La entrevista
«Tengo una conversación pendiente con los asesinos de Ascen y Alberto»
La vida del abogado Luis Miguel Martín Rubio es una mezcla de principios sólidos, nostalgia y sentido de la responsabilidad
Abogado de prestigio, empresario y amante del arte de la conversación, Luis Miguel Martín Rubio es una de esas figuras que trascienden su propia profesión. Su trayectoria y vida es una mezcla de principios sólidos, nostalgia bien entendida y un profundo sentido de la responsabilidad con su entorno. Hablamos con él sobre influencia, credibilidad, la velocidad de los tiempos actuales y su nuevo proyecto empresarial en la Antigua Abacería de San Lorenzo, un lugar con alma que él considera un préstamo de Sevilla, una herencia para las futuras generaciones.
En una era donde la influencia parece medirse en seguidores y «likes», usted ha demostrado que hay otra manera. ¿Cuál cree que es la diferencia entre la influencia real y la mera popularidad?
La influencia entra dentro del terreno de lo efímero y la popularidad tiende a lo permanente. La influencia es comodidad y mínimo esfuerzo, mientras que la popularidad se basa en recoger la siembra de años de principios y valores, tras una vida de esfuerzo y dedicación a la familia y a quienes te rodean. Viene a ser similar a los conceptos del «tener» o del «ser»: la influencia está en el terreno del «tener» y la popularidad en el terreno del «ser». Es más importante para caminar por la vida el «ser» que el «tener».
¿Notoriedad o credibilidad? Esa es la cuestión.
Correcto. La credibilidad es más difícil y te la ganas a base de comportamientos coherentes. En la vida, y aún más en el mundo de la empresa, la palabra clave es «confianza»: generar confianza en tu entorno por tu forma de proceder. Cuando una empresa genera confianza, esa empresa irá bien; si un país y sus gobernantes generan confianza, ese país irá bien. La confianza es el bien más preciado y no es fácil de conseguir.
Para todo ello hay que dominar el arte de la conversación. ¿Cree que se está perdiendo esa habilidad en la era digital?
La era digital es una revolución que lo ha cambiado todo en un plazo muy breve y, por tanto, es difícil adaptarse. Sin duda, tiene más efectos positivos que negativos, y los avances son muy importantes en temas como la salud, la movilidad, el conocimiento… Pero nos ha hecho perder, o al menos debilitar, aspectos humanos muy importantes. La conversación, la lectura y la escritura han perdido parte de su encanto. Todo fluye a mucha velocidad y vivimos inmersos en un mundo frenético. A Heráclito lo hemos dejado corto: no nos podemos bañar dos veces en el mismo río, y si nos descuidamos, perdemos hasta el propio río. Creíamos que la vida era como un lento viaje y todo se ha acelerado muchísimo, de manera imparable.
¿Qué conversación recuerda con más cariño?
Recuerdo los veranos, los viajes familiares, cuando todo era más lento y duradero. En el interior de un coche, en un largo viaje y con sus paradas, había un trato familiar o con los amigos en el que se hablaba de todo, y también con algunos silencios. El silencio, a veces, también forma parte de la conversación. Ahora nos pasamos el tiempo con el móvil en la mano de forma permanente y perdemos el placer de la conversación. En el tren, en el metro, en el autobús, nadie habla con nadie, ni con nosotros mismos, condenados a oír lo que entra por el auricular.
¿Alguna charla pendiente?
(Se muestra pensativo y, tras un momento de silencio, cambia el semblante y la alegría que hasta ahora desbordaba). Pues me gustaría poder conversar con los asesinos de mis amigos Alberto y Ascen. Han pasado los años (27) desde aquella terrible pesadilla, un acontecimiento que cambió mi vida por completo. Me gustaría preguntarles por la sinrazón y el sinsentido, por el arrepentimiento y el perdón, por la memoria y el olvido… Hay diálogos imposibles, pero tengo esa conversación pendiente.
Además de reputado abogado, ahora lo compatibiliza con una nueva aventura empresarial, con barra de taberna, en definitiva, la universidad de la vida.
Correcto. Hace ahora un año me embarqué en un proyecto que me apasiona: recuperar un lugar emblemático e icónico de Sevilla, como es la Antigua Abacería de San Lorenzo. Ese espacio no lo considero como algo propio, sino que creo que forma parte del patrimonio de la cultura gastronómica y de la historia de Sevilla. Lo veo como un bien común que me toca preservar y cuidar para el deleite de todos. Un préstamo de Sevilla, una herencia para las futuras generaciones.