Perfil
Antonio Burgos: Adiós al último romano de la Bética
El escritor y articulista fallece en Sevilla a los 80 años después de recibir el Premio Andalucía de Periodismo
Contaba Antonio Burgos (Sevilla, 1943-2023) que los que de verdad le escribían los artículos eran sus gatos Rómulo y Remo. Los dos emperadores gatunos con los que convivió el escritor y periodista que ayer falleció con 80 años en la capital andaluza tras no superar una enfermedad respiratoria. Los dos hijos de Roma, como su dueño, que nunca dejó de admirar e inspirarse en aquella provincia bética hasta convertir a su ciudad natal en un género periodístico como Francisco Umbral hizo con Madrid.
Aquella historia de amor comenzó cuando en 1966 se incorporó a la redacción de «Abc» de Sevilla tras pasar por la Escuela Oficial de Periodismo y acabó recientemente cuando la enfermedad le impidió compaginar la vida con la escritura diaria de su «Recuadro». Un espacio convertido en la referencia de la opinión desde finales de los años setenta y donde se condensa una forma de entender el artículo única, precisa y absolutamente genuina. Tanto que sus declaraciones contaban, y cuentan, con partidarios y detractores como los tienen el Real Betis Balompié y Curro Romero. Por cierto, otra de las dos pasiones de Burgos. Sin embargo, el mérito se concentra en un absoluto dominio de la técnica del artículo, sabiendo recibir al lector, llevárselo a los medios y rematar la pieza en el último párrafo. Una pericia y una capacidad que lo colocan dentro de la tradición de los grandes columnistas de la segunda mitad del siglo XX. Lo atestigua el haberse hecho con los premios Pemán, Larra, Cavia y Romero Murube y hace tan sólo unos días se le concedió el Premio Andalucía de Periodismo.
Escritor de periódicos, logró crear no sólo un estilo, imitado malamente por más de uno, sino un universo personal que se acabó en llamar «la Sevilla de Antonio Burgos», con código postal en un lugar y coordenadas concretas: la tradición y el amor a la capital andaluza sin concesiones frente a los ataques de sus propios ciudadanos, la mayoría de las veces, y contra los agravios del centralismo madrileño. Porque hay que recordar que a finales de los años 60 Burgos se mete en política para trabajar en organizaciones en defensa de la democracia que luego acabaron en el futuro Partido Andalucista. Una actividad que siempre llevó a gala a la par que el integrarse en la lista de los monárquicos convencidos. Aquella reivindicación nació con el ensayo «Andalucía, ¿Tercer Mundo?», que en los albores de la Transición puso sobre la mesa los grandes problemas que arrastraban los andaluces, convirtiéndose no solamente en un acicate contra las injusticias, que ya se oteaban en el incipiente proceso autonómico, sino que sirvió para remover la conciencia e identidad andalucista. Sin ningún tipo de trauma ni prejuicio conjugaba aquella modernidad con la barrera en la plaza de toros de Sevilla, la devoción a Jesús del Gran Poder o su defensa de la copla española.
Tras un desencuentro en 1990 con «Abc» pasó a escribir en «Diario 16», «Tribuna» y «El Independiente Dominical» hasta que tres años más tarde pasó a las páginas de «El Mundo», donde permaneció hasta 2004 cuando retornó al diario de las tres letras. Actividad que compaginó como colaborador de «Protagonistas» en Onda Cero, con Luis del Olmo, y con una columna en «¡Hola!». Aunque sus apariciones televisivas fueron escasas, a mediados de los noventa compartió tertulia en Telecinco de la mano de José Luis Coll en el programa «Este país necesita un repaso», donde debatía sobre temas de actualidad con Chumy Chúmez, Antonio Mingote y Luis Sánchez Polack entre otros.
En su faceta de escritor se le puede entroncar como parte de esa generación de autores de la baja Andalucía que se catalogó bajo el nombre de los «Narraluces»: Manuel Barrios, Manuel Ferrand, Fernando Quiñones, Julio Manuel de la Rosa, Alfonso Grosso o incluso José Manuel Caballero Bonald integran su nómina. Destacando entre su producción la novela «Las cabañuelas de Agosto», con la que ganó el Premio Ateneo de Sevilla en 1982, aunque también le dieron gran fama y popularidad las biografías de Rocío Jurado, Juanito Valderrama o el propio Curro Romero. Enamorado de su ciudad natal, en 1974 publicó su «Guía secreta de Sevilla» y el inevitable «Folcklore de las cofradías de Sevilla». Fue el autor de la letra de las «Habaneras de Cádiz», su otra debilidad frente al Atlántico, a la que puso música el cantautor Carlos Cano, quien las popularizó. En el año 2020 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía.
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