
Opinión | "Méritos e infamias"
Macarena: colonia y folklore
"El revuelo continúa como una catarata de lodo sobre la decencia de quienes se dedican a parlotear en tertulias sin pararse dos segundos en la trascendencia de la imagen"

Desde que a la Virgen de la Esperanza la restaurara el profesor Arquillo, el revuelo mediático frente al Arco de la Macarena continúa como una catarata de lodo sobre la decencia de quienes se dedican a parlotear en tertulias y escribir artículos sin pararse dos segundos en la trascendencia de la imagen sevillana. No creo en los corporativismos, en los fueros ni en los grupos profesionales, por eso no me da dentera llamar mamarrachos a los «periodistas» que en los últimos días se han mofado de una devoción universal. Cometen el mismo pecado, ya que hablamos de religión, de tantos y tantos centralistas, que entienden al resto de España como la parte trasera de su cortijo. Lo sufrimos constantemente los que con asiduidad tenemos que cruzar Despeñaperros y lidiar en Madrid o Barcelona. He puesto torear con toda la intención para que se entienda bien claro a lo que nos enfrentamos, con muleta y capote, en la soledad de la meseta. Mucha culpa, pienso siempre que de manera justa, la tienen quienes en cuanto se alejan de Andalucía comienzan a pronunciar como si fueran de Parla para no desentonar en la ensalada madrileña pero luego se colocan en el papel del gracioso si salta la fiesta. Aquello de «tiene una gracia que no se puede aguantar», desde los tiempos de Miguel Ligero, por lo menos, nos lastra, nos avergüenza. Insisto en el propio delito porque a fuerza de marcar lo que se supone que representamos los andaluces nos mostramos ante nuestros inquisidores bajo el manto del prejuicio que casi siempre sufrimos. Flojos, analfabetos, capillitas y estupendos para montar, en cuanto hace falta, un flamenquito. «Tú tocarás por lo menos las palmas». Palabra, flamenquito, horrorosa y lacerante, por cierto, para los que entendemos que la cultura andaluza contiene una profundidad única y original. Escuchen a Terremoto de Jerez y luego se ponen un chotis para comparar, hagan la prueba. En esa culpa también meto a muchos sevillanos que aprovechando el mal tino de la restauración convirtieron una cuestión menor en un sainete, que, como tal, solo busca hacer reír al público. Tanto el que nos mira desde el norte como el fantoche que monta el número en el atrio de la basílica comparten la misma ignorancia. Lamento escribirlo, pero en muchas partes de nuestro país a Andalucía se la trata como una colonia y se la soporta como folklore.
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