Andalucía
España y su gesta
Un paseo inopinado en una mañana fría nos lleva a la puerta del Archivo General de Indias, donde se ha montado una exposición (muy mejorable) con motivo del quinto centenario de la primera circunnavegación. La crudeza del invierno y la tópica cuesta de enero han aminorado las habituales colas, de modo que puede uno aventurarse a una visita que, encima, está incentivada por la gratuidad: gratis cueste lo que cueste, es lema antiguo de la profesión periodística. Mucho que admirar en el continente, poco en el contenido y ningún dato en los paneles explicativos que no aparezca en «El hombre y su gesta», la espléndida biografía que Stefan Zweig le escribió a Fernando de Magallanes, pero sí alcanza el caminante, mecido por la luz tenue del espacio, a reflexionar sobre la falta de autoestima que padece España, que seguramente sea el mayor de sus problemas. Hubo el año pasado una controversia, animada por algunos historiadores zotes y por medios de comunicación henchidos de nacionalismo a ambos lados de la raya lusa, con la nacionalidad del navegante, como si la hazaña magallánica no tuviera gloria suficiente para repartir entre todos los terruños peninsulares: cartógrafos portugueses, pilotos del Cantábrico, marinería andaluza… En lugar de mostrar legítimo orgullo de país, nos embarramos con localismos tan absurdos que al capitán de la nao Victoria, la única de la flota que tocó puerto de vuelta en Sevilla, lo han rebautizado como Elkano en su Guetaria (en Gipuzkoa lo escriben ahora sin u, claro) natal. Todavía mantiene intacto su nombre, Juan Sebastián, pero sólo es cuestión de tiempo que lo llamen Jon, como un inglés al que se le perdió la hache. Se ha celebrado recientemente el cincuentenario de la llegada del ser humano a la Luna, una epopeya menor comparada con la que protagonizaron estos señores en el siglo XVI. No imagino a ningún americano torciendo el gesto porque Mike Collins, el piloto del Apolo 11, nació en Roma.
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