Méritos e infamias
Espadas mueve ficha
Juan Espadas ha terminado esta semana de enterrar el «susanismo», pero queda despejar la incógnita del futuro de Susana Díaz
Juan Espadas ha terminado esta semana de enterrar el «susanismo». Un golpetazo en el interior del partido y un apretón de manos con el presidente de la Junta le han bastado para abrir el camino a un nuevo PSOE andaluz. O eso dice. Aún es pronto para saber qué ocurrirá cuando tenga que enfrentarse a la batalla de las urnas, que es donde de verdad se juega los cuartos el político, pero de momento por cómo coloca las fichas parece que no se va a mover ni un centímetro de su teoría política. Perfil bajito, abrazos a todos el mundo, agradar a los de dentro, también a los adversarios y no meterse en muchos charcos. Si a eso le sumas dos alardes como los de estos días, te sale la ecuación que le ha mantenido en la Alcaldía de Sevilla sin preocuparse de la oposición y con la ciudad igual o peor que cuando cogió el bastón de mando. Eso sí, sin crítica alguna de los sevillanos, que siempre que tengan su entretenimiento asegurado, sea civil o religioso, no les importa sin en su ciudad cuentan con los barrios más pobres de España ni que la apuesta económica vuelva a ser exclusivamente plantar nuevo hoteles ahora que salimos de la pandemia. Así es el ADN hispalense. La otra incógnita, la que sobrevuela las conversaciones, es qué pasará con el futuro de Susana Díaz. Nadie lo sabe, ni se atreven a dar alguna opción que vaya más allá del famoso puesto de senadora al estilo Javier Arenas para que mantenga el estatus. Poco más, pero lo que sí te cuentan con una sonrisa de oreja a oreja es lo mal que se ha tomado que le hayan movido la silla de esta manera. «No la han votado ni los suyos y eso le ha jodido». Habrá que analizar fríamente este proceso cuando pasen unos meses para calibrar por un lado la tozudez humana y por otro la capacidad para cambiar de bando cuando comienza a entrar agua en el barco. Las ratas son las primeras en abandonarte, siempre sucede, pero también es cierto que en esta ocasión muy pocos tuvieron las agallas para decirle que no se presentase, que diera un paso atrás, que ya era un cadáver a la cara.
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