Historia

Cueva de las Orcas, origen de una pesca milenaria

Localizada en Cabo de Plata, sus pinturas rupestres relatan los inicios de la captura del atún rojo en la zona

Cueva de las Orcas, origen de una pesca milenaria
Cueva de las Orcas, origen de una pesca milenariaEuropa Press

El frente litoral de la costa de Cádiz ha sido testigo de excepción de muchos de los episodios que han marcado la historia de la provincia de Cádiz, España y el mundo. Páginas de la trascendencia de la Batalla de Trafalgar (1805), librada frente al cabo del mismo nombre (Barbate) y que marcó el siglo XIX. En ella, como se recuerda cada 21 de octubre, la flota británica derrotó a la franco-española, alumbrando una de las figuras más admiradas de la historia de la Armada Real Británica, el vicealmirante Nelson.

‘Batallas’ en la costa gaditana que, como la de La Barrosa (5 de marzo de 1811) o la del Estrecho (1621), entre otras muchas, no se circunscriben única y exclusivamente a lo puramente bélico. También, como se escenifica estos días en las almadrabas gaditanas, reflejan la lucha del hombre con el medio en pos de la propia supervivencia.

Pugna, la librada con el atún rojo, que no ha dejado de escenificarse desde hace miles de años en aguas gaditanas y que, mucho antes de que aparecieran las almadrabas, se documentó en una de las grandes atalayas del litoral gaditano, la falda oeste de la Sierra de Cabo de Plata (Tarifa); en el entorno de la conocida y privilegiada urbanización de los Alemanes.

Allí, desconocida por muchos y abandonada a su suerte durante años (desde 2017 está protegida, impidiendo actos vandálicos que han ido dañando sus numerosas pinturas), se encuentra la Cueva de las Orcas, considerada uno de los ‘templos’ más antiguos de la estrecha relación de los pobladores de la zona con los ‘gigantes de plata’.

Pequeña oquedad (apenas dos metros cuadrados), en sus paredes están ‘escritas’ las primeras ‘páginas’ de una historia que se inició en el neolítico y que cada día, ya sea por motivos gastronómicos, culturales o por ambos, cautiva a más personas.

‘Páginas’ que están ‘escritas’ con pinturas rupestres, en las que se cuenta con detalle la forma en la que, hace ya más de 5.000 años, los pobladores de esta privilegiada zona del litoral gaditano calculaban el paso del tiempo (calendario solar) hasta su reencuentro con los atunes rojos. Momento íntimamente relacionado con la llegada de sus grandes depredadores, las orcas.

La finalidad de dichas pinturas era señalar el solsticio de invierno (sagitario) y el equinoccio de primavera (Aries), inicio de la época de capturas.

Era tal la importancia de las orcas y su avistamiento, que la cueva está presidida por una ‘talla’ que emula su aleta dorsal. Así, cuando los rayos de sol entran por ella en la época de migración de los atunes por aguas del Estrecho, estos se proyectan sobre los grabados concretos realizados en la pared.

De todas estas pinturas, una de las que más resaltan en torno a la relación del atún rojo, las orcas y su llegada es la del signo zodiacal de Aries, especie de ‘V’ abierta, que los depredadores también lucen en su piel.

Cuerpo a cuerpo

Tiempos en los que el modo de pesca poco o nada tenía que ver con las almadrabas. Se trataba de un auténtico y casi suicida cuerpo a cuerpo con los grandes atunes rojos; para lo que se aprovechaba el acercamiento de estos a la orilla por el pánico que les generaba la presencia y el acoso de las orcas.

Además de las pinturas rupestres relacionadas con la captura de los atunes rojos, la Cueva de las Orcas, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y publicada en 1975 por los científicos Uwe y Uta Topper (posteriormente, ha sido objeto de numerosos estudios científicos), es un ‘mural del tiempo’.

En ella, cuyo origen se asocia a algún tipo de culto, se encuentran pinturas de épocas muy diferentes. Grabados como el de un caballo que pertenece a la época Magdaleniense, coetáneo de las pinturas de Altamira, o una gran abeja que se asocia a la Edad de Bronce.