Entrevista

"La microelectrónica, que es en lo que se basa todo, es el petróleo del siglo XXI"

Felipe Romera, director del PTA, apuesta por «aprovechar el ecosistema creado para consolidar a Málaga como gran provincia innovadora a nivel internacional»

Felipe Romera
Felipe RomeraLa Razón

Con más de treinta años de historia, Parque Tecnológico de Andalucía, Málaga Tech Park, es un parque de referencia global que promueve, entre sus objetivos, una estrategia internacional de proyectar sus empresas hacia el exterior, al tiempo que captar empresas innovadoras que quieran poner su base en la capital de la Costa del Sol. La tecnópolis fue inaugurada en diciembre de 1992 por los Reyes de España cuando contaba con ocho empresas y ciento treinta trabajadores. A día de hoy, su objetivo pasa por dar empleo a cincuenta mil personas. Su director, Felipe Romera, repasa el pasado, el presente y el futuro de este centro de innovación.

¿Cuáles son las fortalezas del PTA a día de hoy?

Estamos inmersos en un ambicioso proyecto de ampliación que no sólo va a suponer una gran transformación a nivel estructural, sino que va a consolidar hitos como la llegada del IMEC, –el centro de investigación y desarrollo sobre semiconductores que el Centro Interuniversitario de Microelectrónica va a instalar en Málaga–. En definitiva, estamos en un momento muy dulce. Estamos en el punto de mira de muchas y muy buenas empresas.

¿Cómo ha evolucionado la tecnópolis tras más de tres intensas décadas de trayectoria?

Pues en efecto, llevamos más de treinta años trabajando duro, picando piedra como me gusta decir. Y en todo este tiempo hemos vivido diferentes fases. Pero hay un punto de inflexión indudable: la pandemia del coronavirus, que nos hizo reinventarnos y crear elementos de valor en torno a la tecnópolis, como un gran club de empresarios que hizo ahondar en la necesaria cooperación entre las empresas. Por aquel entonces, contábamos con más de quince mil trabajadores, y el parque llegó a quedarse con menos de mil. Sin embargo, ese contexto nos hizo dar un gran salto gracias al desarrollo del teletrabajo, y entrar en otra dimensión hasta entonces desconocida.

Málaga Tech Park es un claro ejemplo de exitosa colaboración público-privada…

Sin duda. Hemos trabajado codo con codo con la Junta de Andalucía; también con el Gobierno de la Nación. El parque es un ejemplo en el que los políticos de este país se pueden mirar a la hora de diseñar sus políticas en materia de innovación. En otros parques del mundo, la falta de colaboración ha hecho que los proyectos hayan fracasado. Pero, en nuestro caso, somos un claro ejemplo de éxito en ese sentido. A todo eso, me gustaría añadir el hecho de haber contado con un equipo estable en el tiempo; es un elemento muy relevante porque contamos con personas con más de veinte años de experiencia y, en definitiva, tenemos el mejor equipo del mundo, que conoce bien los mercados, tanto a nivel nacional como internacional. Y, añadiría un tercer elemento, como es la suerte: para conseguir consolidarse en el camino recto hay que fallar, pero que los fallos sean pequeños.

¿Ha sido difícil llegar hasta este punto?

Bueno, nosotros tuvimos ideas muy claras en los principios, pero muy equivocadas. En mi caso, creía que el simple hecho de tener buen clima haría que las empresas vinieran. Pero no pasó nada. Poco a poco nos hemos ido acomodando y adaptando a las distintas olas de la innovación; la primera a principios de los noventa con la eclosión de las fábricas de electrónica, y así hasta 2015 cuando irrumpieron las tecnologías digitales e hicieron que el parque se transformase totalmente. La llegada de la ciberseguridad hizo que vinieran muchas e importantes startups europeas. Fue una época dorada hasta que estalló la pandemia. Una vez superada, hemos de aprovechar el ecosistema creado para consolidar a Málaga como gran provincia innovadora a nivel internacional.

¿Por dónde pasa el futuro de la tecnópolis?

Nos gustaría introducir en el ecosistema de innovación malagueño el potencial de importantes ciudades como Marbella o Fuengirola; nutrirnos de las importantes empresas que en ellas operan. Además, nuestro propósito es duplicar el número de trabajadores, para llegar a los cincuenta mil. Eso sí, cuando toque. De momento el camino y el propósito están lanzados.

Ahondando en lo mencionado anteriormente, ¿qué va a suponer la llegada de IMEC a Málaga?

Nos abre un nuevo horizonte de gran valor y nuevas oportunidades. Nos posiciona como núcleo mundial de desarrollo de la microelectrónica, que es en lo que se basa todo. Es el petróleo del siglo XXI. Si sabemos aprovechar esa oportunidad será fantástico y podremos experimentar una nueva gran transformación a nivel empresarial.

Ante la falta y carestía de vivienda en Málaga, ¿la llegada de ésta a la Universidad de Málaga puede ser un revulsivo?

Málaga necesita sin duda mucha vivienda, y no se ha tenido en cuenta en los últimos años que esto sería una realidad, pero no sólo en Málaga. Hace algunos años, el ochenta por ciento de los trabajadores del parque vivía en la capital, a día de hoy lo hace menos del cincuenta por ciento; el resto vive alrededor de la costa o en la zona del Valle del Guadalhorce. Ante este contexto, hemos de tener en cuenta que la capital es el centro de la provincia pero ha de estar bien comunicada, no sólo en ámbito privado. El iniciado proyecto de co-living supondrá el primer edificio en el que podrán vivir personas –algo más de un centenar–, dentro del Málaga Tech Park, con una importante inversión de 22,5 millones de euros, financiados en parte por la Junta de Andalucía a través de un fondo. Pero además, hay que tener en cuenta que en materia de empleo va a generar cerca de cuatrocientos puestos de trabajo durante su construcción y explotación.