emitiendo dinero como contrapartida. Dinero en su componente principal, es decir, depósitos a la vista en el banco central que son movilizados por los bancos comerciales, creando a su vez más dinero bancario (depósitos a la vista o cuentas corrientes en estas entidades, con las que prestan o realizan pagos).

Esa tremenda inyección de dinero ha llevado a tasas de interés (los fijados por el propio Banco Central, y los tipos en el mercado interbancario) a tipos próximos a cero, e incluso negativos. Esa es la finalidad buscada en la economía (las empresas tienen más incentivos para invertir, al bajar el coste de los recursos financieros). Por tanto, se persigue incrementar la demanda interna, propiciando, el aumento de la actividad y del producto en la economía.

Analicemos que está ocurriendo en estos momentos: las caídas tan bruscas del PIB, a través del llamado en la teoría macroeconómica “Acelerador”, dan lugar o inducen a una caída de la Inversión Neta en la economía (consecuencia de las peores expectativas y mayor incertidumbre).

Aparece un nuevo problema, y es que a través del llamado “Multiplicador de la Inversión”, la disminución de esta dará lugar a una caída mayor en el PIB (decrece más el producto de lo que ha caído la inversión).

Esas mayores caídas del Producto deprimen aún más a la Inversión, y así sucesivamente… se produce la llamada “interacción del multiplicador y el acelerador” (el producto cae continuamente). Una grave recesión económica, que además si va unida a la temida “deflación”, supone la entrada en una situación de depresión tremendamente grave. En todo este panorama, crece el desempleo, disminuyendo el consumo privado, por caídas de la renta, y por las expectativas de mayores caídas en los precios.

La política monetaria ya no tiene “munición”: los tipos de interés están próximos a cero, y por tanto no pueden bajar más. La política monetaria deja de ser eficaz. Salvo el importante objetivo de facilitar la liquidez a las empresas para que puedan mantener el empleo o, incluso, subsistir.

Veamos que ocurre con el otro instrumento: la política fiscal. Como es sabido, si es expansiva se articula a través de las bajadas de Impuestos, o bien mediante el incremento del Gasto Público, aumentando, por tanto, el déficit público, que ha de ser financiando mediante la emisión de Deuda Pública.

El objetivo, si se articula a través de las bajadas de impuestos, persigue incrementar el consumo privado. El problema es que, si se dirige básicamente a segmentos de mayores rentas, dada su menor propensión marginal al consumo, lo que podría incrementar es el Ahorro y no el Consumo.

Por el contrario, si se basa en incrementar el Gasto Público, aumentado los Gastos Corrientes y las Inversiones Públicas que posibiliten la capacidad de obtener en el futuro un mayor PIB en la economía (inversiones productivas), implica que, si no aumentan los ingresos públicos, crezca la Deuda Pública.

Es obvio, que la política fiscal se encuentra limitada por el importante volumen de Deuda Pública existente. Podría alcanzar volúmenes indeseados que motiven un aumento de las Primas de Riesgo (mayores intereses en las colocaciones de bonos en el mercado), agravando el problema al crecer aún más el endeudamiento.

Se deduce la importancia de que, en el ámbito de la Eurozona, conscientes del peligro que supone para la estabilidad del Euro y de la propia área, se materialice el apoyo financiero y la realización de inversiones que logren tirar de la demanda y superar la crisis.

Un problema fundamental es que, si no se logra al menos contener la pandemia, cayendo en nuevas oleadas de contagios y muertos, se agravará tremendamente el problema económico. Tampoco cabe esperar el crecimiento de la demanda externa o exportaciones, que también se han debilitado considerablemente al cerrarse el comercio internacional.

Se deduce que es fundamental materializar una de las actuaciones financieras más importantes de la Unión Europea: el Plan de Reconstrucción al que el Consejo Europeo dio luz verde el pasado mes de abril. Está pendiente de discusión el tamaño, su financiación por contribuciones y/o apelando al endeudamiento común, su distribución entre transferencias a fondo perdido y créditos, y su reparto geográfico y sectorial.

Veremos a ver… se propone que el Plan alcance los dos billones de euros y que se dispense en mayor proporción de subsidios que de créditos. Hace falta más contundencia y menos retórica. Nos jugamos mucho, quizá hasta la propia supervivencia del euro y de la Unión Europea.

Juan José Pintado es economista e ingeniero, y asesor de Academia de P@pel, grupo de pensamiento y análisis sobre comunicación de la Universidad UDIMA