Obituario
Fallece el escritor Aquilino Duque, “mezcla de luz y de sombra”
El autor sevillano fue premio Nacional de Literatura por “El mono azul” en 1975
A diez años para cumplir el siglo, con 90, falleció el escritor Aquilino Duque, nacido en Sevilla un día de la Epifanía de 1931 pero criado en su infancia en plena sierra de Huelva, en Zufre, donde los miradores ahora dan al pantano y lucen azulejos con versos del poeta. Duque, que pasó la adolescencia en Higuera de la Sierra, regresó a Sevilla para cursar los estudios medios y superiores (Derecho). Después emigró a Inglaterra y Estados Unidos para ampliarlos. Duque vivió en Bormujos (Sevilla), en una casa que destacaba por su riqueza natural en gran parte por su mujer Sally Crane, experta en parques y jardines y gran defensora de los mismos en Sevilla, causa a la que se sumaba Aquilino Duque. Brillante, libre hasta el extremo y políticamente incorrecto, lo que opacó posiblemente el reconocimiento de un talento que llegaba a una inmensa minoría. “El sectarismo es por desgracia inherente a la condición humana, es un instinto, y unos sistemas políticos lo reprimen y otros lo fomentan”, señaló en una entrevista en LA RAZÓN.
La editorial Renacimiento, editora de sus últimas obras, lo define como “cultivador de géneros diversos” y destaca el premio «Washington Irving» de cuentos, el «Leopoldo Panero» y el «Fastenrath» de poesía, más el Nacional de Literatura por su novela “El mono azul” en 1975. Fue individuo de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y también residió en diversos países como profesor visitante y como funcionario internacional. Entre sus novelas se encuentran “Las máscaras furtivas”, “El piojo rojo”, o “La loca de Chillán” (Pre-textos, Valencia). Otras obras en Editorial Renacimiento son “La Operación Marabú y otros relatos” (narrativa), “Caza mayor” (narrativa), “La invención de la pólvora” (memorias) y “Entreluces” (poesía). También fue traductor, del ruso Mandelstam al portugués Camoens.
Aquilino Duque, desde las antípodas ideológicas, cultivó una gran amistad con Rafael Alberti, con el que coincidió en Roma durante el exilio. También fue amigo de Muñoz Rojas y de Romero Murube. “Alberti le dijo una vez a Umbral, a quien llevé a que lo conociera, que yo era una mezcla de luz y de sombra, y pensé que se estaba autodefiniendo y que tal vez fuera esa otra deuda más que yo tenía con él”, señaló en la entrevista de Lucas Haurie en LA RAZÓN.
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