Opinión| Méritos e infamias
Creer en Europa
"En las próximas elecciones europeas nos jugamos mucho más que colocar en un destino dorado a un buen puñado de políticos en retirada"
En más de una ocasión la UE se ha definido como un puzzle montado para unir las piezas de las distintas regiones que la forman por encima de los países a los que pertenece. No es una idea nueva y existe un comité para que las voces de estos territorios se escuchen dentro del conglomerado de Bruselas. Zweig observó cómo el continente arrumbaba en un desván espacios compartidos durante siglos por comunidades a favor del nacimiento de estados nacionales que limitaban el flujo comercial y humano. Las fronteras, cuando existían, permitían una permeabilidad que sólo los despachos y las trincheras enterraron bajo el fango y la muerte de la guerra en dos partes que rompió el continente entre 1914 y 1945. A ese mundo, de ayer, debe aspirar Andalucía de cara a las próximas elecciones europeas, en las que nos jugamos mucho más que colocar en un destino dorado a un buen puñado de políticos en retirada. Lamentablemente, porque eso demuestra aún la debilidad de nuestro desarrollo en comparación con otras regiones, Andalucía recibió desde 1986 más 100.000 millones de fondos europeos que se van a proyectos de mejora que le afectan en su día a día. Piense en las líneas de metro de Sevilla o en la construcción de nuevos hospitales, ninguna de esas infraestructuras existiría si no fuera por el dinerito enviado desde la UE. Sin embargo, por su propia iniciativa, Andalucía no puede dejar pasar de largo el impulso y la creación de nuevas relaciones entre regiones de nuestro interés como puede ser la zona del Algarve con Portugal o el Magreb. Una apuesta que no sólo debe venir desde el seno de las propias instituciones, sino que debe convertirse en una realidad desde la precaria sociedad civil andaluza. Como concepto, Europa se queda pequeña dentro de los despachos oficiales, pero mantiene su sentido real si somos capaces de entender las verdaderas áreas de influencia y crecimiento, naturales, que una vez se perdieron con la guerra.
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