Andalucía

El pecado de siempre contra unos aficionados

Triste clasificación del Sevilla en la Copa del Rey. Un solitario gol da el pase al equipo de Lopetegui, que sigue mostrando carencias

Koundé remata de cabeza para anotar el único gol del partido
Koundé remata de cabeza para anotar el único gol del partidoCabalarEFE

Matar los partidos. Eso es lo que le falta al Sevilla para ser un aspirante a cosas serias. O a cosas medianamente dignas, como salvar el escollo feble de un rival de Tercera división en una primera ronda copera. Se medía al Bergantiños, animosa muchachada gallega que mitigó su factor campo favorable con una recepción en Riazor pero que, a cambio, se alió con una tormenta que, literalmente, ahogó a cuanto futbolista trataba de mantenerse de pie sobre la hierba. No hay coartada, sin embargo, acaso un leve atenuante. Es vergonzoso pasarlo tan mal contra un adversario así.

Quizá, marcar tan pronto atenuó las alertas del Sevilla. Cuando los jugadores aún no se había habituado al aguacero, apenas transcurrido un cuarto de hora, Koundé se encontró solo en el punto de penalti y cabeceó a la red un córner medido de Joan Jordán. Olía la tarde a goleada, o ese perfume habría desprendido de no contar el Sevilla con la nómina de delanteros más inepta que ha visto el Sánchez-Pizjuán en muchos lustros. Le tocó jugar a Chicharito y a Dabbur, pero es triste afirmar sin miedo al error que habría ocurrido algo parecido con Munir y no digamos con De Jong.

No inquietó el Bergantiños en toda la primera parte, en la que el Sevilla se ausentó a la espera de resolver el partido con un segundo gol por pura inercia. La tarde, en lo meteorológico, era de perros y debía apetecer poco destilar los esfuerzos que requiere someter a un equipo de fútbol en esas circunstancias. Por débil que sea la oposición.

Debió Lopetegui advertir a sus chicos en el descanso que era una mala idea llegar con tan exigua ventaja al tramo final y comenzó el Sevilla a jugar en serio... y a volver a sufrir la infame puntería de sus atacantes, personalizada esta vez en un Dabbur empeñado en dar la razón a quienes le recetan ostracismo. El Bergantiños tuvo dos aproximaciones más o menos peligrosas y en el minuto 87, tras cantada de Bono, dispuso de una ocasión clarísima para empatar. No ocurrió. Gracias por el milagro y perdón por la vergüenza.