Entrevista
Juanma Ávila: «Ser el dueño de lo que escribes causa respeto y también morbo»
En «Confieso que son míos» da un giro a su dilatada carrera para desnudar su mente al lector en pequeños fragmentos
Juanma Ávila (Sevilla, 1961) presenta esta tarde en la Caja Rural del Sur «Confieso que son míos» (Samarcanda), un libro de relatos cortos con el que da un giro a su dilatada carrera periodística, al desnudar su mente desde la «autoficción». Detrás de «píldoras» en diferentes estilos hay una manera de narrar reconocible y que engancha.
¿Necesitaba confesarse?
El título era una manera de mostrarme, como el que tiene algo dentro del cajón y dice: «¡Aquí están, son míos y merecen salir a la luz!». Muchas de esas confesiones están hechas mirando al gato –la mascota familiar retratada en la portada por mi sobrina Irene–, que es un personaje más. El libro se presenta de forma cronológica, lo que permite percibir una evolución en la manera de escribir.
Siendo periodista, usted optó por seguir formándose. ¿Por qué?
En 2014 realicé el curso de Creación Literaria en la Universidad de Sevilla y gracias al profesor José Carlos Carmona entré en la Orden William Shakespeare. Más allá del periodismo, siempre me atrajo el hecho de escribir literatura y quería dotarme de recursos. Por otro lado, llevo siete veranos yendo a los cursos que organiza la APS en la Olavide en Carmona. A veces soy el más veterano, no me importa y disfruto. Puedo aportar cosas a los que empiezan, pero seguro que los más jóvenes también me enriquecen. Nunca es tarde para aprender.
¿Cómo ha sido esa evolución?
Los que venimos del periodismo tenemos ciertos «ticks», como cargar las historias de datos, o la lucha interna entre ser fiel a la realidad, sin que ello impida dotar de recursos literarios al texto. En los cursos trataron de que me fuera desprendiendo de esos corsés, que fabulara más. Estos relatos son una selección de los cuentos abordados como ejercicio en el entorno de la Orden Literaria a la que pertenezco.
¿Cuánto hay de Juanma Ávila?
Bastante, unas veces el protagonista es un «alter ego»; en otras poco o nada tiene que ver, aunque sí refleje a personajes que he conocido.
Es un libro de Sevilla, sin sevillanía... Diría que de Sevilla Este.
La Sevilla tradicional me inspira demasiado respeto. Aquí reflejo algunas vivencias familiares y personales. Solo hay una referencia a una de sus devociones, la Macarena, pero es algo puntual... La idea es contar cosas que puedan pasar en cualquier sitio, en Cuenca, en Praga o en Sevilla Este, reflejar emociones y reflexiones que pueda sentir cualquier persona de mi generación.
En uno de los relatos cuenta el primer día y el último de un periodista en el «Crónicas».
Sí, en «Hilo a la cometa», frase muy recurrente en homenaje a Manuel Ramírez Fernández de Córdoba –el recordado director de ABC de Sevilla–, uno de mis referentes. Trato de reflejar el espíritu del becario que aterrizó en ABC con 23 años y del veterano que se fue de la Casa un día antes de cumplir los 50.
Le tengo que preguntar por el periodismo actual...
No me reconozco en él. Si trabajase hoy en un medio, sufriría por la deriva que lleva. Soy un periodista reflexivo que casa mal con las prisas o el estar obligado a utilizar esos titulares-escaparate que sólo buscan el click y tras el que se esconde una verdad desfigurada. La búsqueda constante del sensacionalismo prostituye nuestro oficio.
A su juicio, ¿qué requiere?
Más reflexión, más independencia y que en las empresas manden más los periodistas que los gerentes. Quizá sea imposible, pero creo que mejoraría.
Usted es de los sigue creyendo que la calidad tiene premio...
Le gente la demanda. De hecho, hoy se busca más la firma especializada de un columnista y está más desvirtuado el periodismo de calle, por inexistente. No hay tiempo para reportajes humanos o de investigación que requieren medios, tiempo e independencia.
Independencia, la del escritor...
Ser el dueño de lo que escribes causa respeto y también morbo. La figura del «narrador omnisciente», capaz de conocer los pensamientos de todos sus personajes, te permite transmitir ideas propias en boca de distintos actores. Lo que más me cuesta es ponerme en la piel de una mujer.
¿Qué le ha costado más sacar de su interior?
Cuando tienes ya una edad, te planteas las cosas de forma distinta. Los jóvenes de hace cuarenta años poco tienen que ver con los actuales. Cuando cuentas torpezas, obsesiones o traumas infantiles desnudas tu verdad, lo que recuerdas haber vivido. A mí me marcó estudiar en los Escolapios, un colegio de curas sin niñas, vivir la Transición de adolescente, el cambio que experimentó la Iglesia de la época... Son cosas que dejan huella.
¿Cómo busca la inspiración?
Abriendo mucho los ojos cuando salgo a la calle. No soy original. Si me desvelo, porque son muchas las ideas que fluyen, me pongo delante del ordenador a las cuatro de la mañana. Y tengo una libreta y un bolígrafo en la mesilla de noche.
Conociéndolo, seguro que tiene un proyecto entre manos, ¿no?
Mi idea, ya esbozada en «Confieso», es hacer un libro de microrrelatos con tono humorístico, en ello hay una herencia del periodismo, que me ayudó a escribir frases cortas con cierta enjundia. Me refiero a mis colaboraciones con aquella sección de ABC firmada «Orsay». A mayor escala, hay algo que me alienta, la idea de escribir una novela basada en las vivencias de un niño/adolescente en la Sevilla de 1970 a 1978.
Pues tiene en su prologuista un modelo a imitar...
Fíjate, Francisco Pérez Gandul, su primera novela fue un auténtico pelotazo –Celda 211–. Siempre tuvo claro que era muy cinematográfica. Estoy muy agradecido tanto a él como a Paco Correal, autor del epílogo. Es como el novillero que se presenta en la Maestranza arropado por dos grandes maestros, así me siento yo.
¿Son inevitables las referencias al fútbol?
El fútbol es anecdótico en el libro. Quería mostrar otra faceta. Durante la pandemia inicié el proceso de una biografía de Francisco López Alfaro, al que admiro como persona y futbolista. Me encanta el fútbol y él fue el jugador que yo quería ser. Con sus primeras confesiones hice un relato que no he querido publicar, porque él se merece su propio libro. Se lo debo.
¿Para cuándo la actualización de la biografía de Jesús Navas, que ya editó en 2019?
Está en proceso, pero él sigue en activo y con cuerda para rato. Tengo otra propuesta que haré con mi compañero José María Aguilar, un libro relacionado con la historia del Sevilla, pero no toca hoy hablar de ello.
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